Si alguna personalidad de la cultura en Caimito merece que se le dedique la próxima Jornada de la Cultura Cubana, ese es el pintor Ángel Silvestre Díaz Morales, autor de una obra infinita, hoy enfrentado a una seria limitación visual que le ha impedido volver a sus impetuosos tiempos de creación artística.
Silvestre o Pupi, como bien se le llama familiarmente, con más de 300 exposiciones en Cuba y el extranjero, más donaciones generosas para muchas instituciones, concursos y amigos, ha sido un eterno enamorado de la poesía y un admirador incondicional de quienes la sienten y escriben.
Nicolás Guillén, Pablo Neruda, José Ángel Buesa, Mario Benedetti, Carilda Oliver, Fina García Marruz, Aitana Alberti, Lina de Feria, Pablo Armando Fernández, Jesús Sama, Carlos Jesús Cabrera, Myreisi García, Luisa Oneida Landín y Evasio Pérez… son unos pocos nombres entre los muchos creadores que han inspirado el pincel de este creador, a quien la crítica ha reconocido por su “obra superabundante, copiosa, generosa de color, prolija y pletórica de energía, llena de vida”.
Mientras la carencia de visión no hizo mella en su ímpetu creativo, Silvestre es un artista de intensa y variada mano, generoso al punto de donar incontables obras, en formatos mayores y menores, para decorar hospitales, policlínicos, bibliotecas, escuelas y reconocer personalidades y ganadores en concursos de artes plásticas y literarios, entre ellos el Regino Pedroso de poesía, convocado por el periódico Trabajadores, para el cual aportó diez piezas que, en caso de haber tomado el rumbo del mercado, le hubieran deparado a Silvestre una notable inyección económica, tal como reconoció con admiración el periodista y crítico Jorge Rivas.
Pero no hay moneda más valiosa que su amor por la poesía. Si apenas un par de poetas le hubieran servido de pretexto, para inventar bellísimas fabulaciones de su pincel, quizás no hubiera valido la pena escribir este artículo laudatorio.
Pero son decenas, decenas repito. Son demasiados los versos que lo han estremecido y ya, por tanto, este “padecimiento” irrefrenable merece algo más que dos o tres palabras de elogio.
Tan intensa ha sido la relación de Silvestre con los poetas, que en homenaje a Lina de Feria, Premio Nacional de Literatura, armó la exposición Lina de Feria es visitada por un ángel, estrenada en la Feria del Libro del año 2010 en La Cabaña, proyecto en el que la autora de A mansalva de los años se encargó de escribir, con su puño y letra, sobre la “piel” de las obras, cada poema que desató la inspiración de Silvestre.
Con orgullo inevitable recuerda el pintor que, en la sala de la vivienda de Pablo Armando, también Premio Nacional de Literatura, este había colgado en las paredes tres de sus obras plásticas, junto a originales de monstruos de la talla de Goya y Picasso, entre otros.
Silvestre reconoce que la poesía de amor, sobre todo, lo deslumbra, le saca de adentro lo mejor de sí. Y no titubea cuando afirma: “Me encanta ilustrar poesía y también ilustrar libros y revistas.
“Hoy mi visión ya está un poco afectada, pero mi disposición continúa siendo la misma respecto a los escritores. A cambio de nada, estuve y estoy dispuesto a trabajar para ellos”.
Nada más cierto. Si bien puede trabajar con entusiasmo la poesía de autores consagrados, con otros menos conocidos, pero también talentosos, como Evasio Pérez e Irasema Cruz, también se inspiró para hacerlo. Bastó que apareciera una sola palabra en el ambiente, La gota, y ya Evasio y Silvestre se energizaban en un santiamén para unir décimas y trazos en un total de 25 obras, mientras que a manos de Irasema viajaban las ilustraciones que “vestirían” su libro para niños Nautilus, publicado por la editorial salvadoreña Seduca.
Así de intensa y sincera ha sido la relación de Silvestre con la poesía y sus creadores. Una relación que, si bien no le ha aportado algún beneficio económico, le ha regalado toda la riqueza que la poesía siempre regala al corazón de los hombres.