Jorge Lucas Pereda jura que fui yo quien lo bauticé con el título de “artista del Renacimiento”, tomando en cuenta que, como varios creadores de este fecundo periodo de la humanidad, era capaz de desempeñarse con acierto dentro de varias expresiones artísticas.
Si a mí me tocó el privilegio de bautizarlo de esta manera o a otro creador, lo importante no radica en tal detalle, sino en el hecho de que Lucas ha sido un excelente pintor, dramaturgo, actor, cantante, diseñador, compositor, profesor de artes visuales…, con una obra que lo lleva a ser ampliamente reconocido más allá de su querido San Antonio de los Baños.
Lucas cuenta con un amplio curriculum, donde destacan, entre otros, galardones como el Gran Premio Abela y el Gran Premio Uneac, donde las piezas ganadoras están marcadas por fuerte aliento humanista dentro de contextos permeados por la violencia y los prejuicios.
Ese aliento brota a cada minuto, cuando se conversa con él en un centro cultural, en el patio de su vivienda, o cuando lo hace con cualquiera que sea su amigo o haya sido su alumno en centros como la Escuela Provincial de Arte Eduardo Abela y el Preuniversitario de Ciencias Exactas Humboldt 7.
Aunque ha trabajado la pintura en cerámica desde el 2007, desde hace un año, en compañía del portarrotulista Segundo González, el multifacético Lucas montó un taller en la terraza de su vivienda y allí ha continuado dibujando miles de jarras, jarrones, búcaros, platos de pared…
“Yo soy un arrestado. Trabajo casi solo la cerámica, cuando lo común es que en Cuba se trabaje por familias. Es muy común escuchar: “este tipo de cerámicas pertenece a la familia tal, y este otro pertenece a la familia más cual. Parece que yo soy una suerte de excepción”.
A Lucas le encantaba leer y ver televisión, pero una seria afección en la vista le impide disfrutar de ambos placeres.
Rechaza trabajar la escultura porque no ve de manera tridimensional. No observa nada por el ojo derecho. Padece de ambliopía, que es la falta de una señal enviada desde el cerebro para que el ojo pueda ver.
“Hoy los especialistas mandan tapar el ojo en buenas condiciones para que el cerebro envíe la señal al afectado y lo estimule, pero ya esta receta no me sirve a mí”, confiesa Lucas sin demostrar alguna sombra de pesimismo.
También asegura que le gusta el grabado, pero resulta muy difícil conseguir los medios para realizarlo, reconoce que sus mayores virtudes están en el empleo del color, al punto de ser considerado mejor colorista que dibujante.
Con una risa pícara recuerda que sus alumnos le llamaban Cuchilla, y le llamaban “el arma homicida” a los cartabones con que medía a raja- tabla la calidad de los trabajos. Pero esos alumnos que tanto le “temieron”, hoy regados por todo el mundo, muchos de ellos con una respetable obra personal, reconocen cuánto aprendieron con el exigente profesor de Artes Visuales.
Lucas es licenciado en Pedagogía, ha participado en todas las ediciones de FIART, fue pintor escenográfico de Los Cuenteros y hoy, codo a codo con Segundo, puede pintar hasta 100 piezas semanales que llegan en estado “bruto” desde una alfarería en Calabazar, donde los operarios elaboran las piezas sobre la base delas propuestas realizadas por Lucas.
Jorge Lucas es un artista completo, un hombre que resume talento y ética, un ser de corazón y puertas abiertas, capaz de decir lo que siente a derechas, ya sea desde un lienzo, una pieza de cerámica o desde alguno de esos boleros con que le pone vida a la Peña Su artista, el poeta, un té y algo más, del reconocido promotor cultural