Era especialmente inquieta, como lo es hoy, pero no le gustaba la danza ni una pizca. Sin embargo, un milagro ocurrió al asistir a una actuación de la compañía NC Dance en el Estadio José Ignacio Chiu, en Caimito, y ver en movimiento a una de las integrantes de esta agrupación danzaría: Dorys Cabrera. “Yo quiero bailar como esa rubia”.
Así le dijo Misell Álvarez Trujillo a Yeramis, su mamá y así dejó sellado el principio del camino que la conduciría a formar parte del Taller Infanto Juvenil de esta prestigiosa compañía caimitense, dirigida por Jonnie Martínez Nieves. Entonces era “un cajón bailando”, confiesa esta prospecta de 16 años, con siete de ellos en la compañía de Jonnie. Pero a base de lágrimas y dolores terminó por convertirse en un verdadero talento, ahora con toda la intención del mundo para ingresar en el Instituto Superior de Arte (ISA).
Al contrario de Misell, el joven Maikel Yusniel Mora Rodríguez nació con la danza dentro. Era el clásico trompo imparable, capaz de bailar dondequiera que sonara la primera lata. Era grueso también; pero cumplía aquel asombro del cineasta español Pedro Almodóvar, boquiabierto ante la destreza de los bailadores cubanos, aunque muchas libras le sobrasen en el cuerpo.
María Rosa, su madre, fue una perfecta “cómplice” para lograr el descubrimiento de Maikel: aprovechó que Jonnie y Doris estaban muy cerca de ellos en el parque de Caimito y lo lanzó a la pista para que ambos lo evaluaran. El gesto de María Rosa no pasó inadvertido.
Desde entonces su hijo bailó con la agrupación Almadanza, dirigida por la profesora y coreógrafa Ana Gloria Díaz Hevia, y con Metamorfosis, dirigida por el extinto Juan Carlos Delgado. De más está decir el orgullo de María Rosa y de su padre Maikel al ver hoy cuánto ha crecido su hijo dentro de la escena, a pesar de solo contar 17 años.
Misell y Maikel son dos de los jóvenes con más posibilidades dentro de la nueva generación de la compañía NC Dance, cada vez más reconocida dentro y fuera de Cuba, a pesar de residir en un espacio geográfico distante de la capital cubana. Ellos son el afluente que todo mar necesita para mantener la eterna vitalidad. Ellos… y otros muchos.
Con niños y jóvenes entre 6 y 17 años se conforma el Taller Infanto Juvenil de la compañía NC Dance. Una vez cumplidos los 18, y si se encuentra en la forma exigida, puede integrarse a la compañía principal.
Paralelo al desarrollo del curso escolar suele ocurrir el desarrollo de estos talleres, donde los alumnos reciben clases de bailes populares, danzas de creación, preparación física, ballet y folclor y donde la música cubana es la base principal del trabajo coreográfico.
De lunes a viernes, entre las cinco y las seis de las tarde, transcurren los ensayos, divididos en dos secciones: para la categoría infantil (6-12 años) y para la juvenil (12-17). Los sábados corresponde la enseñanza a niños de la Escuela Nacional de Arte de San Antonio de los Baños y estudiantes de la Escuela Nacional de Danza, quienes buscan las vías más impensables para llegar desde lejos a Caimito y beber de los saberes de los profesores de esta compañía.
Durante la etapa de aprendizaje, a esta nueva generación de bailarines se les enseña a combinar el baile de la música cubana tradicional con una línea donde esta misma música se exprese con acordes más contemporáneos y cercanos al público de la actualidad.
Si bien una carga de trabajo docente fuerte recae en los hombros de la profesora Dorys Cabrera, también otros profesores aportan considerablemente, durante los Talleres de Verano, a la formación de los nuevos bailarines, entre ellos Leonel Menéndez, Yisel García, Ivón Carnet y el propio Jonnie.
Aunque con un talento en ciernes, que todavía requiere mucho fogueo, concentración y aprendizaje, hoy los niños y jóvenes de la compañía NC Dance pueden contar de sus actuaciones en espacios de gran interés como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro Cultural El Sauce, el Teatro Bertold Brecht y en varias comunidades.
“Es increíble la alegría que sienten los niños al vernos llegar a esas comunidades. Cuando los niños ven a otros niños bailando la empatía es inmediata, el impacto es tremendo, la felicidad les brota por todo el cuerpo”, asegura Jonnie, orgulloso de haber aportado entre 20 y 25 alumnos al sistema cubano de enseñanza artística. No contentos con lo logrado, se empeñan en crear un grupo docente para jóvenes mayores de 18 años, algo muy necesario con lo que cuentan otras compañías profesionales.
No es tarea fácil seguir las exigencias de los jóvenes bailarines: un espectáculo descolorido ni atrae ni convence, la escena requiere elegancia, y por demostrar esa elegancia que el público exige, la familia del prospecto debe pagar un precio fuerte para la adquisición de vestuario, calzado, maquillaje… No es tarea fácil tampoco encarar los prejuicios de algunos padres y varones, con menos sensibilidad que una piedra para entender que la pasión por la danza y las preferencias sexuales no son hermanos gemelos, como en viejos tiempos se aseguraba.
Jonnie y Dorys se sienten muy satisfechos de la atención y el apoyo recibido por parte de las autoridades culturales del municipio de Caimito. Ellas han comprendido perfectamente que esta compañía, aunque sin una imprescindible sede, es un tesoro digno de proteger a como dé lugar.
Sus presentaciones en países como Perú, Turquía y México recientemente así lo han demostrado, como también su empeño en formar a decenas de niños y jóvenes en el hermoso amor por la danza que tanto renombre nos ha dado en el planeta, ya fuera desde las benditas piernas de Alicia Alonso y Carlos Acosta, hasta las de otros virtuosos.


