No fue sorpresa que, entre los espacios donde el arte irrumpiría durante los meses de verano, estuvieran planificados los llamados barrios vulnerables, desde hace ya tiempo bajo la mirada y atención de los programadores de cultura en los municipios artemiseños.
Se ha convertido en un acto habitual el hecho de que payasos, bailarines, escritores, libreros, artistas aficionados, instructores de arte, agrupaciones de diferentes formatos y de diversos tipos de expresiones artísticas, incluyan entre sus presentaciones de cada mes algunas actuaciones en estos barrios, desfavorecidos materialmente, sin dudas, pero donde residen cubanos que, a diferencia de lo prejuiciosamente pensado, salen cada día a trabajar por su país en los sectores de Educación, Salud, la Agricultura…
De este compromiso han dado prueba compañías como Los Cuenteros y NC Dance, listas siempre para brillar en los más exigentes escenarios, en los más destacados teatros de Cuba y el extranjero; pero también capaces de asumir, con igual seriedad y amor, el reto de adentrarse por apartados senderos y llevar su arte adonde residen muchos coterráneos que, rara vez, tienen acceso al teatro de un casco urbano o de la capital de la nación.
Son las agrupaciones mencionadas apenas un par de las implicadas en tan bellas misión. Pudiéramos hablar también de nuestro querido Yawar, conducido por Rolando Méndez, quien suele abrirse de brazos, desde tiempos inmemoriales, para acoger cualquier actuación, dondequiera que la cultura lo convoque, no importa cuán distante y rústico sea el escenario en el cual su agrupación actuará.
De Yawar, precisamente, recuerdo una anécdota, en un sábado ya distante, cuando en la punta de una loma, camino a San Diego de Núñez, en Bahía Honda, plantó un tremendo concierto en el portal de una casa y con una calidad sonora inmejorable. Se propusieron actuar como en cualquiera de las mejores plazas de Cuba, México o España, y así lo hizo la banda de Méndez. La loma tembló al compás del son, la guaracha y la trova, y los locales disfrutaron sanamente.
Más de una vez me he referido a los prejuicios que suelen emitirse acerca de las personas residentes en estos barrios, urgidos de mejorar cuanto antes, aunque sea a pequeños pasos. No es justo mirarlos caricaturescamente. No es sano tampoco asociarlos siempre a cuanto hecho delictivo ocurra, pues allí viven personas con profundos valores humanos de los cuales la sociedad cubana deberá sentirse siempre orgullosa.
En esta clase de barrios vivieron o murieron algunos de nuestros más grandes autores musicales, como el trovador Manuel Corona o el excelso bailarín Carlos Acosta, prueba de que es preciso tener para ellos algo más que una promesa de cambio del difícil entorno, que no debe concretarse para las Calendas Griegas.
Durante el III Encuentro Internacional Danzapuentes 2023 tuve la suerte de disfrutar la función que, para el barrio El Cerezo especialmente, prepararon los organizadores de este acontecimiento danzario, con el coreógrafo y profesor Jonnie Martínez Nieves al frente, y vimos como el barrio entero reaccionó emocionado ante la actuación de las compañías danzarias de Cuba y México, con los miembros de las cuales terminó bailando casino criollo.
El más alto rigor y colorido escénico imperó en aquel regalo. El mismo que brilló cuando actuaron en todas las salas con aire acondicionado, reflectores imponentes y butacas cómodas.
La marca de Danzapuentes quedó en El Cerezo y, a no dudarlo, tal vez el estímulo para que, allí mismo, un niño o una niña quedara prendado del acontecimiento y decidiera convertirse en artista, en un ser capaz de entender la vida desde el milagro de la belleza.
Julio y agosto implican movimiento, alegría, calor que brota del cuerpo y alma, escoltado por una sonrisa. Y de este milagro tienen derecho a disfrutar, con ayuda del arte, todos los sitios de Cuba, sin distinción. En todos los barrios, incluyendo los vulnerables, lo suelen agradecer como pocos son capaces de imaginarlo.