Quizás sea que coser hace su mundo girar. Todo el planeta le cabe entre puntada y puntada. No necesita más. Sentarse a la máquina le basta para ser feliz. Sin más trono que una silla común, sus compañeros la coronan como reina de la costura, pues la destreza le ha distinguido durante 36 años, en el taller 104 de Thaba, en Candelaria.
Sin embargo, Maribel González Fernández es solo Titi para el colectivo de 83 trabajadores. Cualquiera se encariña con tamaña sencillez y semejante productividad.
“Desde pequeña dije que sería costurera. Mi difunta abuela tenía una máquina de coser. ¡Cómo me regañaba! Pero cuando se iba a trabajar a la fábrica El Gallito, yo me sentaba. Cortaba un pantalón malhecho para una muñeca, y después no le entraba. Lo que hacía era inventar.
“Quise matricular en un curso en el taller de Sara Almendarez. Pero cobraba 50 pesos. Somos siete hermanos y a mi mamá no le alcanzaba para pagarlos.“Tuve que esperar. Un día supe que abrirían un taller de costura. Como me gustaba tanto, saqué excelente en la prueba. Tengo delirio con coser”.
Y el tiempo le dio la razón. La norma de 60 mochilas en ocho horas le queda chica. ¡Hace 120! Incluso desafía los moldes con sus uñas largas bien pintadas. Eso sí, como el resto, también lleva espejuelos: comenzó con menos de 20 años y ya cumplió 56.
“Una vez el taller cerró por falta de materia prima. Me reubicaron en el campamento de pioneros de Sierra del Rosario, como cocinera. Era una plaza muy tentadora. En cuanto supe que mi taller reabrió, bajé y no subí más.
“Yo nací para coser. Ropa no. Ni sé ni quiero aprender. No sé cortar un pantalón. Lo que llevo dentro son mochilas (sonríe). Las cosas ripiadas son las que me gustan, para repararlas… ¡y luego no las conoces!”
Titi forma parte de un colectivo de lujo, compuesto por decenas de obreros con vasta experiencia, la gran mayoría féminas. De ese local han salido nasobucos, caretas para el personal de la Salud, maletines, portafolios, estuches de canastilla y últimamente 6 000 mochilas mensuales, a razón de 300 diarias.
Entre ellos, sobresale esta diestra mujer, y por poco ni menciona que la eligen destacada todos los meses, que igual es la presidenta de su CDR, donde no dejan de hacer fiestas cada aniversario u ocasión especial, ni de recibir disímiles visitas.
Apenas posee la medalla por 25 años de labor. Se le ha escapado a quienes seleccionan a los vanguardias, porque méritos parecen sobrarle. En cambio, ella prefiere que aluda a su hijo de 40 años: “¡maestro del politécnico!” Ese es su mejor premio; lo de cada día de trabajo en el taller… eso es coser y cantar.
Donde se pueden comprar esas mochilas que hace siglos que no vemos ninguna