Arturo Manuel Márquez Mirabal, un escritor sancristobalense ya con varios reconocimientos nacionales e internacionales, formó parte de ese grupo de autores cubanos del que nunca tuvimos noticias en la extinta provincia de La Habana.
Como a muchos autores de valía, la falta de promoción, la limitante de solo encontrar divulgación (si acaso) en la antigua provincia de Pinar del Río, ponía sus obras en sitio inalcanzable para los lectores de esta parte de la nación y, seguramente, de otras muchas partes.
Pero Arturo Manuel Márquez es un poeta realmente sólido, nada cerebral, más bien diáfano, con una lírica que se disfruta gustosamente: apenas niños y adultos accedemos —o la potente voz de Arturo nos ayuda a acceder— a cuadernos como Nanas del alba, El pintor de los eternos soles y Plagiario del escriba, entre otros títulos publicados por editoras como la artemiseña Unicornio y la pinareña Cauce.
Con Arturo, precisamente, compartí palabras que he decidido llevar a los lectores, animado por el ansia de mirar por dentro la vida de uno de nuestros autores, con la suerte, pese a todos los vaivenes y sinsabores actuales, de hallarse en plena madurez creativa.
¿Qué misterios y placeres puede encontrar en la poesía un lector que vive en tiempos tan convulsos como este?
Un lector puede encontrar en la poesía muchos misterios que se ocultan en ella, y descubrir que no le sirve solo para olvidar lo que vive a su alrededor. Entra a un mundo que lo envuelve y lo transforma, ya sin importarle para qué la buscó, porque vence el placer de disfrutarla. Así se enamora de ella y comienza a necesitarla. ¡Pura magia!
¿Nunca te has aventurado en la narrativa?
Nunca, aunque sé que la poesía pudiera ayudarme. Confieso que en mi adolescencia la poesía no era de mi preferencia. Me bebí entonces todo lo escrito por Cirilo Villaverde, Carlos Loveira, Ramón Meza e Isaac Asímov, entre otros. Era lo que más me gustaba, aparte de los clásicos. Me fascinaba la narrativa como literatura; pero no era mi fuerte… ni lo es.
Solamente me he decidido —y me place mucho— a escribir algunos minicuentos; me parece que su estrategia se acerca más a la poesía, al decir más con menos.
¿Siente Arturo Manuel Márquez desventaja al vivir y crear en un municipio distante como San Cristóbal, incluso de la capital artemiseña?
Ninguna. La creación tiene propiedad independientemente de donde se desarrolle, pertenece al creador. Además, en nuestro municipio se trabaja mucho con los escritores, lo cual nos permite mantenernos activos siempre. Y las entidades encargadas de atendernos a nivel provincial lo hacen muy bien, sin diferencias. No hablemos en este caso del talento, pues este se impone en cualquier frontera.
¿Tienes algún proyecto literario en camino?
Por supuesto. El día que no ocurra, algo estará fallando. A veces ocurren decepciones capaces de alejarte de la creación; pero siempre un tema se burla de ellas y te echa a andar.
Concluí un cuaderno de sonetos para niños, con todo tipo de métrica, titulado 14 versos en juego, y dos trabajos más: Nido de erratas, acerca de diferentes errores literarios, y otro, titulado En el nombre del nombre, el cual compila diferentes y curiosas informaciones acerca de estos.
¿Cómo has vivido los instantes de esta larga y sofocante reclusión por la pandemia?
Desde el primer momento de la pandemia, en marzo, por ser vulnerable debido a mi edad, me recluí en casa. He tenido tiempo para leer los libros adquiridos en la última Feria Provincial del Libro, escuchar música, aunque no he escrito lo suficiente. He preferido organizar cuadernos engavetados y poner en orden muchas de las ideas.
¿Crees que el mundo será diferente después de esta pandemia?
Después de la pandemia, el mundo será diferente en todo. Los hombres tomarán conciencia de que, para vivir, no hay normas establecidas que no sean las de la naturaleza. A veces se nos olvida que somos parte de ella, y no la respetamos.
Hemos podido comprender que superior a ella no hay riquezas, religiones, color de la piel ni preferencias de ningún tipo y, además, que todos somos iguales: seres humanos.