Dos aniversarios coincidirán el 13 de agosto: el cumpleaños 99 del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, y el 25 de la fundación del Sistema de Ediciones Territoriales (SET), importante creación surgida a partir de una sugerencia del autor de La Historia me absolverá.
En uno de los espacios de la última feria del libro celebrada en Artemisa, afirmé de corazón que me sentía hijo del SET, un beneficiado como otros cientos de autores nacionales, con un proyecto que no ha dejado de crecer ni siquiera en las horas económicas más oscuras.
El SET, asentado con mucho acierto en todas las provincias cubanas y el municipio especial Isla de la Juventud, no solo ha sido capaz de promover los géneros literarios más conocidos, sino que ha ampliado su espectro hacia la publicación de otros títulos “menos literarios”, pero igual de valiosos, pues si un autor es capaz de escribir poemas, dramas, cuentos, novelas, ensayos…, otros cuentan con la hermosa capacidad para abordar los más diversos caminos del conocimiento humano y darles también forma de libros valiosos.
Siento una infinita satisfacción siempre que mis libros del SET, a través de la editora Unicornio, brotan de la imprenta tras el pausado trabajo de editores, correctores e impresores. Siento una alegría desbordada cuando logro por fin ponerlos en manos de los lectores, como si el producto de mis creaciones hubiera sido publicado por la editorial más importante del planeta.
De todos esos libros de mi autoría y amores con Unicornio pudiera contar alguna anécdota. De todos, sin excepción. De uno de ellos, en específico la antología de cuentos de béisbol, Escribas en el estadio, pudiera narrarles más de una.
Fui antologador, junto al narrador y guionista Francisco García González, de esta curiosa obra, la primera de su tipo publicada en la Mayor de las Antillas, en la cual logramos reunir la flor y nata de los mejores narradores del patio: Leonardo Padura, Alexis Díaz Pimienta, Alberto Guerra Naranjo, Neltom Pérez, Amir Valle Ojeda, David Mitrani y Reinaldo Medina, entre otros… y recibir el más pleno apoyo financiero del reconocido pintor batabanoense Vicente Hernández, autor de una portada magistral para la antología.
Meses antes le habíamos planteado a Orlando Chávez, entonces director provincial del libro en la extinta provincia La Habana, nuestro deseo de aventurarnos en aquel novedoso proyecto. Chávez, sin pensarlo dos veces, nos invitó a ponerle manos a la obra, que él se encargaría de la publicación.
Y finalmente no nació una bellísima edición de los Escribas, sino dos. La segunda con la copiosa y hoy casi imposible cifra de 10 000 ejemplares, vendidos en toda la nación, repartidos a diestra y siniestra, muy bien sostenida por directivos como Raúl Hernández Ortega, investigadores de la talla del Doctor Félix Julio Alfonso, el entonces ministro de Cultura Abel Prieto y el crítico y periodista Pedro de la Hoz.
La antología que Francisco y yo habíamos fraguado, terminó por convertirse en un apasionado producto de creación colectiva, auténtico regalo para lectores y amantes del béisbol, gracias a una editorial fundada por Fidel. De no haber existido Unicornio, quizás nuestro sueño beisbolero literario jamás se hubiera convertido en un hecho cierto.
Tras la muerte reciente del estelar receptor capitalino Pedro Medina, el Héroe de Edmonton, autor del jonronazo que por un instante salvó la honra del equipo Cuba en la Copa Intercontinental de ese año, recordaba la pasión infinita de Fidel por el béisbol, su alegría por las victorias de la potente novena cubana y su amargura ante la derrota en el partido final de aquella Copa frente a Estados Unidos, un partido que bien pudo ganarse si la dirección de la novena nuestra no hubiera cometido errores tácticos elementales, como no abrir el partido final con su mejor receptor, Pedro Medina precisamente, no traer jamás al montículo al inmenso Julio Romero, verdugo de la novena yanqui unos pocos días atrás, y enviar en carrera suicida hacia el home plate, en un instante decisivo, al gran Alfonso Urquiola.
Fidel amaba el deporte. Y al béisbol en especial. En una de las editoriales fundadas por él, creadas para publicaciones con un máximo de 100 páginas y de apenas 500 ejemplares, nos dimos el gusto de publicar una antología bien voluminosa, atípica, en la cual incluimos a todos los cuentistas que nos parecieron adecuados para redondear aquella aventura, a la postre reconocida por miles de ejemplares, un regalo muy pocas veces visto en el ámbito editorial, donde tantas cuentas económicas suelen tenerse en cuenta.
Unicornio nació gracias a la visión de Fidel. Nosotros como autores crecimos gracias a ella. El jonrón indiscutible que dio esta antología beisbolera también fue un gran batazo del hombre que la creó hace ya un cuarto de siglo.

