Sara Carcache Amarán, también conocida como La Patrona, tiene algo de Doña Bárbara, el célebre personaje de Rómulo Gallegos, solo que su historia no transcurre en medio de la despampanante llanura venezolana, sino en lo profundo de las tierras caimitenses, a un costado del reconocido Canal de Remos y a unos pocos metros de la Autopista Habana Pinar.
Sufre a cualquier hora impertinentes ataques de asma; pero pesan más en ella su carácter fuerte y su fortaleza física, sabe lo que quiere, ama profundamente la tierra desde que su padre, Félix Prudencio, le enseñó cómo se amaba y la convirtió en su compañera de faena.
Ordeña vacas, riega sus siembras, maneja un tractor, vive dispuesta a enfrentarse a cualquier reto que la vida le ponga delante de sus sueños de campesina afanada en la cría de ganado vacuno, en la siembra de hortalizas, vegetales y la fabricación de carbón.
Cuida a su madre y vive con sus dos hijas, una graduada de Ingeniería Metalúrgica, y otra de 11 años, con una imparable vocación por las artes plásticas. Ni ellas ni las cinco hermanas de Sara, incluyendo a su jimagua, han sentido alguna inclinación de tipo agrícola.
Por suerte, hoy el veterano Jesús Reina González llega a la finca para echarle una mano a Sara, en cualquier tarea que necesite echar adelante.
Habitar en medio de la soledad del monte, sin vecinos cercanos, es duro. El canto de los pájaros y el olor de la vegetación son fabulosos en realidad; pero, cuando cae la tarde, el monte se cierra en una oscuridad total y hasta le salen “fantasmas”, algunos de ellos con la clara intención de privar a Sara de sus reses y caballos.
Con estos truenos no puede haber verdadero descanso para seres que, como Sara, tanto lo merecen. Mientras “el músculo duerme, la ambición trabaja”, como aseguraba un viejo tango argentino. Los truhanes no descansan jamás. Y pueden ser especialmente agresivos si son descubiertos in fraganti.
“No creas que es solo de noche, hasta de día roban. Le he correteado detrás a varios; pero se me han escapado”, dice esta mujer, que parece no temerle absolutamente a nada, igual que el personaje creado por Gallegos, e inmediatamente entra en detalles sobre este espinoso asunto:
“Desde el año 2020 me han robado un total de 30 animales, incluyendo una yegua con una potranca, este año ya me han llevado seis, entre ellas cuatro vacas lecheras. Apenas yo sufro una pérdida, realizo enseguida la denuncia. Hay que tener también más responsabilidad en este asunto, tanto de los campesinos como de la policía.
“Mis reses siempre están bajo mi cuidado; pero, de otros campesinos, he llegado a bajar de la autopista hasta 36. Son irresponsabilidades que facilitan el hurto y sacrificio”, reconoce Sara. Por sus méritos indiscutibles, Sara resultó electa Miembro No Profesional del Secretariado de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y delegada del Poder Popular de la Circunscripción 13, dos tareas que la distinguen y comprometen.
“Me conmueven los problemas de la gente, ese camino cercano que no se acaba de arreglar, y los impagos a los campesinos que venden ganado al Estado. Desde hace seis meses no les pagan las ventas, incluyendo a un anciano de 90 años, que debió vender todas sus reses después de sufrir una fractura de cadera que le imposibilitó volver al campo”.
Otra cara tiene la relación de Sara con Finca Marta, muy vinculada al Proyecto Mariel y dirigida por el creativo ingeniero Fernando Rafael Funes, con la cual desarrolla un Contrato de Producción Cooperada, consistente en el suministro de productos como tomate, ajíes cachucha, pimiento, tomate cherry, lechuga, espinaca y, muy pronto, Flor de Jamaica.
Después de la entrega de cada producto a Finca Marta, el dinero no se duerme en las manos de quien debe pagarlo en tiempo y forma. Tal como siempre debería ocurrir.
A Sara le duele la demora infinita en la entrega de tierras a muchos que hoy la están solicitando en Caimito y la provincia, una buena parte de ellas mujeres. Como cualquier cubano con un conocimiento elemental, sabe que el país necesita desarrollar su agricultura si de verdad piensa salir de un momento económico tan áspero como este.
Pienso que no solo en este caso, debía ser una cuestión a tratar con inmediatez. La burocracia no puede ser más fuerte que el sentido común. Hay seres que añoran trabajar la tierra y merecen recibirla sin demora.
Casi al cierre de este trabajo recordé que la imponente hacienda de Doña Bárbara llevaba por nombre El Miedo, un nombre más que simbólico para la propiedad de una mujer, capaz de hacer temblar a los hombres y todo lo que tocara.
Yo, para no andar en exageraciones vanas, prefiero decir, simplemente, que esta mujer vital, amante de la tierra y la justicia y fanática de los caballos, es simplemente una mujer sin miedo. Y esta afirmación, si no lo dice todo, dice muchísimo acerca de quién es en realidad Sara Carcache Amarán, La Patrona, orgullo de todas las mujeres de Caimito…y de Cuba, sin exagerar.
