De auxiliar pedagógica en el Círculo Infantil Alegría de Vivir en Mariel, a convertirse en la primera directora de Educación del territorio en 2011. Tamara Ávila Espronceda se apropió desde la base de cuanta sensibilidad y apego distinguen a los educadores.
Bastaría una anécdota para ilustrar su determinación, cuando en mayo de 1996 estaba de licencia de maternidad, con su niña a punto de cumplir tres meses de nacida. “La maestra que estaba cubriendo en la escuela primaria Protesta de Baraguá se enfermó con hepatitis, y yo no podía descansar sabiendo que no recibían clases. De conjunto con los padres buscamos otra persona, pero no la encontramos.
“Por tanto decidimos que la mamá de una de las alumnas que no se encontraba trabajando me asistiera en el cuidado de la niña. Así me incorporé y paraba cada tres horas para lactarla. Todavía los veo y me tratan con tanto afecto, que siento orgullo de no haber titubeado cuando necesitaron de mi sacrificio”.
Aquel debut en la sala de lactantes, donde se recibían niños con solo 45 días de nacidos, despertó en esta mujer el instinto maternal y la ternura que tanta falta le harían para enfrentar las tareas por venir.
La necesidad de superarse la llevó a alcanzar la licenciatura en Educación Primaria. En la propia escuela inició las funciones administrativas; luego la promovieron a la Dirección Municipal de Educación de Mariel, primero como jefa del Grupo de Inspección y después como directora, hasta la creación de la provincia de Artemisa.
“La misión de dirigir al gremio constituyó, a la vez que un gran desafío, alto compromiso por la confianza depositada. Al mismo tiempo sobraban los retos, porque una provincia para nada se parece a un municipio, por complejo que este sea.
“Lo que funcionaba para Mariel y Guanajay, donde se sumó un Preuniversitario Urbano en 2010 y sólo habían centros internos urbanos en las enseñanzas Especial y Técnico Profesional (ETP), no se aplicaba a otras localidades procedentes de La Habana, con experiencia de escuelas en el campo, ni a los tres municipios procedentes de Pinar del Río, que tenían muchos centros ubicados en poblados rurales, diferentes en cuanto a dimensiones y aseguramientos”.
Durante la primera etapa “fue determinante la calidad humana y profesional de los dos subdirectores: Felipe, procedente de la Dirección Provincial de La Habana, quien dominaba el funcionamiento de la ETP y los centros internos, y Martha , exdirectora municipal en San Cristóbal, muy preparada en cuanto a la metodología, laboriosa…; ambos gozaban de respeto entre sus compañeros.
“Además, me acompañó un equipo de cuadros y funcionarios donde primaba el arrojo de conducir por primera vez una provincia, si bien sus conocimientos, ejemplaridad y entrega los distinguían del resto”.
Setenta y seis fundadores de la Dirección Provincial de Educación en Artemisa construyeron, con sus manos, la sede de aquel sueño en el Gobierno Provincial, al tiempo que acompañaban cada proceso y asimilaban las orientaciones de líderes imprescindibles en estos 15 años.
Cargos de directora general de Educación, Cultura y Deportes, y vicejefa de la Administración jamás desvirtúan su esencia: “educadora, mi única vocación, todo lo demás han sido tareas asigna- das, que desempeñé con el esfuerzo requerido. Pero me apasiona el aula, es mi zona de confort, en ella me siento como pez en el agua”.
Sin embargo, al concluir en el Gobierno, no pudo regresar al magisterio por problemas de salud. Hoy es especialista de Medio Ambiente de la Central Termoeléctrica Máximo Gómez, donde el “bichito” de enseñar sale a la luz de varias formas.
La Tamara educadora siempre inspira, ayuda a crecer, aporta al desarrollo humano. “No hay experiencia más noble y reconfortante que ver a alguien aprender algo nuevo gracias a ti, encontrar en tantos lugares personas valiosas en la que dejaste huella, convertir a las nuevas generaciones en seres útiles a la sociedad. El corazón late fuerte en esta profesión”.



