Los muchachos de Bauta que perdieron la vida recientemente a causa de una descarga eléctrica, duelen y dolerán siempre en el recuerdo de los suyos y en la capacidad de sobrecogernos antes la desgracia de otros.
Esa jornada también falleció una menor por ahogamiento en una piscina y la muerte fue ese mismo día, otra vez, saldo fatal en un enésimo accidente de tránsito.
Llegan los meses de verano y con ellos incrementan los riesgos de accidentes en una etapa concebida para el disfrute, pero que a los efectos de este inicio de junio, reclaman precaución.
Los peligros de las tormentas son más que conocidos, pero cuando irrumpen de manera local, sin margen para pronósticos, la severidad exige preparación desde tiempos de calma a fin de protegernos.
Actividad eléctrica, posible ocurrencia de tornados y trombas, lluvias fuertes e inundaciones repentinas, nos ponen en alerta casi todos los días durante esta época del año.
Los rayos, como también se les conoce a las descargas, no siempre llegan acompañados de precipitaciones, pero algunas señales como nublados oscuros, truenos lejanos o movimiento de aves en el cielo, son indicios de tormenta eléctrica; ponerse a buen resguardo y persuadir a niños y jóvenes sobre la necesidad de una conducta prudente al respecto, marca diferencias a favor de la vida.
Ya hemos alertado en el artemiseño que Cuba reportó 1 742 personas fallecidas en 30 años por descargas eléctricas, primera causa de muerte por fenómenos naturales en el archipiélago antillano. En los últimos cuatro decenios, ocurrió un crecimiento de la actividad de tormentas y descargas, en más del 50 por ciento de las estaciones meteorológicas del país, según datos del Instituto de Meteorología.
Por varias vías se han dado a conocer las recomendaciones al respecto de la Defensa Civil de Cuba, el Instituto de Meteorología y el Instituto de Geofísica y Astronomía.
Se aconseja, por ejemplo, no colocarse debajo de árboles, postes o cables eléctricos en medio de una tormenta o amenaza de ella. En caso de ser sorprendido en plena calle, buscar refugio en el interior de edificaciones techadas; nunca caminar en esas condiciones y mucho menos correr con la ropa mojada, ya que suele crearse una turbulencia en el aire, que puede atraer al rayo. Igual riesgo representa practicar deportes en terrenos abiertos, montar a caballo o hablar por teléfono.
Las personas deben alejarse de cercas metálicas, alambres y vallas; en caso de formar parte de un grupo situado en un área descampada, lo correcto es separarse de manera individual, ponerse de cuclillas e inclinar la cabeza sobre las rodillas con los oídos tapados, hasta tanto pase la severidad.
Si estamos en playas, piscinas, ríos o embalses, lo correcto es salir tan pronto comience a tronar, porque el agua conduce la electricidad.
Si estás en áreas exteriores y no puedes encontrar refugio, permanece lo más pegado que puedas al suelo; no utilices teléfonos, ni equipos electrónicos; evita el contacto directo con pisos y paredes de concreto.
En casa, una buena manera de aislarse es sentarse en una silla que no sea de metal y apoyar los pies en la mesa u otra silla que tampoco sea metálica. Lo mejor es tumbarse en una cama o litera, más aún si son de madera.
Además, después de escuchar el último trueno, se esperan 30 minutos antes de salir del lugar seguro. Aunque la tormenta esté lejos, los rayos pueden impactar a más de 20 kilómetros de la distancia de su epicentro.
Las precauciones ante la actividad lluviosa del verano, incluyen también esperar al drenaje de las aguas en zonas inundadas para asegurarse de caminar o transitar sobre suelo firme y evitar caídas.
Los ciclones, fenómenos de mayor complejidad y duración, requieren medidas más exigentes; antes, durante y posteriores al paso del organismo meteorológico. Probablemente sean más conocidas por la población, aunque no debemos jamás bajar la guardia o confiarnos. La disciplina, siempre.
La visita a espacios recreativos con áreas de baño, también exige de nosotros prevención y protección, sobre todo por el bienestar y seguridad de niños y adolescentes, más vulnerables a los accidentes debido a un grado inferior de madurez y de conciencia que las personas adultas.
Otro de los peligros del verano tiene que ver con los accidentes de tránsito, por un tráfico de mayor flujo y el incremento de ingestión de bebidas alcohólicas en actividades festivas y sitios destinados a la recreación.
Al margen de la etapa estival, la accidentalidad ha aumentado en nuestro país y urge tomar medidas para hacer del infortunio un fenómeno evitable.
Así que, si eres conductor, recuerda evitar el exceso de velocidad, mantén la distancia adecuada respecto a otros carros y respeta todas las leyes del tránsito de manera general. Si eres pasajero, defiende amablemente el derecho a vivir y llegar seguro a tu destino ante cualquier negligencia.
Disfrutemos del verano en la medida de lo posible y procuremos que la dicha nos sonría practicando el arte de prever.