Fue una verdadera matanza la que se desató contra el pueblo de Cabañas en noviembre de 1958. Se conoce más sobre los crímenes cometidos por la tiranía con decenas de asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, de los asesinatos en el norte de Oriente – conocidos como las Pascuas sangrientas – perpetrados por el ejercito después del desembarco del Granma y del levantamiento armado en Santiago de Cuba y de la matanza de los expedicionarios del Corynthia. Pero no cabe dudas de que lo sucedido en Cabañas se inscribe entre los actos de salvajismo más viles y deleznables llevados a cabo por la tiranía batistiana.
Pero en Cabañas no se olvida a sus hijos asesinados y los que combatieron a la dictadura en esta parte de Cuba, tampoco olvidan. Pastor Valente fue uno de los combatientes que integró la columna 2 Ciro Redondo del Ejército Rebelde al mando del Capitán Rogelio Payret, Claudio, que operó la zona montañosa de la Sierra del Rosario. Multiples recuerdos acumulaba de aquella etapa de lucha, de los vínculos con la población campesina, de lo difícil que resultaba el avituallamiento de la tropa y la vida en campaña, pero sobre todo de las acciones combativas que libraron contra fuerzas enemigas.
Con dolor e indignación contaba sobre los pormenores de la masacre de Cabañas: «Todo ocurrió después del 16 de noviembre de 1958. Ese día, en horas de la noche colocamos una emboscada en la curva de La Vigía a dos carros patrulleros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), encargados de custodiar la guagua que hacía viaje entre Guanajay y Bahía Honda, por el Circuito Norte. Cuando la guagua disminuyó la velocidad en la curva y los patrulleros se pusieron a tiro de fusil, abrimos fuego contra ellos, poniendo mucho cuidado para evitar que corrieran riesgos los tripulantes y pasajeros de la guagua».
«Producto del tiroreo, que se inició con un disparo de Claudio, murió el soldado José González Bello y otros siete resultaron heridos. No los abandonamos. Le dimos atención porque teníamos como principio en la guerrilla, siempre que fuera posible, asistir al enemigo y jamás ofender ni maltratar a heridos y prisioneros. Acto seguido, recogimos su armamento, le dimos candela a las dos patrullas y volvimos a coger el monte».
Muy diferente fue la actitud de la soldadesca batistiana. Impotente y llena de odio, se ensañó con la población indefensa de Cabañas y sus alrededores. Durante varios días los militares sedientos de sangre asesinaron a un total de 22 personas inocentes.
En aquellos momentos el coronel Evelio Miranda era el jefe del Regimiento Militar Rius Rivera y tenía su cuartel general en Pinar del Río. Cuando conoció de lo sucedido con los carros patrulleros, de inmediato ordenó a Leovigildo Iturriaga, jefe del escuadrón de Bahía Honda, a Jacinto Menocal, el comandante que estaba al frente del escuadrón de San Cristòbal y al también comandante Estaban Pantoja, con el mismo cargo en Guanajay; que no dieran tregua y salieran sin escrúpulo alguno a matar a todo el que fuera sospechoso de tener cualquier tipo de vínculo con el tiroteo en La Vigía.
Los más antiguos residentes de Cabañas y sus alrededores, recuerdan todavía las jornadas de terror. Uno de los luchadores clandestinos del Movimiento 26 de Julio que operaba en Cabañas y Sandino, Roberto Rodríguez, rememora los sucesos: «
«Los tenientes Carreño y Cassola, el Sargento Carrazana, los cabos Luis Lara Crespo y Ramón Ross Leal, no se detuvieron ni siquiera por el hecho de que sus víctimas eran campesinos muy humildes y algunos hasta padecían de retraso mental. Nada los detuvo y se convirtieron en bestias asesinas, junto a otros 200 soldados y casi medio centenar de integrantes del grupo paramilitar conocido como Tigres de Mansferrer».
«En los días de la masacre la población observaba con pánico el recorrido de los carros de la policía por el pueblo y cómo sus vecinos o familiares eran arrancados de sus casas por la fuerza bruta. Se escuchaba con horror los gritos de quienes eran torturados en el cuartel de la guardia rural, sometidos a martirio permanente».
«Asesinaron sin límites. Se ensañaron en Cabañas, pero mataron en San Claudio, en Tapia, en Las Pozas, en Bahía Honda. Mataron incluso a personas solo porque eran negras, a otras dos por hacerse sospechosas después de ayudar a un miembro del SIM que estaba herido. Ametrallaron un bohío con la familia dentro. Algunas víctimas murieron ahorcadas, otras fueron apaleadas o acribilladas a balazos. Castraron a un prisionero».
«Se extremaron en crueldad con muchas víctimas. A Marcos Antonio Lafá lo destrozaron en el cuartel de Cabañas, a Leovigildo Trujillo Negrín lo amarraron y descuartizaron, a Calestino Moreno Fiallo lo sacaron de su finca y fue asesinado sin pretexto alguno. Al estudiante Hugo García Lombillo lo metieron en un saco, lo perforaron con las ballonetas y lo tiraron en un río. Convirtieron la zona en un infierno de dolor y muerte».
El 20 de noviembre fue el día escogido para rendir cada año el tributo merecido a los mártires de la masacre de Cabañas, con una peregrinación desde el parque hasta el monumento erigido en la Secundaria Básica Marcos Antonio Lafá, donde otrora estuvo el cuartel de la guardia rural.
«En 60 años no he faltado a uno solo de los actos realizados aquí. Mientras tenga fuerzas , vendré y cuando ya no pueda venir, vendrá mi hijo en mi nombre. No se trata de remordimientos de conciencia. Nunca nos hemos sentido responsables por lo matanza que sobrevino después. Siempre supimos de la desmedida naturaleza criminal de la tiranía. Pero sí tenemos el compromiso de acompañar por siempre al pueblo de Cabañas, compartiendo su recuerdo más doloroso».
Fueron palabras de René González Novales, El Rubio de Mery, pronunciadas en el año 2018. Fue uno de los oficiales de la tropa rebelde que participó en el ataque a los patrulleros en la acción de La Vigía. Falleció en el año 2021 y desde entonces, su hijo, René González Barrios, Director fundador del Centro Fidel Castro Ruz, al igual que otros hijos y nietos de combatientes, no falta en la primera fila del homenaje a los mártires de Cabañas, convertido ya en parte importante de la tradición heroica de ese pueblo que fue mambí y es siempre rebelde.



