Dos premisas fundamentales de trabajo para 2023 emergieron en Artemisa tras conocer en días recientes los datos sobre natalidad y mortalidad infantil en el territorio: elevar una y disminuir la otra.
Aunque la provincia se coloca en el quinto escaño a nivel nacional, con una tasa de mortalidad infantil de 5.4 por cada mil nacidos vivos, el indicador contradice las aspiraciones de mantener con vida a todos los bebés.
Asimismo, levantar la natalidad constituye un asunto prioritario. En un contexto donde Cuba expone los niveles más bajos de fecundidad de la región, las artemiseñas aportaron en el último año 4 631 nacimientos, 458 menos que en 2021.
Sin embargo, frente a las múltiples acciones en aras de lograr el deseado remplazo poblacional, no deben desatenderse los signos que apuntan a un aumento, en determinadas localidades, del embarazo en la adolescencia.
Según la estructura relativa de la fecundidad por edad, que permite determinar cuánto aportan las madres de cada grupo etario al total de nacimientos en el territorio; Artemisa exhibe una tasa de cúspide temprana (la aportan las mujeres entre 20 y 24 años) con el 31% de los alumbramientos, mientras el 16,6 % corresponde a las madres entre 15 y 19 años.
Niñas con bebés en brazos
Unos seis meses de embarazo tenía Diojana Guerra Cepeda cuando su madre lo supo. Inmediatamente la remitieron para el Hogar Materno, donde permaneció hasta el alumbramiento. Los especialistas diagnosticaron un embarazo de riesgo, amenazado por su condición de cardiópata y menor de edad. ¡14 años! Era muy joven para asumir la gestación.
Con 17, Dayanis Cruz Díaz dio a luz. Un año antes su hermana jimagua también lo hizo, por lo que el hecho no encendió las alarmas en la familia. Todo lo contrario. Acordaron que antes de enfrentar otra interrupción, lo mejor era llevar el embarazo a término.
Ambas alquizareñas componen la lista de madres adolescentes que dieron a luz en 2021, año en el que el municipio mostró la mayor tasa, 91,9 nacimientos por cada mil mujeres en estas edades, un indicador que duplicó la expuesta por la mayoría de las localidades.
Coincidentemente, las cifras del último informe de fecundidad, en su edición de mayo de 2022, de la Oficina Nacional de Estadística e Información en Artemisa, también arrojaron, en el análisis por municipios, que Alquízar registró la más alta tasa de fecundidad general, con 52,2 nacimientos por cada mil mujeres en edad fértil. Sin dudas una paradoja para una nación que anhela alcanzar los 2,1 hijos por mujer y lucha cada vez más por prevenir el embarazo en la adolescencia.

Desde la atención primaria
Por varios años al frente de la consulta municipal de Genética Comunitaria en Alquízar y Güira, Gloria Lidia Peña Martínez, especialista en primer grado en Genética Clínica, reconoce no solo un incremento de las captaciones a madres adolescentes, sino además un aumento en las estadísticas de las menores de 15 años.
“Por lo general provienen de familias disfuncionales, con bajo nivel cultural, económico… que residen en asentamientos rurales; aunque existen excepciones”, asegura la también Máster en Ciencias en Asesoramiento Genético.
“En este fenómeno influyen múltiples factores: el inicio cada vez más temprano de las relaciones sexuales, el consumo por las vías inadecuadas de los temas de sexualidad, la preocupación de las féminas a no ser aceptadas dentro del grupo social, el libertinaje sin la adecuada percepción de riesgo y, en los últimos tiempos, se suma la carencia de tabletas anticonceptivas y condones.
Peña Martínez añade a este repertorio, según la experiencia en consultas, la irresponsabilidad del hombre adulto. Por lo general, en la entrevista rutinaria a las gestantes, estas aluden al hecho de la concepción la relación con un hombre mayor de edad. “Debe existir una ley que proteja a la menor frente a tales situaciones, pues en otros países la justicia arremete severamente contra quienes vulneren la integridad de la menor”.

