No imaginaba el joven actor Rolando Rodríguez Alfonso el impacto que tendría la muerte de su personaje Yeyo en la serie LCB: la otra guerra (segunda temporada). Sin embargo, este espacio dominical, sorpresivamente, no solo ha captado la atención de los espectadores con edades más avanzadas, sino de los más jóvenes.
Los sucesos que narra la serie se encuentran distantes en el tiempo. De no haberse tratado con una visión contemporánea, un ritmo ágil y una magnífica dirección de actores, poco entusiasmo hubiera despertado en el público juvenil.
Pero no fue así. La reacción entre los jóvenes y adolescentes de Caimito, su pueblo, le ha revelado la aceptación de LCB: La otra guerra, donde Rolando, hoy estudiante de cuarto año en el Instituto Superior de Arte (ISA), halló uno de los mayores regalos de su vida.
La pasión por la escena que un día plantara en sus alumnos el profesor y actor Orlando Carmenate, tenía en Rolando el mejor fruto de su cosecha. Lo vimos el domingo más reciente.
-Pese a tus 23 años, has trabajado en la televisión, el cine, el teatro, y ahora la actuación y muerte de tu personaje fue realmente consagratoria.
“He tenido la suerte de interpretar muchos personajes. Lo digo con humildad. Estando en la ENA comencé a trabajar en la serie. Joan, un actor caimitense que participó en la primera temporada, me habló del casting de Alberto Luberta.
“Recuerdo que Luberta me preguntó si sabía montar a caballo, y le conté dos anécdotas fatales de mi experiencia al respecto. Parece que le gustó mi manera de ser, o vio retratado en mí a Yeyo. Tiene un corazón gigante; me dio mi primer personaje importante en la televisión, un regalo para mí.
“La creación del guionista Eduardo Vázquez fue creciendo desde una base hasta convertirse en un edificio.
En la muerte de Yeyo te acompañan dos de los mejores actores cubanos de hoy: Osvaldo Doimeadiós y Fernando Hechavarría. ¿Cómo fue compartir esa escena y otras muchas con ellos?
“Muy hermoso actuar con Doime y Fernando, que pasaron de ser mis profesores a mis compañeros de actuación. Son grandes artistas y mejores como personas. Aprendí de los actores de mi generación que compartieron conmigo, pero estar rodeado de varios de los más reconocidos de Cuba no tuvo comparación”.
-¿Y cómo han reaccionado los niños y jóvenes?
“Ha sido sorprendente. No tenía idea de cuántos iban a conectarse con la serie. Pensaba que iba a gustarle más a personas de 50 o más años, pero no fue así. Los niños llaman a mi mamá para preguntarle si estoy en la casa; algunos creen que de verdad me mataron. El público se enamoró de las virtudes humanas del personaje.”
-Ya demostraste magníficas condiciones para el drama, pero te hemos visto en espacios humorísticos como Vivir del cuento.
“Una vieja frase asegura que “es más difícil hacer reír que hacer llorar”. No seré el primero en dejar de decirlo. Para mí fue un verdadero gustazo realizar ese humor inteligente y chocar con las dificultades al encarar ese tipo de actuación.

“Ya he participado en casi una docena de programas, y me encantaría actuar en más. Caminando por la calle, busco en mi cabeza un chiste para que la gente se sienta bien; juego con las frases y el doble sentido. Llevo el humor a flor de piel; lo he convertido en una forma de entrenamiento personal”.
-En exigentes espectáculos que preparaba el director Jonnie Martínez para profesionales y aficionados, te vi cantar varias veces. ¿Qué significa la música para ti?
“Me encanta. La naturaleza, por suerte, me regaló buena afinación y ritmo. Cantar La vida es un sueño, de Arsenio Rodríguez, ante el jurado que evaluaba mi posible entrada a la ENA, fue decisivo para mi aceptación; cantar Júrame, de María Grever, ante otro jurado evaluador, fue un mazazo para ganarme la entrada al ISA”.
-Volviendo a la muerte de Yeyo, cuéntanos otras anécdotas.
“Por mucho que les conté a mi mamá, mi hermana y mi abuela que me mataban en ese capítulo, se impresionaron y lloraron muchísimo. Mi mamá no dejaba de darme besos.
“Orlando, un amigo de la familia, le dijo muy emocionado a ella: “si estuvo jugando play station al lado de mi casa todo el domingo, por qué no me contó lo que iba a pasar. ¿Él no sabe que soy hipertenso?”