Corría el año 1927 y un poema de ¨temática audaz y singular¨ apareció publicado en Cuba: Salutación fraterna al taller mecánico, del escritor Regino Pedroso, autor que desarrollaría una valiosa obra hasta el instante de su muerte en 1983.
Regino, hombre marcado en su raza por la impronta de España, África y China, emite en este poema algunos símbolos referidos al impetuoso avance de la Revolución Industrial en la primera parte del siglo XX, con toda su carga de innegable progreso, pero también incapaz de reportarle a la clase obrera un poco de humanismo y flexibilidad en su angustiosa existencia.
Este poema, escogido curiosamente por José Lezama Lima para incluirlo en su selección de las 100 mejores poesías cubanas, es sin dudas una simbiosis de dolor y gloria, pues, a pesar de la descarnada explotación que encierra el jornal diario en cada fábrica que va naciendo en la incipiente república burguesa cubana, también dentro de ella va tomando conciencia la clase que Marx señalaba como la más revolucionaria de todas: la obrera.
¨Yo dudo a veces, y otras, palpito, y tiemblo, y vibro con tu inmensa esperanza;
y oigo en mi carne la honda VERDAD de tus apóstoles: ¡que eres la entraña cósmica donde palpita el mañana!¨, escribe con absoluta certeza Regino Pedroso en una obra que es parte de lo más significativo de la lírica cubana de todos los tiempos.
Sin embargo –y ya he escrito al respecto- el tema obrero dentro de la creación literaria más contemporánea no ha tomado toda la presteza y presencia que merecen, tal vez porque a más de un autor puede sonarle a panfleto letal, a tiro al vacío, el hecho de convertir este tema en protagonista de alguna de sus obras.
De hecho, la telenovela Asuntos pendientes, que ahora mismo pasa por la frecuencia de Cubavisión, ha contado con más de un comentario desfavorable en redes sociales, por no ser como otras telenovelas y haberse varado en un asunto donde el trabajo dentro de una empresa de producción ocupa un peso bien importante.
Dicen los incomodados que están hartos de ver esos problemas en la vida real, para también tener que verlos en la televisión. Dicen, además, que si bien obras como El viejo espigón, sobre la vida de los obreros de un puerto, o Camino de paralelas, sobre los trabajadores del sector ferroviario, ambas de Mayté Vera, cumplieron su cometido hace más de 40 años, ahora ya no lo cumplen.
Sin embargo, los mismos quejumbrosos no parecen estar hartos de sentarse durante horas y horas frente a telenovelas de varios países, en las cuales la realidad del mundo real –y disculpen la redundancia- o el tráfico de drogas, los malos remalos, los buenos rebuenos, las chicas bellas, los autos de lujo y los finales almibarados, ocupan y vuelven a ocupar el centro de estos kilométricos productos audiovisuales.
En una madrugada reciente, víctima de un persistente insomnio, decidí sentarme frente la pantalla del televisor, donde pasaban el filme Lloviendo piedras, dirigido por Kenneth Loach. Para mi sorpresa, las duras condiciones del mundo obrero, la angustia del hombre trabajador, cien veces humillado y vuelto a humillar en la Inglaterra de hoy, tierras del Primer Mundo, quedaban al desnudo en una propuesta de alto valor estético.
Prueba de ello es la memorable escena en la que uno de los protagonistas consigue, a duras penas, un mal pagado puesto como plomero. Al terminar su faena en una iglesia, repleto de excremento de arriba abajo, recibe en el hombro una palmadita del cura antes de decirle: ¨menos mal que todavía contamos con personas que trabajan gratis¨.
El cierre de la película nos deja con la clara convicción de que en el ayer de Regino y en el hoy de Loach, el mundo sigue posado sobre los hombros y el alma del trabajador. Y ese mundo les pesa un mundo….y perdonen otra vez la redundancia.
Agradezco, por tanto, haber escrito, y que otros cada día me acompañen en esta tarea, sobre decenas de trabajadores sencillos a lo largo de mi vida. Agradezco haber podido darle espacio generoso en las páginas de los periódicos donde me he desempeñado y que ellos, no solo en una señalada fecha del año, sino en cualquiera, hayan tenido abiertas las puertas que los conducen a nuestras páginas de cada edición.
La salutación fraterna al taller mecánico sigue en pie. En tiempos de ayer o de hoy, en tierras de desigualdad o de justicia plena, en predios de alta tecnología o de rústicos medios, habrá que descubrirse con respeto e inclinarse agredecidos ante la hermosa inmensidad de la clase trabajadora.