No miento ni un ápice cuando afirmo que mi primera reacción al ser atacado… fue de orgullo. Por supuesto, sí me asquearon las mentiras, las bajezas y el lenguaje de desprecio de quienes escribieron contra mí, por haber denunciado los fraudes y la intención anticubana de El Toque, pero eso solo confirma que hice bien.
Ya los expertos se han encargado de probar que el sitio web de marras, tiene el propósito de sabotear nuestra ya debilitada economía y el bolsillo del ciudadano común. Incluso su máximo representante, una vez descubierto, reconoció la pretensión de derrocar al gobierno.
Insisto una vez más en que la susodicha paginilla no es la culpable de todas nuestras fragilidades y carencias. Se deben, principalmente, al bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba, e influyen además, falencias internas. Su papel radica en hundir el dedo en la llaga, con inescrupulosa alevosía.
Por tanto, en defensa de la gente de mi pueblo (y de mis propios ingresos), ejercí y ejerceré mi derecho a denunciar a quien ose agredirnos. Y no soy el único ofendido por el proceder de El Toque; como diría nuestro Martí: “yo no soy aquí más que una gota de sangre caliente en un montón de sangre coagulada”.
Tal vez me incluyan en la lista de esos a quienes “arrastrarán por sobre rocas, cuando la Revolución se venga abajo”. Quizás me exponga a que vuelvan a ladrar su odio los de salario fácil, los de libelos desconocidos para la mayoría de los fieles a este archipiélago. No saben cuán feliz me hacen de sentirme en primera fila.
Los entiendo. Defienden sus dólares, los que reciben por actuar contra quienes fueron vecinos, amigos, familia… Algunos se autoengañan con el cuentecito de la “democracia” y la lucha contra la “cruel dictadura”; los más inteligentes, a la vuelta de tantas mentiras, seguro ya no se lo creen, pero están montados en el barco y zarparon.
Nadie con un coeficiente intelectual adecuado, puede creer eso de que el fin justifica los medios y que la solución para las masas sea impedir la llegada de combustible para generar energía, o de equipos y medicamentos para niños enfermos de cáncer. ¿Cómo van a pensar que una intervención traería paz y no la muerte, a cualquiera bajo las bombas?
La única explicación yace en el egoísmo, en vivir y cobrar a cuenta del asedio a su tierra. Ese periodismo lacayo paga en billetes verdes, a diferencia de quienes nos mantenemos en el oficio por amor a este.
No conseguirán comprenderlo nunca los que me tildan de servil al Partido. Equivocan las letras: es servir,
al Partido de la unidad, a los míos, a esos algo más de diez millones de habitantes. Nadie necesita indicarme escribir cuando atacan a mi nación.
Volverán “periodistuchos” mezquinos a decir que cumplo órdenes; se reirán de la mala paga de mis cuatro empleos; procurarán desacreditarme de todas las maneras posibles. Publicarán diatribas desesperadas contra mí, en sus páginas Made in USA, para lucirse ante los amos, que sí remuneran bien a sus siervos.
Ante su condena, elijo una actitud similar a la de Ramón Labañino, en su alegato durante la vista de sentencia que lo condenó a cadena perpetua, más 18 años de privación de libertad, en cárceles de Estados Unidos: “¡Llevaré el uniforme de recluso con el mismo honor y orgullo con que un soldado lleva sus más preciadas insignias!”

