“Conmemoramos ocho decenios desde que se crearon las Naciones Unidas para promover la paz, el desarrollo sostenible y los derechos humanos en todo el mundo. Pero, nuestra credibilidad como comunidad internacional se cuestiona más que nunca, porque desde 1992 se ha aprobado esta resolución pero, no ha tenido un impacto práctico”. Fueron palabras del representante de Angola en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 29 de octubre.
Razones le sobran para hablar en este caso de credibilidad. Llegó la ONU a su cumpleaños 80, fracturada en su autoridad y dependiente de quienes la convierten en un campo de golf. Vergüenza más que regocijo deben sentir los integrantes del círculo de manipuladores que, lejos de encaminar a la institución por senderos de justicia, paz y seguridad, la empujan todos los días un poquito más al borde de un abismo bien profundo de arbitrariedades, calamidades morales y desigualdades que benefician a quienes pretenden dominar el mundo, tomando las riendas del sistema de relaciones internacionales.
Lo sucedido no es noticia. Otra vez, por abrumadora mayoría los países allí representados votaron en favor de la Resolución, presentada por Cuba en contra del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos.
Es ya habitual que el propio bloqueador e Israel, su compinche en materia de asesinatos en masa, sigan obstinados en mantener el bloqueo. No asusta que se hayan sumado este año la Argentina de Milei, Paraguay, Hungría, Macedonia del Norte y Ucrania. Tampoco resulta alarmante que, asustadizos y temerosos, salvaran sus votos Albania, Bosnia y Herzegovina, República Checa, Ecuador, Costa Rica, Estonia, Latvia, Lituania, Marruecos, Polonia, Moldavia, Rumania.
En definitiva, los ya veteranos y los que se estrenaron en esta edición como defensores del bloqueo, y quienes prefirieron sumarse ahora al listado de los indecisos; actuaron en proporción directa con la cantidad de llamadas de atención, regaños, amenazas y promesas que les hizo Estados Unidos.
¿Qué hacen bulto? Es cierto. Mas, ni unos ni otros son palos que aporten leña suficiente a la hoguera donde pretenden incendiar con carencias y restricciones al pueblo cubano.
Lo que de verdad duele y preocupa es ver en lo adelante, como se desconoce e irrespeta la voluntad expresa de 165 naciones que volvieron a formar filas al lado de Cuba y que no puede la ONU frenar la imposición de medidas unilaterales y extraterritoriales que denigran e infectan los principios propuestos en la Carta de las Naciones, como garante del derecho Internacional y la coexistencia pacífica.
Duele y preocupa saber que todavía hay quien le hace el juego a Estados Unidos, alentando el sostenimiento del bloqueo, en tanto es condición necesaria y combustible en su afán de mantener a Cuba en el listado de países patrocinadores del terrorismo, engendro incompatible con el sistema internacional del Estado de Derecho.
Duele y preocupa la insistencia en llamar embargo a una política de bloqueo –no es ocioso recordarlo– que impide la entrada en Cuba de medicamentos para salvar vidas de niños con cáncer, que no nos deja acceder a nuevas tecnologías, servicios, recursos financieros y que corta de un tajo las capacidades y posibilidades de inversión extranjera, afectando a los más vulnerables y retrasando el desarrollo sostenible del país, amén de nuestras propios errores y distorsiones, que indudablemente debemos corregir.
El bloqueo va más allá. Convertido en ley del Congreso norteamericano, no afecta solo a nuestro país. Sus medidas serruchan el entramado de viguetas y horcones donde deben sostenerse -como afirmó en la Asamblea General uno de los representantes amigos de Cuba- los principios de soberanía, no intervención, no injerencia y mantenimiento de relaciones amistosas entre los estados.
No sé si lo sabrán los renegados y los que se abstuvieron: la eliminación del bloqueo no beneficia nada más a Cuba, por el hecho de que podamos en lo adelante tener acceso libre a los créditos financieros y al comercio internacional, sin restricciones de ningún tipo. Eliminar el bloqueo también hará más libres a los que ahora se sumaron a Israel y a Estados Unidos y a los que decidieron el voto de silencio para no meterse en problemas con los genocidas.
Eliminar el bloqueo será como abrir para el resto del mundo una puerta de entrada a un sistema de relaciones internacionales más justas, multilaterales y constructivas, basadas en un trabajo diplomático transparente y respetuoso, que permita caminar al progreso económico y a la democracia.


