Nadie debería marcharse de Bahía Honda sin acudir a la unidad empresarial de base Logística, conocida como Centro de Elaboración. Sus variadas ofertas resaltan el poder del liderazgo y la laboriosidad. Lo dice la cola al mediodía para comprar espaguetis a la criolla y lo confirman Clara Laza y Odanys Báez, pobladoras que adquieren alimentos con frecuencia.
Recuerdo el quehacer de este colectivo en octubre de 2022, tras el paso del huracán Ian. Más de dos años después todo se mantiene igual, excepto el nombre de La Pinareña. En ambas ocasiones encontré, al frente de cada empeño, a Manuel Valdés, quien desde 1993 administra este centro con ternura y firmeza.
“Elaboramos a diario unas 3 000 croquetas, según la demanda de las unidades gastronómicas locales, el Sistema de Atención a la Familia y nuestro punto de venta. Para eso empleamos picadillo de soya, pero también se pueden incorporar a la masa recortes de jamonada, pescado…; al mismo tiempo, usamos como extensores chícharos, yuca y hasta frutabomba verde”.
Según Manuel, “la tenca que nos suministra la pesca del municipio la vendemos salada. Y no solo eso: brindamos la opción de bufets a quinceañeros, con masarreal, ensalada fría, medallón, pasta de bocadito, entre otros. La Oficina del Registro de Consumidores nos actualiza sobre los que cumplen esa edad en Bahía Honda y Pablo de la Torriente”.
En este centro, declarado el más integral en la provincia en 2024, cuando superó su plan de venta de 13 millones, se han encadenado con las bases productivas y les compran muchas de sus cosechas. Asimismo, confeccionan el pan de San Francisco, un tipo de palitroque dulce de masa suave, y mayonesa, que comercializan a 230 pesos en bolsitas de 300 gramos.
“Las utilidades ascendieron a 2,3 millones de pesos. Una parte de estas, correspondiente a agosto, septiembre y octubre se distribuyó a razón de 7 000 pesos por trabajador.
“¿Cómo lo logramos? Sobre la base del sacrificio, sentido de pertenencia y deseos de trabajar. Todos quieren aportar a la sociedad. Me regocija escuchar al pueblo cuando reconoce que el de Bahía es el único Centro de Elaboración donde siempre hay opciones. Además, lo mantenemos pintado y organizado, sin tener prevista ninguna visita”, aclara Manuel.
Y esta reportera lo suscribe, después de llegar allí por sorpresa. Ya casi no existen lugares donde consumir un pan con mortadella a 45 pesos, o sitios en los cuales el cocinero se esmere en traer de su casa ajo puerro, orégano y cilantro para sazonar. Lázaro Palacios Hernández es uno de los primeros en llegar. A los pocos minutos el fogón de leña ya está encendido y no se detiene hasta la tarde.
Manuel explicó que la unidad fue propuesta una vez más a la condición de Vanguardia Nacional y se encuentra en proceso de aprobación el paso a Mipyme estatal, lo cual les facilitaría mayor independencia. “De ese modo podríamos incrementar el salario en dependencia de las utilidades, comercializar con los actores que definamos y no habrá planes de producción”.
Los resultados fabulosos de Manuel han despertado un movimiento de apoyo a la entrega del Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República. Fundadores, directivos del sector y Luis Puentes Sierra, uno de los condecorados en la provincia con tan alta distinción, recientemente fallecido, respaldaron con sus firmas el aval.
Durante décadas este hombre humilde ha demostrado su consagración, pues asesoró a la ministra de Comercio en la elaboración de ahumados y embutidos en los centros de elaboración del país, y en el 2000 obtuvo el Premio de mayor relevancia para la gastronomía a nivel nacional.
Varias medallas de oro en encuentros nacionales de técnicas gastronómicas, la Medalla Hazaña Laboral y el Sello 8 de Octubre respaldan los méritos de Manuel Valdés. Una de sus innovaciones fue la incorporación de carragenina de algas rojas al jamón Carrabay, idea del jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria, pues este producto ya se empleaba para aglutinar el helado. También presentó al Fórum de Ciencia y Técnica el método de escaldado para cocer embutidos.
El amor por la cocina, herencia de su mamá, se le nota desde lejos, aunque en casa puede hacerlo muy poco, ya que el trabajo le absorbe la mayoría del tiempo. “Nací en Cabañas el 1 de enero de 1962, mi cuna me la regaló Fidel y eso me marcó para siempre”, asegura, sin dejar de sonreír.
