Si usted pregunta en Bauta por Rafael Drullart Salazar, muy pocos sabrán responderle porque muy pocos conocen de qué persona se trata. Incluso, aquellos que han compartido con él desde tiempos inmemoriales, tampoco podrían responderle a ciencia cierta quién es este hombre.
Pero, en cambio, si usted dice que se refiere a un músico conocido por el sobrenombre de Tumbadora, la respuesta del interrogado llegará en un segundo: “ah, sí, El Tumba, cómo no, por supuesto que lo conozco”.
Tumbadora es un referente de la rumba en Bauta, donde fundó la agrupación Obbaniké, hace ya 17 años, y de la cual forma parte en condición de Director Honorario, pues fue preciso que cediera el puesto principal de esta nave rumbera por haber sufrido algunos contundentes problemas de salud.
Defiende la rumba con toda pasión. Sabe que no por gusto es considerada patrimonio de la cubanidad y sufre porque apenas se le promociona en nuestros medios de comunicación, a pesar de que rumba, cubanía, nación y libertad acaban formando una sola palabra en el corazón del pueblo.
Tumbadora ha compuesto poco, pero ha tocado mucho sus tambores y el bongó desde que su padre Rafael, su tío Avelino y el inolvidable Adalberto Rabeiro, músicos también, le metieron la rumba en la sangre y lo impulsaron a tocar dondequiera que fuese posible: teatros, comparsas, calles, carnavales, plazas, escuelas, barrios en transformación, comunidades rurales…
“La cultura es la vida de los cubanos, pasa por el centro de la Patria, recoge el valor de los esclavos, la maravilla espiritual que nos vino de África y cubanizamos. La rumba es parte de ella, pero necesita una segunda vida, ser más promocionada para que no muera”, asegura este músico que ya cuenta con 74 años.
Afirma, además, que si no se reconoce a los actuales tocadores de rumba, va a ser muy difícil que los jóvenes músicos deseen continuar el camino de artistas que no son reconocidos por nadie.
Pese a su escasa promoción, ambos reconocemos que si la rumba se planta en medio de un parque, en un abrir y cerrar de ojos decenas de espectadores se concentran alrededor de los músicos y comienzan a bailar al compás impetuoso de los tambores y las voces de los cantores.
Es lamentable que, tras 17 años de existencia, no exista ningún interés en evaluar a esta agrupación y saber si cuenta con las condiciones necesarias para ser profesional, en tanto decenas de reguetoneros, sin un mínimo de decoro artístico en sus propuestas, colman los escenarios más diversos y reciben jugosos pagos por sus presentaciones.
“Hemos participado hasta en eventos internacionales como Timbalaye, pero nuestra evaluación sigue en el aire, y podría concretarse para las Calendas Griegas. Yo pienso que, por ser tan auténtica, la rumba debía estar más presente en nuestra escena y no sucede así.
“Si en viejos tiempos se conocían perfectamete los grandes rumberos de Cuba, como Chano Pozo, Malanga y Andrea Baró, hoy no sucede lo mismo y ese desconocimiento es preocupante para los que de verdad siempre hemos amado la cultura de este país tan hermoso y tan rico musicalmente”, concluyó Tumbadora.