¨Es menuda como un soplo¨, hubiera dicho el catalán Joan Manuel Serrat si hubiera conocido a la joven bailarina Erika Prieto Corona, un talento del ballet cubano, quien tras su ligera figura, belleza y habilidades para brillar en escena con tan solo 16 años, atesora un largo camino de muy duro trabajo en busca de la perfección artística.
En manos de los profesores Alexis Aguiar, Libertad Villazán, Isbel García, todos de Danza Unidos, Barbarita Martínez, Rosmery Gómez y Ronny del Toro, especialista en ballet, estuvieron los comienzos danzarios de esta muchacha, quien aún conserva en video algunas de las primeras lecciones recibidas por Ronny, atento a la seguridad con que Alexis le habló de las condiciones para el ballet mostradas por la pequeña, de apenas cuatro años de edad.
Era apenas el comienzo y mucho sacrificio delirante y recursos quedaban por invertir en el camino, no solo por parte de la pequeña, sino también por parte de sus padres José Antonio y Janny, quienes asistían con ella a cada uno de los talleres en el casco urbano bautense y después a los recibidos en la capital, de la cual muchas veces retornaban a plena medianoche.
Desde Bauta, donde cursaba estudios en la escuela primaria Carlos Valdés Rosa, había comenzado el desafío, que solo alguien dispuesto a llegar hasta el fin en la senda del arte es capaz de enfrentar. Y este desafío era solo un fragmento de desafíos mayores que vendrían después.
Erika tuvo la oportunidad de foguearse en bailes populares cubanos y españoles; pero el ballet la cautivó de una manera especial desde que disfrutaba en televisión de las grandes obras del repertorio cubano e internacional.
En quinto grado pasó a cursar estudios en la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, en la capital cubana y, un curso después, el acumulado le permitió competir en el Concurso Internacional entre Academias, donde fue descalificada tras caérsele una zapatilla mientras bailaba, según recuerda Erika, riendo ahora de aquella inesperada y amarga ¨sorpresa¨.
La covid trajo años duros, que motivaron el distanciamiento y la cancelación de eventos de todo tipo, pero Erika no cejó nunca en su empeño de ascender a las cumbres de un arte tan hermoso. No dejó de esforzarse jamás. No se durmió en los laureles.
A punto de comenzar el segundo año de nivel medio, puede sentirse orgullosa de haber bailado en obras como Corsario, Carnaval de Venecia, Cupido y Paquita y de interpretar el hada de la inteligencia en el célebre ballet La Bella durmiente, y haberlos realizado sobre las tablas del teatro Martí y el Nacional, en el de Miramar y en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Cuando cita las obras de su preferencia, deja en claro su voto por el tercer acto de El lago de los cisnes, el cual considera uno de los más emotivos de todo el ballet, y por el personaje de Dulcinea en Don Quijote, debido a su estilo y personalidad escénicos.
Tal como se esmera con la mente para no dejar en el olvido a ninguno de sus profesores de Bauta, también nombra a los que en la Fernando Alonso la han hecho crecer: Marta Iris Fernández, Idania Lavilla, Ana Julia Bermúdez, Melissa Escalona y Ernesto Álvarez.
Erika Prieto Corona es, en verdad, menuda y parece que vuela con su gracia en cada movimiento escénico. Si alguien puede opinar sobre su talento, es su novio Ixán Ferrer, otro de los grandes prospectos del ballet cubano, también con 16 años.
«Ella es muy dedicada, se toma con seriedad su carrera, sacrifica tiempo con sus amistades y familia y cuenta con una gracia que no tienen otras, además de su belleza, por supuesto. Los movimientos de brazos y manos los domina muy bien. Cuando la ven bailar, después nadie la olvida», reconoce Ixán.
En el Concurso Internacional entre Academias correspondiente a este año, donde intervinieron bailarines de naciones como México, Panamá, Colombia y Brasil, Erika obtuvo medalla de bronce, un éxito que añora repetir o superar en abril próximo, cuando tenga lugar nuevamente este certamen.
¨Son muchas horas de estudio y trabajo diario. Salgo muy temprano para la escuela y regreso de noche a mi casa en el Cerro. Si no hubiera sido por el sacrificio de mis padres, no hubiera llegado a ninguna parte. Gracias a ellos estoy donde estoy¨, asegura Erika.
Y concluye con el optimismo que ha acompañado a sus sacrificios durante 12 años: ¨La vida profesional de los bailarines es corta, quiero estudiar en el Instituto Superior de Arte y tengo en mente muchas ideas para convertirlas en coreografías cuando ya no pueda bailar. Esa sería también otra forma de no abandonar la escena¨.

Estoy llorando, emocionada, leyendo en este reportaje, lo que ya sabía, puesto que fuí testigo de sus inicios, desde los cuales, esa niña *tan pequeñita» siempre sobresalió con su talento innato, dentro de nuestro grupo de estrellitas de «Amanecer»
Todas juntas, ellas y nosotros, sus madres, padre, abuelas y todas las familias, vivimos incontables horas de ensayos, de preparación, de viajes y presentaciones, para muchas fue una bella y sana forma de pasar la niñez, para otras fue el primer peldaño en la vida del baile, ella, Erikilla, siempre brilló de forma especial y cada día más y más.
Vuela, aún más, vuela.
Dios te bendiga.