Aunque ya distante de la peña campesina a la que dedicó 30 años, y sin el bar que el pueblo de Caimito bautizó con su nombre, Elpidio Rosquete Mesa era todavía un hombre joven cuando la muerte, de un tirón, llegó para terminar sus días y noches en la Tierra.
Elpidio, con quien muchas veces conversé en plena calle acerca, sobre todo, de los actuales precios en la gastronomía que lo espantaban, fue bien conocido por las dignas ofertas gastronómicas que, a precio menor de lo habitual, expendió a la población durante largos años.
Este tipo de ventas tan favorables al bolsillo popular, le atrajo siempre una nutrida clientela, compuesta por trabajadores, estudiantes, jubilados…, imposibilitados estos de acceder a opciones más caras, como también se la atrajo el hecho de que energizara, durante los fines de semana, la peña Guango Cardentey, siempre encendida de entusiasmo por vocalistas, músicos, improvisadores, declamadores, comediantes…
Recuerdo haber aterrizado allí varias veces, para compartir con artistas aficionados y profesionales, algunos de los cuales terminaron por convertirse en sujetos de crónicas y entrevistas publicadas en páginas del extinto periódico el habanero y en el artemiseño.
Primaba en aquellas peñas la espontaneidad y el sabor que le imprimían figuras como Rafael Herrera, Mario López, Martín Sánchez, Dago Amador (El Benny Caimitense), Mario Jiménez (El Guajiro Punto Com), Carlos Baluja… y Ramón Avilés, el autor del célebre tema Mañana me voy pa’ Sibanicú, y quien mantuvo con Elpidio y su peña una larga relación de hermandad.
Elpidio fue un personaje popular, administrador de un bar que un buen día se esfumó para dar paso a otro ranchón, que ojalá alguna vez pueda competir en ofertas asequibles con el “difunto” local.
No obstante, su nombre ha quedado en pie, aunque el sitio ya esté borrado. No es de extrañar. Tanta memoria gastronómica y cultural, tanto alivio para la gente común, no pueden borrarse así como así.