La llegada de la Revolución Cubana al poder en enero de 1959 trajo, desde su inicio, no solo grandes transformaciones en el ámbito educacional, sino también en el artístico literario.
Autores con una larga estrechez económica, como el poeta y dramaturgo Virgilio Piñera, dieron cálida bienvenida a un proyecto social que, por primera vez, les garantizaba un empleo y salario seguros.
Pese a la ola de cambios positivos en todos los sectores, las dudas respecto a la libertad de creación que tendrían artistas y escritores, se dispararon tras la censura del breve documental PM, del realizador Sabá Cabrera Infante, donde se recogía la imagen de una parte de la población, para nada comprometida con el momento histórico trascendental, de vida o muerte, en que se hallaba el joven proceso revolucionario.
Ante las fuertes polémicas, Fidel reaccionó de inmediato y la alta dirección del país convocó, para la Biblioteca Nacional, una reunión con los más importantes creadores de la nación, con el objetivo de dejarles en claro cuál sería la política real del joven proceso, con la intelectualidad nacional y con las obras creadas por ello.
Para lograr este fin unitario, el entonces presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado, al dejar inaugurada la primera de las tres reuniones que, finalmente, tendrían lugar, entregó sin reticencia la palabra a todos los presentes: “Nadie guarde silencio”, dijo con voz rotundamente clara. Y entonces comenzó un debate que quedaría en los anales de la Historia de Cuba.
Durante 64 años, mucho se llevaron y trajeron las palabras de Fidel en aquella cita, mucho se les interpretó y manipuló, al igual que las intervenciones de los artistas y escritores presentes.
El hecho, sin dudas, ha sido apasionante, fuente de inagotable debate. De ahí que la autora del libro Nadie guarde silencio (editorial Temas), la doctora Caridad Massón Sena, haya decidido zambullirse a fondo en los confines de aquellas tres sesiones, para poner en blanco y negro, sin miserables manipulaciones mediante, cada una de las intervenciones realizadas.
Si bien las palabras de Fidel dieron el cierre imprescindible a debates muchas veces acalorados y dejaron muy bien clavadas las bases de la Política Cultural de la Revolución, otras voces se hicieron sentir sobremanera en el memorable recinto, como las de Carlos Rafael Rodríguez, Alfredo Guevara, Carlos Franqui y Virgilio Piñera.
Caridad Massón, intelectual de alta valía y honradez, no quiso ser menos en este ambicioso proyecto, al cual contribuyó sobremanera la veterana luchadora comunista Edith García Buchaca.
Sin cambiar comas, ni adjetivos e ideas originales, Massón Sena supo transmitir a los lectores la esencia de un proceso que nunca fue ni será fácil de concretar, porque “las revoluciones no son paseos de Riviera”, tal como las vio lúcidamente el cineasta Alfredo Guevara.
En la polémica y el debate dentro de esta obra, radica el mérito mayor del resultado obtenido por la doctora Massón Sena, un producto donde relumbran diferencias inevitables, polémicas fructíferas y la honradez total de esta autora caimitense, al devolvernos completas aquellas tres jornadas imprescindibles, para entender los nuevos desafíos de la cultura cubana y sus creadores.