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Diario de la comunidad artemiseña
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Home Opinión

Ataque al Moncada: ¿un suicidio?

Miguel Terry Valdespino by Miguel Terry Valdespino
25 julio, 2024
in Opinión, Portada
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ilustracion-martirena

Ilustración: Martirena

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Más de una opinión adversa trajo a escena, el hecho de que una periodista calificara el ataque al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, como un “acto suicida”, calificativo que no voy a vapulear con un sí que lo fue, ni a defender a ultranza con un no, pues de ninguna manera puede llamársele de ese modo tan irresponsable. Prefiero realizar algunas valoraciones y que cada lector se encargue de sacar sus propias conclusiones al respecto.

Si a este acontecimiento se le ha llamado de este modo, lo mismo ha sucedido con la acción que ocupa el centro de este comentario, escrito por motivo del aniversario 71 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de Julio de 1953, en el cual varios artemiseños fueron protagonistas.

Sin dudas, la palabra suicida o suicidio impacta siempre. Pero en la historia de la humanidad parece haber suicidios… y suicidios, diferencias que es preciso aclarar para que, más allá del repentino susto y del lugar común, nos acompañe un poco de lucidez a la hora de comprender su verdadera dimensión.

Pienso ahora en claros, masivos y criminales suicidios como el que refleja ese filme extraordinario nombrado La patrulla infernal (o Senderos de gloria, según la traducción en uno u otro país de habla española), del norteamericano Stanley Kubrick, basada en un hecho tan real como vergonzoso.

Con una copa de buen vino en la mano y desde sus protegidas oficinas, los altos oficiales franceses decidieron enviar a miles de soldados bajo sus órdenes a tomar un fuerte alemán casi inexpugnable nombrado El Hormiguero, desde donde las ametralladoras se encargaron de barrerlos sin misericordia.

Fue una verdadera carnicería, un verdadero suicidio, el cual no rozó siquiera una uña de los perpetradores de aquel disparatado intento de “ofensiva”. No contentos con sus letales errores, los gerifaltes franceses decidieron fusilar por “cobardía” a varios de los soldados franceses sobrevivientes del letal asalto, porque habían demostrado, según los ineptos generales, “tener leche en las venas en lugar de sangre”.

Este acto demente y deshumanizado sí podría llamarse un suicidio con todas sus letras y resultó un pasaje tan vergonzoso para el orgullo de Francia, que por tal motivo el filme de Kubrick estuvo prohibido en esa nación durante varios años.

Pero el acontecimiento que motiva este trabajo anda muy lejos de esta deshonra y de otras donde miles de soldados fueron sacrificados vilmente.

Y anda muy lejos pues quienes organizaron más de un “suicidio” en Cuba lo hicieron poniendo, siempre en primer lugar, su propia vida, cuando aún le quedaban muchos proyectos y sueños en el alma. No enviaron a combatir a otros, fueron ellos en persona al sitio donde más abundaban los peligros y caían los cuerpos destrozados por el acero y la metralla. Y no les quedaba otra opción que actuar de este forma, porque el deseo de pelear por la libertad y alcanzarla se escribe con el ejemplo personal, aunque en el intento se vaya la vida. No hay modo de escribirlo de otra manera.

Ante el cierre de todos los caminos democráticos en la Cuba colonial y en la batistiana, ¿qué opción le quedaba al oprimido? ¿Resignarse a sufrir? ¿Resignarse a vivir humillado eternamente, sin una gota de esperanza? Librarse del yugo es siempre un acto suicida, porque la desventaja de este es absoluta en cuanto a recursos, dinero, armas, soldados…

Esta desventaja abrumadora la tuvo Céspedes desde el grito de independencia en La Demajagua, Agramonte en el rescate de Sanguily, Maceo y Gómez durante la invasión a Occidente, Fidel en el Moncada, Echeverría en Palacio, los 82 expedicionarios del Granma dispuestos a luchar contra un ejército de 40 000 efectivos… Y son estos unos pocos ejemplos. Contaba el Che en su carta de despedida a Fidel que cuando en México pasaron preguntando a los futuros expedicionarios a quién se debía avisar en caso de muerte, la pregunta conmocionó a todos.

No era para menos. Pelearían en desventaja absoluta, como en el Moncada. Sería pelea de león contra liebre. En un santiamén aquel ejército podía tragarse a un puñado de hombres mal armados y desconocedores absolutos de la táctica y la estrategia militar. Pero no sucedió. En aquel aparente “suicidio” estaba oculta la futura victoria.

En La Historia me absolverá, el joven abogado y líder revolucionario Fidel Castro Ruz, al recordar la impresionante valentía de la impedimenta de las fuerzas de Gómez y Maceo, contra las tropas españolas durante la invasión, a las cuales enfrentaron con un jarro de tomar agua en la mano, decía orgulloso: “Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad: les tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba”.

Ahí parece estar la  diferencia entre suicidio… y suicidio. Hacer las aclaraciones necesarias es imprescindible.

Tags: acciones del 26 de Julio de 1953artemisaAsalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes
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