Si alguien supo aprovechar muy bien las posibilidades de crecimiento que le brindaba el proceso revolucionario victorioso, el 1 de enero de 1959, ese fue el poeta y repentista güireño José René Fuentes Cintado, conocido popularmente como Renito.
La llegada triunfante de los barbudos lo sorprendió cuando apenas contaba una veintena de años y era un campesino completamente analfabeto, aunque con unas ganas infinitas de aprender.
Renito se dedicó a estudiar de manera tan responsable, que terminó por licenciarse en Ciencias Sociales y, sobre todo, por fundar una obra lírica de alta resonancia y prestigio a nivel nacional, por la cual mereció recientemente uno de los premios del importante evento musical Cubadisco.
Aunque en los últimos años ha debido someterse a los rigores de un salón de cirugía y ha quedado con secuelas renales verdaderamente incómodas, capaces de ningunear la voluntad de cualquier ser humano, Renito no se da por vencido. Todo lo contrario.
Dirige una peña campesina en su pueblo, escribe una décima diaria para un programa de la emisora Radio Artemisa, colabora con este semanario, imparte cursos de repentismo, comparte espacios, poemas y bromas con los miembros de la Casa de Abuelos en el municipio, o viaja hasta el Bosque Martiano del Ariguanabo donde lo espera su director y amigo incondicional Rafael Rodríguez Ortiz (Felo).
Se siente muy vivo este veterano de 84 años, aún con una capacidad poética admirable y a todo tren, la cual le permite regalarme estos versos, improvisa- dos de un tirón, cuando le pongo como pie forzado el último de ellos:
He venido hasta el museo de nuestro gran municipio,
atendiendo a un buen principio, que es un profundo deseo.
La visita es un trofeo que materializa un sueño
y le doy curso a mi empeño acariciando esa idea
para que hasta el mundo vea el 26 de un güireño.
Entre las grandes satisfacciones en la vida de Renito se encuentra el hecho de haber publicado su libro Tiempo recuperado, donde la décima y el soneto están a sus anchas y el cual siente como un gran reconocimiento a su persona por parte de la editorial Unicornio.
Pero Renito no solo ha trabajado intensamente por su país, donde ha sido partícipe de acontecimientos tan trascendentales como la victoria de Playa Girón y la Lucha contra Bandidos en la provincia de Matanzas, sino que también fue combatiente internacionalista y colaborador en la República Popular de Angola entre los años 1976 y 1977.
Allí arribó, como miembro del Regimiento de Artillería Oriental, en un momento verdaderamente difícil para esa nación, a la cual retornó tras un mensaje de Fidel para aquellos cubanos que desearan incorporarse a las tareas de reconstrucción en Angola.
“Cuando nos fuimos a Matanzas a la Lucha contra Bandidos no encontramos ni las más mínimas con- diciones, ni alimentos, ni albergue, ni mapas para orientarnos, nada de nada. Fue muy dura esa etapa, pero logramos el objetivo de derrotar a las bandas contrarrevolucionarias.
“Para Angola fui como combatiente primero, me tomé unos pocos días de vacaciones en Cuba y regresé a la zona de Nagache, una región donde organicé las labores dentro de 52 fábricas de café, con un personal muy difícil de dirigir”.
Renito fue el primer presidente de la Uneac en la provincia de Artemisa, cargo que ocupó durante tres años y desde el cual tuvo la posibilidad de compartir con repentistas de toda Cuba en los más diversos eventos y escenarios.
Sin embargo, pese a ser un hombre especialmente querido por todos, como consecuencia de su generosa manera de ser, guarda en su corazón de modo muy especial los nombres y el recuerdo de un par de monstruos del repentismo insular: Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) y Angelito Valiente.
“Naborí era Hijo Adoptivo de Güira. Yo lo traía todos los meses para que actuara con nosotros. Era muy metafórico, creaba imágenes poéticas maravillosas, además era también un excelente periodista”, asegura Renito.
Pero las anécdotas más sabrosas giran en torno al repentista más popular y querido que aportó Ariguanabo.
“Angelito vino también varias veces. Recuerdo que un día cantaba yo con Arturito Coto y me dice Arturito: “yo quiero cuando me muera que me entierren en la tumba de Valiente”.
Entonces le respondí:
En la tumba de Valiente no me podrán enterrar. En tan sagrado lugar cabe un astro solamente”.
Angelito se emocionó muchísimo y me dio un abrazo”. Renito evoca el primer homenaje que le rindieron al improvisador alquizareño, José María El Herrero tras la muerte de este cantor. Angelito lo hizo pasar un gran susto, porque se empeñó en cantar con él unas décimas y no con otro grande como Francisco
Pereira. Unas de las joyas que regaló entonces aseguraba:
José María El Herrero era como un rico pobre,
qué bondades con el cobre, qué firme con el acero.
Cuentan que un día un sitiero le trajo una yegua prieta.
Era cerrera, y qué quieta estuvo el tiempo debido como si hubiera sabido que El Herrero era poeta.
Tanto lo impactaron aquellos versos, que Renito ya no recuerda qué le respondió al bardo ariguanabense, a quien admiraba tanto como al extraordinario repentista Pablo León.
Renito no cesa de crear y es un gusto que, a sus más de 80, continúe entre nosotros, vistiendo de largo siempre esas hermosas creaciones poéticas nombradas Décima y Soneto, arropando siempre el corazón del pedacito de Cuba que más ama.
Quiero tanto al pueblo mío, que si algún cuadro le hiciera, en primer plano pusiera
a la playa de Cajío,
la iglesia, el parque, el navío, la línea, la calle real,
y si veo que al final
queda un espacio en el lienzo, dibujo el azul intenso de su cielo tropical.
