El gran novelista Alejo Carpentier la bautizó como “la Ciudad de las Columnas”; el poeta y periodista Gastón Baquero, en un jugoso y prolongado ensayo, la contó desde su nacimiento hasta su esplendor; el cuarteto Los Zafiros la escuchó en un gemir de violines que solo tocaban para ella; el mayor cineasta cubano, Tomás Gutiérrez Alea, la colocó en el volcánico centro de su película más memorable y el trovador Gerardo Alfonso la puso en movimiento acompasado dentro de un pentagrama repleto de balcones con sábanas blancas.
No fueron los únicos en inmortalizarla desde su fundación. Decenas de escritores, dramaturgos, historiadores, cineastas, pintores, escultores, fotógrafos, periodistas, ensayistas, trovadores… nacionales y extranjeros, la han incorporado a sus creaciones de manera tan brillante, que muy difícil resultaba el intento de los artistas visuales Sonia Almaguer Darna y Denys San Jorge Rodríguez en cuanto a su intención de ofrecer en 15 piezas un rostro distinto, novedoso, de una igual cantidad de obras memorables de la arquitectura que dignifica y mitifica la ciudad capital de la Mayor de Las Antillas.
Sonia, una holguinera todavía muy joven, es una artista de sólida trayectoria en el ámbito de la fotografía, autora de diversas exposiciones dentro y fuera de Cuba, con habilidad para mostrar todos los matices de la conducta humana, desplegados en la escena teatral o en espacios más públicos.
Uno de los más aclamados maestros de la dirección fotográfica en el cine, el italiano Vittorio Sttoraro, ganador de tres Premios Oscar en esta especialidad, definió la fotografía como “la literatura de la luz”, entendiéndola como una “silenciosa” expresión que, al penetrar en la retina humana, comienza a hablarnos como cualquier libro, de manera clara, precisa y conmovedora, sobre esa realidad que quedó atrapada para siempre en la imagen.
Sonia exhibe esa gracia, no solo cuando retrata los escenarios y los actores de un drama o de una comedia o a los protagonistas de un evento de profundas raíces populares, sino cuando advierte la belleza en los más inadvertidos detalles de una obra erosionada por el tiempo, o por la desidia. Lo que otros no miran, ella lo sabe mirar y atrapar.
El bautense Denys San Jorge, por su parte, se mueve constantemente dentro de un amplio diapasón creativo, que puede incluir desde la ilustración completa –dibujada en tiempo récord- de un suplemento periodístico cultural, hasta la escritura de un libro de relatos o de una enjundiosa novela de más de quinientas páginas, anteponiendo, por supuesto, el plato fuerte que nutre cada día su sensibilidad como artista: la pintura sobre los más impensables soportes (lienzos, cartulinas, discosde vinilo…) y también la fotografía, protagonizada en muchas ocasiones, por un sinfín de imágenes, conceptos y mensajes humanistas elaborados a partir de las herramientas de trabajo hereda- das de su padre, ya fallecido.
En este empeño a cuatro manos, Denys recibió de Sonia imágenes de primera calidad y entonces procedió a completar una suerte de segunda parte que no demeritara el refinamiento del material recibido, sino que lo enriqueciera y complementara de manera armoniosa y atípica.
Ambos creadores, en plena madurez, en busca de refrescar e iluminar con luces más potentes su discurso estético, huyendo del mimetismo y la réplica, encantados también de andar La Habana -y no solo de andarla, sino también de eternizarla desde una nueva mirada-, acabarían por concretar su aclamada exposición La Habana que me han dao, La Habana que te dejo.
Tanto Sonia como Denys apostaron por una reinterpretación visual de algunos de los bastiones más conocidos y elogiados de la arquitectura habanera, como La Catedral, los Hoteles Nacional y Habana Libre, el Capitolio, el Gran Teatro de La Habana, verdaderas instituciones de la historia cultural de la nación caribeña.
Si a cargo del lente de Sonia, con la colaboración estrecha de Denys, había corrido la “captura” e impresión de 15 obras monumentales, a cargo de Denys- sin que Sonia dejara de ser parte activa de este segundo paso- corrió el trabajo pictórico, que incluía edición, contraste y composición hasta conformar el collage en que habrían de convertirse las fotos originales, ahora con un aire más colorido y listas para imprimirse lo mismo en el formato de lienzo que en otros formatos.
Una vez disfrutada la expo completa, me atrevo a asegurar que esta muestra representa también el más sincero homenaje a un grupo de los más memorables arquitectos cubanos. Tengo la impresión de que, al menos entre nosotros, de los grandes artífices de las artes visuales, son los arquitectos los menos conocidos.
Por este olvido lamentable, vale la pena que Sonia y Denys nos hayan recordado, de manera inteligente y elegante, que la arquitectura verdadera nunca debería viajar en el vagón de carga, sino en primera clase.
Maestros de la arquitectura como Joaquín Weiss, Eugenio Raynieri Piedra y Eugenio Raynieri Sorrentino, Joaquín Weiss, Eugenio Batista, Antonio Quintana Simonetti, Max Girona y Max Borges, entre otros muchos, fueron capaces de regalarle a la ciudad más glamorosa, ecléctica y multicultural de Cuba, una parte significativa del sello que la identifica e inmortaliza ante los ojos del mundo, y que se levanta ante nosotros, ante el nativo, el forastero y el emigrante, con la nítida intención de demostrar que durante largos años y quizás para siempre las obras mostradas en La Habana que me han dao, La Habana que te dejo, serán sencillamente insuperables.
