Desde los ocho años de edad fue machetero hasta completar las 24 zafras; vio de cerca los restos del avión espía norteamericano, derribado sobre el cielo de su Banes natal durante la Crisis de Octubre; sobrevivió milagrosamente al paso despiadado del ciclón Flora y fue tanto lo que vivió y sufrió durante siete azarosos días, que decidió contar la tragedia en un libro, nombrado Vórtice, porque las páginas de un periódico no le resultaban suficientes para narrar la brutal experiencia.
Nunca pensó aquel niño pobre, nacido el 8 de marzo de 1927, que desde los siete años pastoreaba una vaca nombrada Jobera, que algún día iba a ser periodista y autor de varias novelas.
Estoy seguro que, pese a tener el exquisito ADN de su abuela paterna Rafaela, jamás se vio con 97 años, en plenas facultades y escribiendo todos los días como un fervoroso autor joven.
A un ser humano tan especial como Jorge Velázquez Ramayo, inquebrantable en tiempos de calma y en tiempos de tormenta, valía la pena dedicarle el espacio que el pasado 14 de marzo, Día de la Prensa Cubana, le regalaron los miembros de la Casa de Cultura Mirta Aguirre, en Caimito, y la Dirección Municipal de Cultura en ese municipio artemiseño.
Cuando le rendían homenaje y con sus palabras volvió al pasado, Velázquez recordó que, casi sin preparación y con un susto tremendo saltándole en el estómago, comenzó sus estudios de Periodismo en la Universidad de La Habana, aunque ya fungía como reportero del hoy desaparecido diario El Pueblo, de Granma, Juventud Rebelde, Sierra Maestra y la radio emisora santiaguera CMKC, entre otras publicaciones.
Jorge Velázquez ha visto salir de las imprentas títulos como Vórtice, premiado en el concurso Uneac de 1978, La aventura de Los Marrines, la muy aclamada Mujeres de la noche y Atentos al ruido de la muerte, donde el general Calixto García asume el papel protagónico y su abuela Rafaela enfrenta con un coraje impactante, el dolor de enterrar bajo una ceiba a sus nueve hijos y después sumarse a las tropas del célebre mambí junto a su esposo Pedro José.
Pero su creación también incluye otros títulos inéditos como El regreso de Pancho Villa, El valenciano López y Agonía de un caimán. Escribe cada día y no parece que haya fuerza en el mundo capaz de frenarle eso que llaman inspiración.
En compañía de su esposa Katy y arropado por la voz de la vocalista Olimpia de los Reyes, de las niñas declamadoras Sailín Varona, Keila Rodríguez y Ainoa Esperón y por un par de grabados del artista visual y profesor Evelio Sánchez, el nonagenario Jorge Velázquez no pudo ocultar la emoción de que le rindieran tan tierno homenaje en la tierra que lo asumió como hijo adoptivo, prueba de que siempre los trabajadores de la Cultura pueden hacer mucho, aunque sea modestamente, por el reconocimiento a sus escritores, artistas y hombres y mujeres valiosos dentro de la comunidad.