En Playa Baracoa, Bauta, un proyecto cultural ha cambiado el entorno. La Finquita del arte, invita a escribir, para resaltar el empeño de sus protagonistas.
El polvo del camino y el olor a tierra fértil, dan la bienvenida. Entre guayabas, frutabomba, cebollinos, el cantío del gallo y algún que otro cerdo, visualizamos la entrada al proyecto, donde nos recibió su creador: Miguel Alexei Rodríguez Mendiola, hombre sencillo y jovial, graduado en la Academia de las Artes San Alejandro como pintor.
El capitalino, nacido en San Miguel del Padrón, ya se siente artemiseño adoptivo y está aplatanado en Bauta. Ya olvidó el ruido citadino para adentrarse en la tranquilidad del campo, cerca del mar, donde teje su propia historia.
Junto al aroma a salitre y aire puro, encuentra placer en la enseñanza y crea obras con elementos naturales, que para muchos son inservibles. En ese empeño inserta a otras familias en su proyecto comunitario, a la par que regala los frutos que allí cultivan y educa a los niños en la creación artística. A su alrededor, el ingenioso mundo infantil, se mezcla con la naturaleza que le rodea y los infantes pintan sus sueños.
Entre recortes de papel, caracoles y cartulinas, crecen sus alumnos, algunos de los que han conquistado premios en eventos nacionales e internacionales, desarrollados en Cuba y el exterior, por la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas, FAO, como es el caso de la niña de 13 años Maikely Palacios Díaz, ganadora del concurso Un mundo por alimentos.
Inicios, y retoños de un proyecto
La pandemia de Covid 19 fue un momento crucial. En esa etapa, lo que antes fue un espacio para la cría de cerdos, pasó a ser el Salón de las artes.
Entre grandes muros de rústicas piedras, los niños comenzaron a encontrar el mejor lugar para dibujar, jugar, cantar y emular con sus padres. Sí, porque en La Finquita del arte, las madres tienen su espacio. Ellas pintan la imaginación de sus niños; recortan, rasgan y utilizan pegamentos para adherir figuras de la naturaleza a los dibujos de sus retoños; y organizan excursiones que promocionan la experiencia cultural del proyecto.
Todos los domingos se reúnen como una gran familia. Sueñan despiertas, degustan un té, declaman un poema y hacen valer la frase martiana que reza: “El arte es el modo más corto de llegar a la verdad y ponerla, de manera que perdure en las mentes y los corazones, apelando así a la función comunitaria de este”.
Un fruto de la Finquita del arte
La joven Rodzey Linares Rodríguez, es un fruto de “La Finquita del arte”. En ella se personifican amor, pasión, laboriosidad y empeño, por ser cada día mejor. De niña sabía que su sueño era ser artista, pensó ser pintora. Entonces, se cobijó a la sombra de Miguel Alexei y creció en “La Finquita del arte”.
Amante de las artes plásticas, desde pequeña Rodzey siempre hizo garabatos con crayolas y colores. Siempre inventó en su mundo infantil, algún traje para sus muñecas. También hizo arte con sus manos, al pintar su rostro cual actriz de televisión o cine. Sin dudas tenía una artista tatuada en el alma.
Pasó el tiempo y se hizo instructora de Arte, con dos hermosas niñas a las cuales inculca el amor por la naturaleza, los pinceles y todo lo que huela a creación artística. Alanis Isabel y Maria Amalia, tienen un vínculo directo con el proyecto sociocultural. Ellas resultan el mejor reflejo de lo que fue la infancia de Rodzey. Cada domingo de verano, en un entorno lleno de aire puro y naturaleza viva, las pequeñas corrieron, jugaron, rieron y cantaron, al saberse dueñas de sí mismas. Genuinas continuadoras de la obra que sembró mamá.
Rodzey Linares Rodríguez, no esconde la emoción cuando se refiere al proyecto “Es mágico, único en mi vida. Aquí me formé como artista y como el agua regresa a la tierra, yo también regreso a mis inicios. La Finquita… es mi otra casa. Aquí jugamos, tomamos un té, hacemos tertulias literarias y lo más importante, vemos crecer a nuestros niños en un mundo sano. Para mí los domingos son sagrados. Aunque esté cansada, y haya otras responsabilidades que cumplir como madre, traigo a mis niñas al proyecto.
Incluso ellas me lo piden desde días antes. Aquí encuentro paz, armonía de colores y disfruto la sonrisa de todos los niños, cuando logran hacer una obra, por sencilla que sea”.
No hay dudas. La obra de Miguel Alexei Rodríguez Mendiola, trasciende por sus encantos. Los alumnos que dirige y enseña, representan la mejor creación.


