Amante de la historia y de la matemática, Anthony Díaz Hernández es por estos días uno de los artemiseños más felices. Una de sus obras en verso resultó ganadora de la cuarta edición del Concurso Mi Fidel, convocado en 2025 por el Centro Fidel Castro Ruz. Aunque es parco y modesto, su alegría es desbordante y contagiosa.
Al regocijo por el premio se suma el orgullo que presume por cumplir años el 27 de noviembre, fecha que coincide con la primera visita a la Villa Roja del entonces estudiante de Derecho, en 1947, invitado por los alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza, para rendir tributo a los ocho estudiantes de medicina, fusilados por las autoridades españolas en 1871.
Respecto al significado que para él tiene este reconocimiento, refiere Anthony que «dentro de dos días cumplo 17 años y considero un regalo muy bonito y especial haber ganado un concurso nacional dedicado a la personalidad, a cuya vida y obra he dedicado incontables horas de lectura. Cuando murió hace nueve años, yo era muy pequeño y casi no tengo recuerdos asociados a él. Pero gracias a la lectura, a la televisión, a otros medios de comunicación y a las referencias de mi familia y de muchas personas que sí lo conocieron, personalmente o no, he podido formarme una idea de su carácter, de sus proyecciones, de sus aspiraciones. Y esa es la forma en que he ido creando mi propio Fidel, principal requisito que se exige a los concursantes en el certamen».
El concurso convoca como las modalidades posibles para participar: dibujo, fotografía y literatura. Está última es la que mejor se le da. Y entre las categorías de carta, cuento y poesía, prefirió también la última. Fue en los versos de la poesía Mi Comandante que encontró las mayores posibilidades para dejar constancia del significado que tiene en él la estatura de Fidel, por sus conocimientos enciclopédicos, por ser hombre de pensamiento avanzado y de acción indetenible en favor de Cuba y del mundo, de elevado humanismo, de liderazgo indiscutible; capaz de guiar a su pueblo al combate por la libertad, corriendo el riesgo de morir por un ideal; como lo hizo José Martí en la Guerra del 95 y años después lo hicieron los combatientes de Artemisa que lo acompañaron en el Moncada, en la prisión, el exilio y en la Sierra Maestra.

A la pregunta de cuánto más quisiera estudiar sobre Fidel, asegura: «A pesar de la lectura y de tantas referencias, considero que de Fidel conozco una parte bien pequeña de su inmensa y polifacética trayectoria, de su obra y de sus aportes a la humanidad. Por eso quisiera investigar y saber mucho más, sobre todo de sus vínculos con el pueblo de Artemisa, de sus visitas, de los lugares donde estuvo y de la gente con las que trabajó, de la impronta que marcó entre los artemiseños».
A muchas personas agradece Anthony por todo lo aprendido. A sus padres por el acompañamiento permanente e incondicional, al igual que a sus maestros de siempre. Y para el poeta Jesús Puldón tiene un lugar especial, pues ha dido su asesor a la hora de escuchar, leer y escribir poesía. Sin embargo, es a Fidel a quien más agradece, por ser fuente constante de aprendizaje e inspiración en el camino a estudiar una carrera universitaria y en el empeño de ser todos los días una mejor persona.
Mi Comandante
Entre montes verdes y cielos ardientes,
surgió tu figura, voz de insurgentes.
De la Sierra Maestra bajó tu bandera,
mi comandante, llama sincera.
Tu verbo encendía la fe del hambriento,
tu paso marcaba justicia y aliento.
En cada palmera se oía tu canto,
rompías cadenas, borrabas el llanto.
Tu pueblo despierto siguió tu camino,
sembrando esperanza, trazando destino.
No fueron los años, fue la voluntad,
la que hizo del hombre, toda una ciudad.
Luchaste en el monte, descalzo y valiente,
con sueños de patria latiendo en la frente.
Ni el miedo ni el hierro detuvieron tu afán,
pues Cuba te alzaba como capitán.
El viento traía rumores de gloria,
y el mar repetía tu eterna memoria.
Fidel, comandante del alma cubana,
fuego que alumbra la noche temprana.
Habrá quien te juzgue, quien dude, quien mire,
pero el pueblo recuerda por quién fue que vive.
Tú diste palabras, escuela y razón,
y un sueño invencible de revolución.
Los niños te nombran, los viejos te lloran,
las plazas te guardan, las olas te imploran.
Tu sombra camina por cada rincón,
mi comandante, del pueblo el corazón.
Pasarán los siglos, y el sol del oriente
seguirá alumbrando tu rostro valiente.
Que el tiempo te juzgue, que diga la historia,
tu nombre ya habita en la eterna memoria.
Mi comandante, voz del Caribe,
tus pasos resuenan, tu fuego no muere.
Aunque la muerte te llame distante,
¡Cuba te vive, mi eterno comandante!



