Era un jugador tan seguro en la defensa del jardín central, que el lanzador zurdo Félix Pino jamás volteaba la cabeza para saber si Luis Crespo Capote había capturado o no el batazo que por los aires viajaba hacia esa dirección del terreno.
Luis formaba parte en esos tiempos de las novenas de Pinar del Río, donde se agrupaban pícheres, bateadores y defensores de lujo, algunos de ellos difíciles de superar, bajo una dirección encabezada por José Miguel Pineda y Jorge Fuentes en unos casos y por Charles Díaz en otro.
Hacia esos hermosos recuerdos se encamina la memoria de Luis, ahora residente en la capital provincial y con largas horas de estancia en el Casa de Abuelos Frank País García, al cual agradece la excelente acogida cada día.
Alude al amor de las dos mujeres que conducen este centro en momentos tan difíciles: la trabajadora social Yamilé Ramos y la administradora Mayelín Álvarez.
Nació en Piloto, Consolación del Sur, el 21 de septiembre de 1957, y comenzó su vida deportiva en los ámbitos del fútbol. Como practicaba este deporte en un terreno de béisbol, pronto quedó cautivado por los partidos que allí tenían lugar. Definitivamente, la pasión por el bate y la pelota acabaría por imponerse.
Entonces le encantaba la posición de short stop; pero, debido a su condición de zurdo, debió renunciar a jugarla. En los jardines estaría su posición definitiva y las glorias que habría de escribir en los diamantes de toda Cuba.
Un exigente árbitro, Francisco Fernández Cortón, al ver el talento del joven Luis, no lo pensó dos veces para sugerir: “ese muchachito tiene que irse a la Eide”. Y así sucedió.
Tras un par de años en la Eide pinareña, pasó al Servicio Militar y, luego de dos años en este, partió en 1975 a cumplir misión en la República Popular de Angola, como artillero en Cabinda.
“Salimos ocultos en el barco Batalla del Jigüe. Cuando llegamos la candela estaba brava. Vi morir a muchos compañeros. Estuve allí casi ocho meses. Todavía con olor a polvo de Angola, integré por vez primera un equipo a las Series Nacionales: Forestales, bajo la dirección de Charles Díaz”, recuerda el otrora espigado y veloz atleta con el número 1 en su espalda.
Debutó contra el equipo de Cienfuegos. Lo recuerda muy bien. Pero recuerda mejor el susto que le produjo la decisión de Charles Díaz: “vas a ser el primer bate del equipo”. Urquiola, con ese ojo beisbolero que casi nunca le falla, había asegurado: “ese hombre ya está listo”.
Forestales no era un equipo fuerte; sin embargo, el Pinar del Río de las Series Selectivas sí era un cañón. No tenía puntos débiles. Tan avasallador era, que hasta 11 de sus miembros llegaron a formar parte de un mismo equipo Cuba.
Luis contó con grandes compañeros de batalla. Habla especialmente de Urquiola por su olfato para el béisbol, de Julio Romero por su nobleza extraordinaria y de un verdadero gigante del montículo: Jesús Guerra.
“Julio era un pícher derecho lateral muy incómodo. Cuando el gran Tony Oliva lo vio lanzar, dijo sinceramente: ‘a este hombre yo no podría batearle ese lanzamiento’. Jesús tenía un wind up espectacular y un gran dominio de varios lanzamientos. Yo le decía que él era mi pícher favorito, y él me respondía que yo era el jugador de su preferencia”.
De los contrarios recuerda cuán fácil le bateaba a René Arocha, el daño que le causaba el picheo del matancero Rafael Rodríguez y la estelaridad de Omar Carrero y Braudilio Vinent, así como el traje de verdugo que solía vestir José Modesto Darcourt al enfrentarse a las novenas pinareñas.
“Yo no podía batear esa curva hacia abajo de Rafael Rodríguez. Con ella me ponchó varias veces. Carrero y Vinent eran palabras mayores. Como Carrero era un pícher lateral, una vez Pineda le puso en la alineación cuatro bateadores zurdos seguidos, entre ellos yo, pero Carrero no tuvo piedad con ninguno de nosotros. Nos dio nueve ceros. Aquel desastre enfureció a Pineda”, comenta sonriente.
No olvida la noche en que, a punto de ganar una Serie Selectiva el equipo de Pinar del Río, Vinent fue implacable con ellos. Desde por la mañana lo había anunciado: “no van a ganar el campeonato a costa mía”. Y no lo ganaron a su costa. Vinent repartió ponches de todos los colores y finalmente ganó el partido con resultado de 8-1.
Ya con 34 años encima Luis Crespo se fue con Pineda a jugar en la extinta provincia de La Habana, donde lo rodearon portentos del calibre de Romelio Martínez, José Ibar, Pedro Luis Rodríguez y Juan Carlos Millán. Con orgullo vistió el uniforme de los equipos Habana y Agropecuarios y en dos eventos internacionales en México y Nicaragua.
Entre las características de aquella pelota y la actual, hace una diferencia definitiva: “Una vez le preguntaron a Jesús Guerra por qué el equipo pinareño era tan bueno, y respondió: ‘porque nosotros entrenábamos como profesionales’. Ahí radica una parte de la respuesta a por qué se gana y por qué se pierde en cualquier deporte”.
Luis Crespo Capote jugó en 11 Series, fue líder en triples en dos Selectivas, disfrutó la victoria de su equipo en tres de ellas, bateó para 282 de average y nunca lo expulsaron de un juego, pero no le celebraron acto de retiro oficial y hoy solo recibe una pobre pensión de 1568 pesos.
Mas, ahí sigue el moreno, leyendo sin parar, espléndido y sencillo en la conversación, agradeciendo la ayuda sin par de su amigo Rubén, lleno de recuerdos sobre los tiempos dorados del béisbol aficionado en la mayor de Las Antillas y, sobre todo, en Pinar del Río.