Por diversas razones, casi siempre lamentables, muchos artistas y escritores de la vanguardia cubana tomaron distancia de los centros y eventos de formación de nuevos valores, donde desempeñaban un papel imprescindible, y acabaron por refugiarse exclusivamente en los predios de su obra personal.
El escaso reconocimiento a su labor formadora de los talentos en ciernes, los bajos salarios y otras complicaciones de la vida nacional, sumado al manifiesto desinterés de quienes debían protegerlos y no lo hicieron, trajo como consecuencia la pérdida de maestros y profesores ilustres que hoy, con todo derecho, se ubican en las más altas cumbres de la cultura insular.
Quienes conducen las riendas del arte y la literatura en la nación lo saben muy bien. De ahí su insistencia en cada congreso, asamblea, evento, reunión…, para que esa fuerza maravillosa sea empleada en toda su magnitud en la formación espiritual de niños, adolescentes y jóvenes, pues nadie supera la capacidad de un escritor a la hora de enseñar literatura o la de un artista visual, para entender y explicar el ancho universo de la plástica.
Caimito, recientemente, vio coronada esta verdad, después que varios de los trabajadores de este sector, fueran reconocidos entre los más destacados del pasado año en la provincia: la escritora Cecilia Valdés Sagué y el pintor Evelio Sánchez Zayas.
La primera, profunda conocedora de los autores que más han brillado en la historia de este planeta, asumió la dirección de la Casa Municipal de Cultura Raquel Revuelta en el año 2021, mientras que el segundo, casi un erudito en el conocimiento de la historia del arte, asumió la dirección de las artes visuales en esta casa.
Ambos se convertirían en la locomotora capaz de tirar, con inédito entusiasmo, de un grupo de jóvenes instructores de fidelidad incondicional y con profunda vocación de creadores.
Esta suma feliz de las partes implicadas se encargó de despertar ruidosamente a la casa, del triste y largo sueño en que se hallaba.
Con pleno conocimiento de causa, con el alma sensible que los sostiene e impulsa, con el notable mérito de haber leído montañas de libros y conocer hasta el pintor, el escultor y el grabador más impensable, entendieron perfectamente que no eran aves de paso en la institución municipal, sino criaturas llamadas a forjar proyectos novedosos e incentivar en los más jóvenes la pasión por la belleza del arte y la literatura.
Definitivamente, ser directivo, maestro y creador al unísono, eleva sobremanera la estatura de quien guía la cultura y de quien bebe el jugo de sus frutos.
Esta fuerza privilegiada la ha tenido muy en cuenta Yohanna Curiuneaux Tamayo, directora municipal de Cultura y también entre los más destacados, quien, sin ser propiamente una creadora, ha asumido, como si fuese una, todas las inquietudes y proyectos, para los cuales siempre tiene caminos abiertos en lugar de trabas.
Cómo olvidar en este trabajo la labor de la Compañía NCDance, de su director Jonnie Martínez Nieves y de la bailarina y profesora Doris Cabrera, estelar integrante de la agrupación, con grandes éxitos en la escena nacional e internacional, pero también pendientes de cuanto acto sucede con los jóvenes alumnos de la especialidad de danza, en la Escuela Vocacional de Arte Eduardo Abela y con niños y adolescentes a los que implicaron en los hermosos talleres de formación, en el casco urbano de Caimito.
Hace ya algunos años, un sensible documental se encargó de recoger el extraordinario trabajo de la artista Antonia Eiriz en un municipio periférico de La Habana. En sus imágenes, antiguos alumnos recordaban la huella dejada en ellos por una de las más trascendentes artistas visuales de Cuba, tras enseñarles 1 000 secretos de universo creativo, privilegio que no tiene parangón. Antonia es un gran ejemplo. Pero pudiera citar decenas.
Contar con este tipo de creadores ya completos y artillados en nuestras instituciones y centros de la Cultura, siempre será un privilegio y el regalo más clamoroso y sabio para el alma de cualquier cubano que reciba como premio semejante regalo.