Los casos de Diojana y Dayanis reafirman la teoría de la especialista. Ambos padres tienen 20 y 25 años respectivamente y, milagrosamente a lo que en estos casos solemos hallar, las parejas conservan su relación afectiva.
La fecundidad en estas edades conlleva a serios riegos sociales. Uno de ellos es la privación al hijo o la hija de crecer en un ambiente de maternidad y paternidad responsable.
Se suma la ruptura psicosocial, con la vida escolar y las actividades propias de esas etapas, lo cual tiene un impacto negativo en las vidas de las madres adolescentes y que suelen significar, además, altos riegos biológicos.
«Podemos mencionar la preeclampsia, la sepsis, las anemias, el bajo peso al nacer y la prematuridad. También son frecuentes los traumatismos a la ahora del parto, por las diferencias entre el tamaño del feto y la pelvis de la madre, así como malformaciones congénitas también comunes en los embarazos que ocurren en las edades extremas de la vida», precisó Peña Martínez.
Percibir el riesgo, desde temprano
Por más de 25 años, Sonia Valle de la Nuez ha ejercido como Educadora de Salud en la dirección municipal de Alquízar. En todo este tiempo al frente de la tarea, le confiere un altísimo valor al vínculo familia-escuela-sociedad para prevenir el embarazo en edades tempranas.
«No importa cuán complejos sean los tiempos, nuestro trabajo debe continuar encaminado a reforzar el pensamiento, la actitud, el comportamiento de las y los adolescentes en pos de mantener un estado de salud adecuado», reconoce.
«Los resultados del intercambio con este grupo etario, mediante charlas educativas en las escuelas y comunidades, evidencian un comienzo de la actividad sexual entre las edades de 14 y 15 años y la mayoría de estas desprotegidas.
«También existen diferencias de género en la percepción de riesgo, mientras que las muchachas consideran que el embarazo no deseado es algo que sólo les incumbe a ellas.
«Un papel fundamental desempeña el seno familiar. Los padres casi siempre ven el riesgo afuera, como si sus hijos no estuvieran en el mismo grupo de iguales. Casi siempre cuando estamos frente a un caso de gestación precoz, estos resultan ser hijos de padres muy jóvenes que no ejercieron su rol de guías», argumenta la especialista.
Desde la Dirección Municipal de Educación no solo puede verse una fuerte ejecución y control del trabajo preventivo. Este sector libra una fuerte batalla para garantizar a la madre adolescente la continuidad de estudio, hecho al cual sueñen renunciar tras el alumbramiento.
Este es el caso de Dayanis, quien abandonó los estudios en el primer año de Bibliotecología en el IPOL Felipe Herrera para dedicarse al cuidado de su hija. En cambio, Diojana empezó en noviembre su segundo año en la especialización como maestra primaria en la Escuela Pedagógica Rubén Martínez Villena, mientras la niña aguarda en una de las instituciones infantiles del municipio, de acuerdo con la Resolución 172/2021, que establece el otorgamiento de círculos infantiles a la madre estudiante.
No ceder en voluntades
Aunque el embarazo constituye un hecho sumamente importante, por lo general las adolescentes lo asumen como un estado no deseado o no planificado. Frecuentemente asociado a una relación débil de pareja, puede desembocar en una actitud de rechazo y ocultamiento de su condición, y por consiguiente, un control prenatal tardío e insuficiente, con consecuencia para la madre y la criatura.
La atención a este hecho necesita más trabajo unificado de los actores en la sociedad y reclama mayor implicación del esposo en particular, y de la familia en sentido general.
Cuba apuesta por la natalidad, pero sobre la base de una embarazada educada, preparada y apoyada. La nación necesita que haya embarazos, que los hijos nazcan y crezcan en un ambiente familiar adecuado, con la madurez deseada y no que su educación se parezca al juego de las casitas.
Comentarios 3