Emelina Clavel Gómez lleva sus 90 años con una dignidad absoluta. Valentín Puentes Sierra no lleva sus 82 con una dignidad menor.
Defendiendo la cultura más auténtica desde la misma trinchera, casi desde que ambos vinieran al mundo en el municipio de Bahía Honda, desde la sencillez de la cual deberían aprender no pocos autosuficientes improvisados y charlatanes, han llegado a merecer decenas de reconocimientos, entre ellos ser las figuras homenajeadas en la reciente edición del Festival de Tradiciones Artemisa Mestiza.
Emelina y Valentín vivieron jornadas de gloria en este festival, pero la cumbre del reconocimiento les llegó en el espacio de promoción cultural Diálogos a viva voz, que conduce el periodista y promotor Fernando Rodríguez Sosa, en el Álbum Kafé Parque Central, en la ciudad cabecera.
Con los acordes de Pequeña serenata diurna, de Silvio Rodríguez, interpretada por la orquesta juvenil de cuerdas Nuevas Liras, bajo la dirección del maestro Valentín, arrancó la última edición de este espacio, auspiciado por la Uneac y la Egrem en la provincia.
Otros dos invitados, la escritora Tomasa González Pérez, directora del Centro Cultural Dulce María Loynaz, y Rolando Julio Rensoli, presidente de la Comisión Aponte de la Uneac, se encargaron de referirse a un sello que nos identifica de manera indiscutible como nación: el mestizaje.
Tomasa, profunda investigadora de los temas de origen afrocubano, regaló referencias de su libro Ewé Layé, un compendio de plantas medicinales que nuestros ancestros supieron aplicar para remedio y curación de muchas enfermedades y malestares del cuerpo.
La también poeta, repasó una parte de los versos escritos por ella en tiempos de Covid y en homenaje a las deidades africanas, evocó su paso por Gabón y la definió como una experiencia llena de amor y respeto por parte de sus habitantes, marcados por las más diversas creencias religiosas, pero abiertos de brazos y corazón a quienes conocen y admiran su diversidad religiosa y cultural.
Rensoli abordó los orígenes de la Comisión Aponte, a partir del VI Congreso de la Uneac, el papel de Fidel a la hora de conformar la batalla que debía emprenderse contra el racismo y la discriminación racial en Cuba y ofreció pormenores de su próximo libro: Cromos y transparencias, una mirada ensayística acerca de cómo se piensa nuestro país desde la diversidad, la autoctonía y la identidad, como se le ve desde los prismas europeo, africano e indígena.
Impactante resultó la presentación de Emelina, ya nonagenaria, pero con total lucidez, dueña de una voz tan potente, que parecía estremecer las paredes del Álbum Kafe.
Madre de 15 hijos y con una historia digna de una novela, Emelina encabeza un proyecto compuesto por 23 miembros, donde toman parte sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.
Es el alma de un proyecto que puede moverse en camiones o carretas, que no conoce fronteras y puede actuar lo mismo en Artemisa que Pinar del Río o Santiago de Cuba. Un proyecto donde el tambor y los bembés son una suerte de columna vertebral imprescindible.
Acompañando a su amigo, el médico veterinario Alberto Águila en boleros de antología y a jóvenes vocalistas en temas como el clásico Alfonsina y el mar, el maestro Valentín volvió a dar muestras de sus extraordinarias dotes como pedagogo musical y su orgullo por los resultados artísticos de sus hijos Adonis y Alexis, defensores como él de la más auténtica música cubana.
Valentín no dejó en el silencio su orgullo por haber nacido, como Emelina, en tierras de Bahía Honda y por ser instructor de Arte, un oficio que levanta como una bandera gloriosa, por todos los momentos bellos que le ha regalado.
Ningún poema parecía mejor para cerrar el espacio que Balada de los dos abuelos, de Nicolás Guillén, recitado por la potente voz de quien habló por primera vez del Color Cubano, la única raza que nos define como nación y donde todas las razas, todas, como él mismo aseguraba, se dan la mano para formar una sola: mestiza, diversa y orgullosa de serlo.