Comentaba recientemente con el profesor, promotor y narrador artemiseño Luis Carmona Ymas la gran satisfacción que debía embargarlo, pues varios de sus alumnos se habían convertido en sólidos o prometedores escritores, a lo cual el viejo maestro de técnicas narrativas respondió con una suerte de inevitable orgullo.
Entre estos alumnos, cuyo crecimiento ha sido notable en muy breve tiempo, se halla el joven candelariense Juan Manuel Méndez Pérez, un licenciado en Inglés y profesor universitario que a sus 24 años, se estrena como miembro del sello editorial Unicornio gracias a su libro de relatos Nunca más.
Desde que Juan Manuel se interesó por el mundo de la literatura no estaba empeñado en leer textos complejos. Pero mientras cursaba el primer año en las aulas universitarias, uno de sus amigos, Álvaro Daniel Rodríguez Figueroa, afanado entonces en los entuertos de la escritura, le enseñó su incipiente obra y lo embulló a escribir.
Juan Manuel no tenía una base literaria sólida. Solamente las obras estudiadas en el preuniversitario calzaban sus conocimientos. Por aquella época era notable en él, la influencia de las llamadas Fantasías Épicas, al estilo de El Señor de los Anillos y Juego de tronos.
Sin embargo, su madre, la profesora Rosa Lexandra habló con su coterráneo, el escritor Danilo Felipe Díaz, para que revisara los textos de Juan Manuel y lo encaminara en el oficio.
Danilo no fue complaciente en la crítica: le señaló muchos errores y le pidió a su madre que lo pusiera en manos de un profesor excelente como Luis Carmona, guía del Taller de Técnicas Narrativas Cirilo Villaverde, en Artemisa.
El autor de María y José no se anduvo por las ramas con Juan Manuel: le dijo que para ser escritor era imprescindible leer de todo y, sobre todo, a los grandes maestros de la literatura cubana y universal y dejar a un lado las horas frente a la televisión.
Había llegado el momento de leer creaciones del calibre de Casademuñecas, de Henry Ibsen; Madame Bovary, de Gustave Flaubert, El barril de amontillado, de Edgar Allan Poe; La guerra y la paz, de León Tolstoi, La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa… y muchas obras más.
Carmona le sugirió también leerse veinte novelas imprescindibles, las cuales finalmente se leyó, entre ellas, por supuesto, una que lo habría de fascinar: Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes. Curiosamente, a los tiempos de la brutal covid debe la posibilidad de haber contado con suficientes horas para leer toneladas de excelente literatura.
Juan Manuel recuerda su intento de escribir una novela, nombrada Crónicas del imperio, la conclusión de un relato de 25 páginas nombrado The one, y cómo en laclausuradel Primer Tallerde Técnicas Narrativas Cirilo Villaverde ganó elprimer premio delconcurso convocado para losmiembrosde esetaller,por intermediodesurelato Azazel, influenciado por fuertes aires del maestro Poe. Pero sus más grandes aciertos fueron creciendo en una vertiente del género cuento, de muy fuerte arraigo entre los lectores contemporáneos: el cuento corto, que se le da con especial facilidad.
“Al que primero vi escribir cuentos cortos fue a Danilo; después conocí otros excelentes ejemplos dentro de la obra del uruguayo Eduardo Galeano y la del guatemalteco Augusto Monterroso. Son verdaderos maestros en esta especialidad narrativa”, asegura Juan Manuel.
En un relato de muy pocas líneas, el autor se ve obligado a decir lo que habitualmente se expresa en varias páginas. Y no por ello el cuento tiene derecho a ser menos intenso.
Si en un relato largo el narrador debe ser muy certero porque el género cuento no permite la más mínima pifia, en uno de cinco o diez líneas debe serlo mucho más. En desarrollar esta habilidad, Juan Manuel, pese a su juventud, no parece ser un autor de retaguardia.
Tomando como punto de partida El cuervo, una de las obras poéticas más memorables de Edgar Allan Poe, el joven narrador candelariense ha tomado de esta su más famosa frase: Nunca más, para nombrar el primero de los libros de su currículo, donde, si bien los relatos cuentan entre dos y cinco cuartillas, la intensidad de lo breve se hace sentir con mucha fuerza.
Juan Manuel Méndez Pérez, profesor de la Universidad de Artemisa, Julio Díaz González, padece de un serio problema en la vista: cataratas congénita, pero esa limitación no lo reduce a la prudencia, ni al miedo a la hora de enfrentar la página en blanco e hilvanar los instantes y conflictos humanos que convierte en historias con cierres muy redondos.
Heredó de su abuela Caridad González Blanco el hábito de la lectura y hoy, ante la aparición de su primer libro, disfruta de la gracia de haber conseguido un logro que consiguen los seres con talento, pero también con magníficos maestros, invencible persistencia y alto sentido de la autocrítica.