Motivar la pasión por la danza constituye el día a día de la instructora de arte Yilenys Pereda Yanares; el suyo es un rostro común en diversos escenarios como guía de sus pequeñas y pequeños artistas.
“Desde pequeñita siempre me gustó bailar y jugar a darle clases a los otros niños y de ahí es que surgió la vocación y la idea de pertenecer a esta hermosa brigada de instructores de arte. También recibí talleres en la casa de la cultura por las profesoras Yanelys Díaz y Bárbara Evelín y esta experiencia creo que ha influido en mi elección.
“Cuando terminé mis estudios de noveno grado opté por la carrera de Instructores de Arte que en aquel momento se estudiaba en Pinar del Río; luego cuando egresé en el año 2006, comencé la Licenciatura y la terminé en el 2010. Mi ubicación laboral fue en el seminternado Abel Santamaría y después vine a trabajar para la escuela Manuel Ortega, lo he hecho hasta hoy de manera permanente.
Tras cada presentación hay tiempo de ensayo, mucho trabajo de montaje, perfección de la técnica y dedicación. Para Yilenys Pereda Yanares, lo más importante en su profesión es sentir vocación. “Lo más bello cuando impartes esos talleres y haces esos montajes, es ver el resultado en los niños, en la presentación que hacen en los matutinos, en los festivales, los distintos escenarios, también tiene sus complejidades, por supuesto, pero son más las gratificaciones”.
En medio de un contexto económico difícil, ella y sus colegas sortean las limitaciones y encuentran motivos y razones para despertar el apego a la danza y a la cultura. “Nosotros los instructores tenemos que buscar la manera de crear en los talleres y motivar a los estudiantes, a pesar de todas las limitaciones o problemas en casa, y buscar alternativas cuando algo falta. Que ellos sientan que lo que hacemos les aporta y participe también la familia. Hasta ahora he tenido el apoyo de los padres, los tutores; siempre se busca la manera de colaborar, de encontrar soluciones para vestuarios, escenografías, transporte, cosas que se precisan y todo sale bien”, asegura.
En la escuela, esta joven recibió una formación integral. “Nosotros recibimos además de la especialidad de danza, talleres de teatro, música, artes plásticas y lo vinculamos todo. La práctica ha demostrado que es importante la utilidad de estas manifestaciones, si no fuera difícil lograr la calidad de los eventos y actividades que se programan cotidianamente”.
Aunque en la escuela Manuel Ortega Blanco transcurre buena parte de su quehacer, la impronta mayor de esta joven que parece coetánea de sus pupilos, queda en las vidas de tantos alumnos apasionados por el baile, y en el devenir cultural de San Cristóbal. Hay además, muchos otros sitios donde se disfruta de su talento, compartido.
“Tenemos un espacio caracterizado en la comunidad: Creando entre las artes, que se realiza los últimos viernes del mes. Tenemos también en la casa de la cultura una actividad el cuarto sábado del mes: La danza y sus colores, el evento Tras Danza, el evento Bailar casino, los Carnavales, para los que hemos creado grupos de comparsas. Tenemos un grupo que se llama Nueva creación, y hemos presentado comparsas en Artemisa y en otros lugares fuera del municipio”.
“Yo mayormente trabajo todos los bailes populares, rescatando las tradiciones y ritmos como el danzón, tenemos la comparsa, casino, mambo, y sí se logra el interés de los niños. Cuando una se lo propone, se ve el resultado y además es reconocido, por los propios niños y sus familiares, y por los espectadores. Es más bonito que difícil, se puede trabajar y aquí tengo apoyo, por parte de los maestros y de la dirección de la escuela.
Enseñar y hacer arte son dos oficios entrañables, atreverse a juntarlos, es edificar una obra sublime de belleza y amor.
