Conocí al periodista y promotor Fernando Rodríguez Sosa hace 23 años, con motivo de haber recibido yo uno de los premios del concurso Razón de Ser, de la Fundación Alejo Carpentier, donde él trabajaba desde el rigor profundo y el anonimato.
La tarea de volverlo más visible y familiar al lector cubano le correspondió al programa televisivo Escriba y Lea, un clásico de la televisión nacional, desde el cual Fernando ha aconsejado la lectura de decenas de buenos libros. Hombre de tono flemático y fraterno, con el ya raro don de saber preguntar y escuchar atentamente a cualquier interlocutor, Fernando arribó a predios artemiseños gracias a la peña Diálogos a viva voz, la cual conduce desde la sede del Álbum Kafé perteneciente a la Egrem y contiguo al Parque Libertad, por la cual ha desfilado una incontable cifra de creadores artemiseños y de más allá de estas tierras.
Acostumbrado casi siempre a ser el entrevistador, le toca ahora sentarse al otro lado de la mesa para ocupar la silla del entrevistado.
¿Qué es para Fernando Rodríguez Sosa un promotor cultural y cuánta falta sigue haciendo en el mundo de hoy?
Un promotor cultural es alguien que, en primer término, tiene que sentir placer en dar a conocer la obra de otros. Debe, igualmente, conocer al creador que promueve y saber jerarquizar esa obra en el pano- rama cultural del país. Solo un buen promotor podrá hacer visible lo mejor de la cultura.
Desde hace cuatro años dirige el espacio A viva voz, auspiciado por la Uneac en la provincia y destinado a promocionar y reconocer la obra de artistas y escritores. ¿Cómo nació este proyecto y qué satisfacciones le ha reportado?
Este programa nace por iniciativa de Jaime Masó, por entonces funcionario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), y de Juan Carlos Muñoz, presidente de la organización en el territorio, quienes aceptaron el proyecto, que también auspicia la Egrem provincial. La mayor satisfacción ha sido descubrir y ayudar a promover –incluso más allá de Diálogos a viva voz– el talento artístico y literario de la provincia.
En un tiempo de redes sociales y cuando la lectura de libros es cada vez más precaria, ¿qué puede servir para frenar tanta apatía por la lectura?
Ante todo, tratar de demostrar y convencer a todos los potenciales lectores de que un libro –tanto en soporte de papel como digital– es siempre una experiencia enriquecedora. Parece imposible de lograr, pero con empeño, tesón e inteligencia puede alcanzarse.
¿Ha escrito algún libro?
En los años 80, galardonados con el Premio 13 de Marzo, la Universidad de La Habana publicó A corazón abierto y El elogio oportuno, dos pequeños librillos de entrevistas y críticas. Ediciones Vigía, en 1995, incluyó en su catálogo Hoy vamos a leer, con críticas sobre obras para niños y jóvenes.
Cubaliteraria dio a conocer, en el 2021, Como soplo de aire fresco, con entrevistas sobre el libro y la lectura. Lo demás es, como coautor, Amor es…, una selección de poemas de amor, y algunos prólogos y textos dispersos en publicaciones periódicas y digitales.
¿Cuáles son sus preferencias literarias y de otras expresiones del arte?
Prefiero toda la buena literatura. En cuanto a géneros, personalmente disfruto la narrativa y la poesía. Eso no significa que deje de promover otros géneros, aunque no sean de mi total preferencia. Todas las artes me complacen, ahora por limitaciones personales solo escucho música.
Le he visto conversando largamente sobre la obra de importantes autores y autoras cubanos.
¿Le parece que nuestra literatura es trascendente o no rebasa, salvo limitados casos, los límites de nuestra nación?
La literatura cubana, más allá de esos nombres ya referenciales de las letras universales, trasciende las fronteras del archipiélago.
Pienso, en primer término, en la poesía –recordar que siempre se ha conocido a Cuba como un país de poetas– y también en la narrativa de ficción, sobre todo en la novela, que, en los últimos tiempos, ha presentado a los lectores interesantes propuestas.
Háblenos de lo que representó su labor dentro de la Fundación Alejo Carpentier.
Fue una experiencia sumamente enriquecedora. Me permitió no solo leer, conocer, valorar, la obra del autor de El siglo de las luces, sino también iniciar mi labor, ya de varios años, como promotor cultural.
¿Qué es lo mejor y lo peor que ha encontrado en cada uno de tus espacios en la capital artemiseña?
Lo mejor, como te comentaba, ha sido poder conocer y promover el talento artístico y literario de Artemisa. Y lo peor – aunque no había pensado en ello- quizás sea que Diálogos a viva voz solo tiene lugar una vez al mes.