Esta cronista recibe cada cierto tiempo un recordatorio como reflexión de vida, tras un hecho que marcó el ejercicio profesional de una colega vietnamita desde la etapa estudiantil que compartimos en Cuba. Cinco años pasaron ya desde que se graduara y regresara a “la tierra de los anamitas”, allí se ha dedicado al periodismo de investigación en salud, pero jamás olvida el Servicio de hemodiálisis en este punto del Caribe.
Con frecuencia me advierte desde el otro lado del océano: “Ustedes los cubanos jamás sabrán el valor incalculable de eso que es la hemodiálisis y el modo excepcional de funcionar ahí”.
Por esa y muchas razones, Artemisa en sus 15 años debe celebrar también el funcionamiento de un servicio que no por cotidiano, deja de ser extraordinario, por su permanencia y resultados. La historia de Amaury Herrera Montano, paciente que recuperó la función renal en San Cristóbal, así lo patentiza.
Diagnosticado con insuficiencia renal crónica, se sometió al programa regular de hemodiálisis y estuvo dos años en el proceso dialítico, a partir del cual recuperó la función, gracias a un esmerado tratamiento y la colaboración de un grupo de especialistas y enfermeros que devolvieron a la normalidad a este hombre agradecido.
“Yo estoy muy satisfecho; me trataron como a un familiar; las enfermeras y médicos obraron un milagro. Ya creía estar al borde de la muerte cuando me sacaron de ese abismo sin vuelta. Mucho le debo a la doctora Bárbara, que habló tanto conmigo y me dio el ánimo necesario porque yo estaba renuente. Entre todos me persuadieron y mírame aquí, luchando todavía”.
Lázaro Negrín Serrano, paciente nefrópata desde los 8 años de edad, con insuficiencia renal crónica desde los 16, lleva ya 18 años dializándose, sin interrumpir el tratamiento por ningún motivo: ni la pandemia de covid 19, ni sismo, ni ciclones, ni intensas lluvias o cualquier otra situación excepcional; asegura.
En la misma sala, encontramos a Alberto Albizo Martínez un residente en Estados Unidos, que regresó a Cuba para hacerse este tratamiento y reconoce que en poco tiempo ha cambiado favorablemente su estado de salud.
Todos ellos están bajo los cuidados de muchos profesionales valiosos, liderados por el nefrólogo Orosmán Cuesta Panaco, jefe del grupo provincial de nefrología y presidente del Capítulo de la especialidad en Artemisa.

“Este fue el primer servicio creado en el contexto de la Batalla de Ideas, en el año 2001. El Comandante en Jefe, en la inauguración del policlínico Mario Escalona, del municipio de Habana del Este, anunció al mundo que dedicaría mucho empeño a la revitalización de los servicios de hemodiálisis, porque había pacientes que tenían que viajar hasta 200 kilómetros para recibir el tratamiento”, rememora Cuesta Panaco.
Fidel se refería precisamente a los pacientes de la región más oriental de Pinar del Río: San Cristóbal, Bahía Honda y Candelaria. Su construcción fue un logro, después aparecieron otros, como el de Artemisa y el de Sandino.
Un servicio de excelencia
Este es un servicio demandante de recursos y el bloqueo también lo afecta. Muchas veces hay que hacer grandes esfuerzos para poder adquirir los dializadores, ramas, agujas, etc, en lugares muy lejanos como China y Alemania, lo cual encarece el proceder. Cuesta Panaco, quien asegura haberse comprometido con el Comandante en
Jefe para lograr un servicio de excelencia, asegura que “en países desarrollados la mortalidad en los servicios de diálisis oscila entre un 10 y un 30 por ciento (%). Desde la creación de la provincia, tanto en Artemisa como en San Cristóbal, se han mantenido los estándares por debajo de la media nacional que en Cuba va de un 30 a un 45%”.
Aquí exhiben un 22,4 %. “Tiene que ver con el esfuerzo del equipo de trabajo, una evaluación multidisciplinaria y un examen exhaustivo. El es pionero en la diálisis peritoneal continua, ambulatoria y automatizada, es uno de los pocos en el país que realiza plasmaféresis terapéutica.
“Se trata de uno de los procederes más caros de la medicina, con un costo en el mundo entre los 120 y 150 000 dólares. Ya 251 pacientes han sido beneficiados con esta técnica, con una mortalidad extremadamente baja”, explica.
Además, tras el entrenamiento para la diálisis peritoneal continua, ambulatoria y automatizada, se donaron a Cuba equipos para diez pacientes y de ellos tres vinieron a nuestra región y garantizan un tratamiento con una altísima calidad. El proceder es alternativo a la hemodiálisis, en lugar de una máquina, se utiliza el peritoneo como método de intercambio y genera un sentimiento de autonomía en el paciente, una percepción de que la enfermedad está minimizada.
Comparte el doctor otras buenas noticias: “En los últimos 15 años nos hemos mantenido con un número elevado de aptos para el trasplante. Este año, como parte de la conmemoración por el 50 aniversario del trasplante renal en Cuba, Gabriel, uno de nuestros pacientes, fue beneficiado con el trasplante de donante vivo; en estos momentos goza de buena salud en su casa”. Otro punto a favor es el hecho de alargar la vida de los dializadores, un proceder que se emplea incluso en países como Estados Unidos, pero que aquí se acentúa por el bloqueo.
“El reúso, al tapizarse con las proteínas plasmáticas del propio paciente, el dializador lo hace más compatible. Creamos esa técnica aquí, la fuimos enriqueciendo y en la actualidad, ha sido extendida en el país. Sobre la seguridad biológica, agrega el doctor Cuesta que la Hepatitis C es un problema, con una prevalencia actual del 28%, que consideran alta, pero nunca han superado la media nacional.
«Ya tenemos controlados a todos los pacientes, y no constituye un factor de riesgo adicional. Mientras, la Hepatitis B está en cero aquí, gracias a un trabajo de vacunación previa”.
“Nuestro centro, explica, ha sido seleccionado para poner a prueba nuevas tecnologías. Hemos probado con éxito el nuevo riñón de la transnacional B. Braun y más recientemente adquirimos un riñón de procedencia China de muy buenas prestaciones. Es exclusivo del servicio de San Cristóbal que tiene los únicos riñones de esa tecnología en todo el país».
Con el reto de volver a indicadores como los del quinquenio 2010 – 2015, cuando la mortalidad estuvo en 12%, y con la satisfacción de contar con pacientes longevos, transcurre la cotidianidad de este servicio, guiado por las normas internacionales y sumando cuotas de entrega y amor, tan necesarias también para la supervivencia de los dializados.



