Tuve la suerte de que, por varios años, el joven Isbel García Villazán, vocalista, compositor, bailarín, coreógrafo y director de la Compañía Danza Unidos, me contara entre los cómplices que verían los ensayos y la primera puesta en escena de algunas de sus obras en ese espacio hermoso y raigalmente cultural que Bauta entera ha disfrutado: El Callejón de las Artes.
Soñaba Isbel, soñaba siempre. Y cuando los demás dejaban de soñar, él continuaba haciéndolo por ellos, porque rendirse era darse por concluido como ser humano y creador.
Lo vi levantarse cuando la adversidad tocaba duramente a su puerta y todos los caminos se volvían oscuros. Renacía siempre, y renacía mejor después de pelear contra molinos de vientos que, en otros casos, muy poco ánimo y coraje dejan para un segundo intento de batalla.
Formaba con su madre Libertad, exbailarina y profesora de danza; su padre Israel y su hermano Braulio, ambos músicos, una familia de artistas digna de reconocer.
Era delgado, preciso; hablaba fuerte y claro. No ocultaba siquiera una pizca de lo que su honradez como creador le dictaba. Danzó en su Callejón, en parques, calles, bibliotecas, escuelas, teatros, en el calor cercano de Venezuela y en el glamour de los distantes Mónaco y Singapur.
Cantó La Gloria eres tú, Algo contigo, Sombras, Sabor de engaño, Escóndeme en tus brazos… y una generosa galería de sones, guarachas, baladas y boleros, y dejó media vida en el empeño de concluir felizmente El Callejón…, hoy en espera de mejores tiempos para volver a llenarse de boleristas, declamadores, pintores, poetas, dramaturgos, teatristas, músicos, bailarines y bailadores… también de mucho pueblo.
De que los momentos inolvidables soñados y logrados no mueran, de que la memoria de Isbel quede viva largamente, debemos ocuparnos todos a partir de hoy.
Entre tantos recuerdos que ahora me asaltan, está la versión danzaria que hiciera de mi pieza teatral La noche del hombre mono, estrenada con motivo de la Feria del Libro en Artemisa, en 2018, de la que supo extraer su esencia y vestirla con una exquisita dosis de humor.
A sus 35 años, mucha arquitectura del alma le quedaba por construir a Isbel García Villazán. Pero el alba del último domingo traía un nudo en la garganta y la triste noticia de que todo había terminado para él.
Poco antes de morir, recordaba el historiador Eusebio Leal al gran líder y pensador indio Mahatma Gandhi y su creencia sincera en una segunda vida, porque, de lo contrario, si solo existiera esta, “la vida sería una mascarada brutal”. Quiero yo creer ahora, sencillo ateo ante la desconsoladora muerte de un amigo, en esa hermosa posibilidad.
Tambièn quiero creer en esa segunda parte. Saludos Terry.
Gracias, Miguel Terry, por poner en palabras justas tanta cosa linda de Isbel…No sé cómo podrán seguir sus papás, pero, cierto…..es momento de repetir su fuerza en los demás……Desde chiquitico lo conocí y trabajé con sus papás……Hacía unos meses lo seguía en sus programas por Facebook cada lunes…COMPOTA BOX….Trabajó siempre muy duro…y nos dejó un hueco grande en el pecho….Gracias, Miguel Terry, muchas gracias.