Contaba con una estatura pequeña con la cual le resultaba imposible brillar en el baloncesto, un deporte hecho a la medida de hombres gigantes. Era ágil sobre el tabloncillo, pero definitivamente, Carlos Reig Romero no estaba destinado a brillar en el mundo de los Pedro Chapé y Ruperto Herrera.
Sin embargo, tocó la suerte de que aquel eterno enamorado del baloncesto también sintiera pasión por el aprendizaje de la historia y todo su esfuerzo decidió volcarlo en la escritura de textos deportivos imprescindibles, creados después de profundas investigaciones.
Aunque es natural de Santiago de Las Vegas, Carlos lleva décadas residiendo en San Antonio de los Baños, un espacio geográfico con una historia política y cultural sencillamente impresionante.
Después de abrir la puerta de su casa, Carlos Rey, hombre de verbo fácil e inteligente, me cuenta de su más reciente libro, titulado Los inicios del deporte moderno en La Habana del siglo XIX, para el cual invirtió cerca de cuatro años de investigaciones.
Anteriormente, había publicado títulos como Los inicios del bádminton en Cuba y Séptimo Juegos Olímpicos de 1920, a lo cual respondió con absoluto entusiasmo el Comité Olímpico Internacional, encabezado por el barón Pierre de Coubertin.
Todo parecía marchar sobre ruedas, pero la situación económica de la Cuba de 1920 ya no era tan favorable como la de 1915, cuando comenzó el intercambio del gobierno cubano con el Comité Olímpico y la aspiración de contar con un evento olímpico se convirtió en agua y sal.
Otros textos de este veterano de 77 años han sido YMCA: Asociación de Jóvenes Cristianos, Memorias del Deporte Universitario: sus inicios, Mella deportista, Por los caminos del olimpismo, entre otras creaciones de alta valía.
Como buen historiador que sabe sacarle el máximo zumo a cada documento investigado, Carlos evoca significativos momentos olvidados del deporte insular, así como la última participación olímpica de ese gigante de la esgrima nombrado Ramón Fonst, en París 1924, donde un error de los jueces le impidió agenciarse otra medalla de Oro.
Sin embargo, sus horizontes van mucho más allá del ámbito deportivo. Es uno de los más acuciosos investigadores de la vida y la obra del poeta y líder revolucionario alquizareño Rubén Martínez Villena, muerto en la flor de su juventud, cuando aún podía hacer mucho por la libertad de Cuba.
Villena fue un gran martiano. Defendía el concepto de primero los demás y después yo, primero la sociedad y después uno, según opinaba Félix Varela, otra figura histórica que mucho admiró Villena, asegura el también profesor, quien por espacio de ocho años dirigió, sobre adversidades colosales, el Museo Casa Natal Rubén Martínez Villena, en Alquízar.
“Cuando asumí la dirección la Casa no tenía ni pies ni cabeza; era un desastre, pero logramos una restauración capitalen 1984. Al final resultamos en Vanguardia Nacional durante varios años y fuimos merecedores de la Distinción Unidad del pueblo y para el pueblo, la primera en recibirlo en la ya desaparecida provincia de La Habana.
En este período logra trabar amistad profunda congrandes “villenianos”, como los doctores Ana Cairo y Pedro Pablo Rodríguez, muy empeñados en mantener viva y promover la obra del insigne autor de La Pupila Insomne.
No conforme con estos resultados, tuvo la iniciativa de crear, mientras dirigía el Museo del Humor en San Antonio delos Baños, la ya célebre Humoranga.
Aunque asegura que el humor no es su fuerte. Carlos vuelve a Villena, el revolucionario con una obra aún por descubrir en su totalidad y carente de la promoción que con todo derecho merece.
Cuando Fidel en un discurso en Santiago de Cuba, pronuncia “Rubén, el 26 de Julio fue la carga que tú pedías”, muchos ojos se volvieron de pronto hacia Villena, un completo desconocido hasta entonces. Su poesía se conoce un poquito más, pero su obra política, su epistolario, su labor política en la URSS, sus estancias en Estados Unidos y su papel inmenso en la década de los años 20 y 30 del pasado siglo, son casi desconocidos. Además, varias fechas vinculadas a él pasan sin ser recordadas en nuestras publicaciones y medios de comunicación.
Aunque ya cercano a los 80, Carlos no deja de soñar con otros proyectos como la escritura de las memorias olímpicas cubanas y las obras completas de Villena, incluyendo el apartado de su correspondencia con notables figuras de la época, como la fotógrafa Tina Modotti.
Lamenta el historiador ariguanabense que el periodo de la República Cubana haya sido escasamente reflejado por nuestros historiadores, a pesar de que décadas como las del 20 y el 30 sirvieran para acentuar definitivamente los rasgos de la cubanía desde las más diversas expresiones culturales y políticas.
Basquetbolista, futbolista, profesor, historiador, director, custodio, trabajador por cuenta propia y del Museo del Deporte, han sido varios de los oficios de este hombre, buceador en las profundidades de miles de textos en institutos y bibliotecas, quien me recuerda atinadamente cuando me pongo de pie al concluir la entrevista: La prensa es el mejor texto de historia que puedes escribir.