El 20 de febrero de 1954 salieron de la cárcel de mujeres de Guanajay, las combatientes del Moncada Melba Hernández y Haydée Santamaría. Fueron procesadas en la Causa 37 por su participación, el 26 de Julio en el asalto al Cuartel Moncada, integrando el grupo que a las órdenes de Abel combatió desde el Hospital Civil Saturnino Lora.
Luego de que los abogados pudieron demostrar su participación en las acciones, junto al doctor Mario Muñoz , limitándose al auxilio de heridos resultantes de la acción, un tribunal del Palacio de Justicia en Santiago de Cuba las condenó a 7 meses de prisión. Permanecieron encerradas solo cuatro meses y ocho días.
Marta Rojas, escritora y periodista, privilegiada por su asistencia a la vista oral en que Fidel expuso su alegato de autodefensa La historia me absolverá, refiere en una publicación del periódico Granma que las heroínas salieron en libertad una mañana soleada y fresca. Cuenta que sentadas las tres en un banco, tuvieron una breve conversación:
“Aquel día de la excarcelación le pregunté a Haydée en el banco de granito donde nos sentamos, qué iban a hacer ahora: «Seguir», me respondió lacónica. Y con una media sonrisa seguidamente agregó: «Si quieres saber más, ve a vernos a Jovellar 107», lo cual no se hizo esperar, ocurrió aquel mismo día, a sabiendas de que esa entrevista no se iba a publicar. En cuanto a Melba la respuesta fue: «Esperamos instrucciones de Fidel».
Recuerdo que en el año 2013, en el escenario del evento Voces de la República, auspiciado por la Sociedad Cultural José Martí, de Santi Spíritus, Mario Mencía, uno de los más acuciosos investigadores sobre la etapa de lucha insurreccional, aseguró que no hubo a la salida de prisión un recibimiento masivo del pueblo de Guanajay, como algunos afirmaban.
Más luces sobre el tema, aporta un trabajo publicado en el periódico el habanero por la Doctora en Ciencias Históricas, Reveca Figueredo Valdés, titulado Melba y Haydée: un sueño que la cárcel no pudo destruir. En el mismo hizo una descripción detallada de la celda en que fueron recluidas y de su labor humanitaria con niños nacidos en el penal y que tuvieron su primer Día de Reyes el 6 de enero de 1954, cuando recibieron juguetes gestionados por las moncadistas.
Comenta la también historiadora de Guanajay que fue aquel tiempo de encierro, una fragua de hermandad entre ellas y muy reducido el grupo de personas que recibieron a Melba y Haydée cuando salieron de prisión, entre ellos algunos familiares y amigos, además de Ángel Eros, Evelio Prieto y Pedro Julio Esperón, futuros integrantes del Directorio Revolucionario y combatientes del 13 de marzo en el asalto al Palacio Presidencial, acción donde perdieron la vida los dos últimos.
Me informó la Doctora Figueredo Valdés que ese mismo día partieron de Guanajay hacia La Habana, en el automóvil de un guanajayense al que apodaban El Cubano y fueron directamente, a petición de las dos combatientes, al cementerio de Colón para rendir homenaje a los héroes y mártires del 26 de Julio en la tumba del líder ortodoxo Eduardo Chibás.
En cuanto a la trascendencia de la excarcelación de Melba y Haydée, habla muy bien su posterior reincorporación a la lucha contra la dictadura, como fundadoras del Movimiento 26 de Julio y luchadoras de la clandestinidad y la guerrilla, convirtiéndose en mujeres imprescindibles en ambos frentes.
Las instrucciones de Fidel no se hicieron esperar, en carta enviada desde Isla de Pinos, les explica: “No se puede abandonar un minuto la propaganda porque es el alma de toda lucha. La nuestra debe tener un estilo propio, ajustarse a las circunstancias. Hay que seguir denunciando sin cesar los asesinatos”.
Por órdenes de Fidel se encargaron Melba y Haydée de editar el folleto A Cuba que sufre, documento publicado cuando se cumplió el primer aniversario del asalto al Moncada, como otra arremetida de acusaciones contra la tiranía batistiana. Más adelante pusieron en imprenta y circulación la primera edición de La historia me absolverá, programa político de aquella etapa de lucha.
Sin un día de descanso, muchas veces arriesgando sus vidas, Haydée trabajó con Frank País en la zona oriental y Melba, desde México, al lado de Fidel, factor clave en la preparación de los expedicionarios del yate Granma. En la Sierra Maestra se reencontraron como guerrilleras de primera línea y la Revolución triunfante las tuvo siempre leales, creativas y laboriosas.
Solo la muerte pudo separarlas. Sus restos germinan en el Mausoleo a los Mártires del 26 de Julio, en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, cerca de Fidel, que depositando en ellas su total confianza, les escribió desde la cárcel en Isla de Pinos: «En ustedes tengo puesta toda mi fe».