Justo en 1960, año de la Ley de Nacionalización de la Banca, dictada por el Gobierno Revolucionario, nació Sonia Betancourt Darboys. Y no se trata solo de una coincidencia; el destino la ligaría hasta hoy al sistema bancario, donde esta artemiseña ha desempeñado todas las funciones.
Comenzó a trabajar a los 16 años, luego de abandonar el preuniversitario por problemas de enfermedad. Superó exámenes de Español y Matemáticas, entrevistas políticas, y de esa forma comenzó a trabajar en la sucursal ubicada en la calle José Martí de la Villa Roja, el primero de junio de 1976. Mientras hacía su vida laboral, alcanzó el técnico medio en Finanzas y Planificación. Los estudios supo combinarlos con una activa participación en tareas juveniles y convocatorias del Partido: trabajos voluntarios en labores agrícolas, marchas del pueblo, movilizaciones. “Ni en los momentos más complicados del Período Especial o el coronavirus el banco dejó de atender al pueblo”.
Durante más de cuatro décadas Sonia experimentó todas las plazas posibles: especialista en contabilidad y bóveda, secretaria, gestora de negocios, gerente contable, comercial…, hasta su jubilación en febrero de 2020. Pero solo siete meses después ya estaba de regreso debido a la falta de personal por el azote de la Covid-19.
El 30 de diciembre del propio 2020 un nuevo horizonte se abriría: la Dirección Provincial del Banco de Crédito y Comercio (Bandec), antes radicada en La Habana, lo cual califica como un “un gran logro, pues acerca más nuestros servicios a las 11 sucursales”.
En la actualidad se desempeña como gestora de negocios, vela por los créditos de empresas y personas naturales, otro de los aciertos de este organismo desde su creación en 1997. “En cualquier entidad a la cual uno se dirija, debe recibir la mejor atención, sin distinciones entre un banco financiero o de empresas”, opina.
Esta avezada mujer, a quien la emoción le brota en las pupilas, conoce de sacrificios y renuncias a lo largo de su extensa hoja de servicios.
“Sabemos la hora de entrada, pero no la de salida, porque aunque cerramos las puertas a la población a las 3 de la tarde, a partir de ahí comienza nuestro cierre diario a las oficinas centrales. “Toda esa responsabilidad hay que compartirla con los roles de madres, hijas, esposas… El público necesita la mejor respuesta, el trato más profesional”.
Para Sonia un trabajador bancario “debe amar su uniforme, demostrar el sentido de pertenencia, ya que el banco es un organismo muy respetado y confiable. Disciplina, ética, humildad han de caracterizarnos.
“Cada puesto fue una enseñanza, me ayudó a crecer”, asegura, al tiempo que manifiesta la satisfacción de haber formado personas muy valiosas que hoy ostentan cargos importantes. “Mientras tenga fuerzas transmitiré mis conocimientos. Nunca dejaré de educar a los jóvenes con interés en la banca”.