El personaje que será reconocido por el espacio Profeta en su tierra, no entiende lo que pasa de pronto a su alrededor. No se lo explica. No entiende el extraño ambiente que se forma durante la clase que está impartiendo, o no entiende por qué la entrada de su vivienda se ha llenado de ruidosos visitantes que no esperaba.
A varios de los recién llegados los conoce perfectamente. Algunos de ellos son sus amigos. A otros los ha visto alguna vez en el pueblo y a otros no los ha visto nunca. Son los especialistas, instructores y artistas aficionados de la Casa Municipal de Cultura de Caimito, encabezados por su directora, Cecilia Valdés Sagué.
Todos llevan entre sus manos el más saludable propósito: reconocer a los hombres y mujeres más valiosos del municipio, sean escritores, científicos, estomatólogos, músicos, geógrafos, boleristas, maestros de la enseñanza primaria, historiadores, periodistas…
No hay diferencias a la hora de elegir al homenajeado. No hay fraudes ni favoritismos. Prima la opción de poner el reconocimiento en manos de quien verdaderamente lo merece. Y de seguro lo merecen muchos, prueba de que no todo está perdido en un instante de tantas ambiciones y tanto analfabetismo moral a escala planetaria.
Es hermoso el gesto. Enaltece la dignidad y sacude el corazón de cualquiera. Todos merecen que, en algún momento, se les recuerde y agasaje, aunque sea con los modestos medios y recursos que se tengan a mano.
La idea surgió de Cecilia, una mujer profundamente sensible hacia las causas humanitarias y los libros, consciente de que en el más humilde y preterido de los barrios habitan mujeres y hombres extraordinarios, a la misma altura de otros que, engañosamente, parecen contar con más méritos porque son más publicitados.
Pero una propuesta de este tipo no toma cuerpo y voltaje, si no cuenta con entusiasmos poderosos que la fecunden. Si carece de ellos jamás florece.
Y de ayudarla a nacer y florecer se han encargado los trabajadores de la Casa de Cultura, quienes, en muchas ocasiones, aportan de sus propios bolsillos el dinero y los medios para comprar regalos y agasajos nada baratos, además de pulir con esmero la forma en que tendrá lugar cada “asalto”.
Tan sincero ha sido el cariz de este tipo de homenaje, que desde fuera de la Casa ha llegado el apoyo incondicional de la dirección de la TRD El Titán, de Caimito, consciente de cuánto vale humanamente cada una de las figuras homenajeadas.
Este acontecimiento ha traído emociones imparables a las personas reconocidas: el vocalista Dagoberto Amador (El Benny Caimitense) no paró de llorar, a la carismática intérprete Olimpia de los Reyes le subió la presión arterial… y a todos se les corta la respiración de cuajo, cuando Cecilia Valdés da lectura a las palabras que con tinta del corazón ha escrito para ellos.
Cecilia las llama, de manera muy humilde y casi descuidada, Palabrejitas, pero en ellas resume, con poderoso verbo y profundo lirismo, lo que representa la personalidad homenajeada, cuánto le debemos todos, caimitenses y foráneos.
Y es que esa personalidad lo ha entregado todo a cambio de nada frente a un pizarrón, o una silla de odontología, dentro de un complejo laboratorio científico, o desde las páginas de un periódico o un libro.
Conmueven las Palabrejitas que retratan de cuerpo y alma a El Benny caimitense: “Cumplir más de 90 años con la disposición de un adolescente, la mirada limpísima, la sonrisa a flor de labios, la voz clarita y la frente alta es un ejercicio de audacia.
Dagoberto Amador, el Benny, no solo es el viejo más chulo del pueblo, el más locuaz, el más decente, el más trabajador y su mejor juglar, si no que es también el más querido”.

No emocionan menos cuando afirman de la escritora Elda Àlvarez Pino: “septuagenaria, invidente y pobre, tenía todo a favor para declararse perdedora, pero eligió ganar. Y no solo el Concurso Literario Enrique Álvarez Jané (…), si no ganarlo todo. Ganar el derecho a la vida y la eternidad con el esfuerzo de su cuerpo cansado y la sinfonía de su corazón eternamente joven”.
A un conocido nuestro, brillante estudioso del mundo de la geografía, autor de libros muy populares y colaborador del periódico el artemiseño, el Doctor en Ciencias Oscar Rodríguez Díaz, también llegaron las Palabrejitas para salpicarlo de amor:
“Encontrar un sabio en medio del trópico en este siglo XXI de alta velocidad, es poco menos que una rareza. Los hombres nos vamos instalando en el mundo de la tecnología con afán exhibicionista, con etiquetas prefacturadas que simplifican los órdenes y minimizan el uso de la materia gris.
“Oscar Rodríguez Díaz, habitante de Ceiba del Agua, un pueblito casi perdido en medio de la nada insular, ha pasado su vida buscando su lugar en las coordenadas de la inmortalidad, sin apenas proponérselo. Y lo ha logrado”.
Para la doctora Aleida tuvieron el elogio que, obviamente, la hizo palidecer de emoción: “Atreverse a estudiar la especialidad de Geriatría es mucha osadía, es para gente de Corazón XXL, ejercer la de puerta en puerta con la humildad y la constancia de un fraile, sólo lo hacen los mejores entre los mejoresintegrantesdelaespeciehumana.
Por gente como Aleida, los que eligen servir, aliviar, es que existe gente como noso- tros, los de la vida con esperanza, los que confiamos en el remedio, los que con solo tocar el marco de su puerta respiramos aliviados y nos instalamos en el próximo amanecer, ya sea desde este o el otro lado de la vida. Aún cuando su mirada seria y clarita no sea precisamente el reflejo de su alma con textura de ala de cisne”.
Pudiera seguir mencionando ejemplos, porque tuve la suerte de disfrutar de uno a mi persona y de otro como el que recibió la maestra Magalys en la Escuela Primaria Juan de Dios Fraga Moreno.

Pero estimo que, con los ya citados, es suficiente. Lo que no pretende ser suficiente jamás es la cifra de homenajeados por la Casa de Cultura de Caimito.
La cifra crecerá sin dudas. Hay demasiados seres nobles en este mundo, a pesar de los pesares. Usted y yo los conocemos. Están ahí, viven entre nosotros, desandan a pie nuestros barrios, son nuestros vecinos, son luz y nunca oscuridad. Ayudan siempre al mejoramiento humano por muy descorazonadores que sean los tiempos.
No merecen, por tanto, un homenaje. Merecen muchos. Alabado sea entonces este bellísimo gesto de Cecilia Valdés y de todos los “asaltantes” que tan bien la secundan en el empeño.