El 22 de enero del año 1965, por autorización de la Resolución 18 del Ministerio de Justicia, abrió sus puertas en la capital del país el primer bufete colectivo.
De entonces a hoy decenas de profesionales de las diversas materias del Derecho, dignifican la profesión del abogado en tribunales y órganos administrativos, ofreciendo servicios de representación, asesoría y defensa de los derechos de las personas naturales y jurídicas, nacionales y extranjeras, dentro o fuera de Cuba.
Una de esas profesionales es la artemiseña Bárbara Teresa González Rodríguez, actual directora de Unidad de Bufetes Colectivos de Artemisa, con oficina en el municipio cabecera de la provincia, a la cual se subordinan los bufetes de Mariel, Guanajay, Caimito y Bauta. Por estos días recibió junto a dos de sus colegas del terruño, un reconocimiento por el trabajo sostenido y sobresaliente, demás de 30 años en el sistema de Bufetes Colectivos.
Prefirió iniciar la conversación hablando del trabajo de los otro dos reconocidos: Laura Núñez Lazo, con alto vuelo en materia de derecho laboral, civil y administrativo y Yosvani Núñez Monzón, más dedicado a lo penal, pero que en Derecho hace de todo y bien, pues se ha convertido en una especie de todoterreno en el trabajo del bufete.
Con Tere compartí aula en los años de Secundaria Básica y de Preuniversitario. Vida y profesión nos llevaron después por caminos diferentes. A veces pasan meses y no nos vemos. Sin embargo, la recuerdo de la época escolar, siempre seria, centrada, inteligente y estudiosa. Se advertía ya en aquellos tiempos que se convertiría en una profesional de talla alta, en cualquier profesión que escogiera. Por suerte para ella, fue el Derecho.
“Considero un acierto haber escogido la abogacía. Fue lo que siempre quise y me gustó. En mi familia no tengo antecedentes en esa profesión. Incluso, mi padre y mi madre querían que yo estudiara Medicina, pero nunca varié mi decisión.
“Me gradué en julio de 1991, en la Universidad de La Habana. Tuve la oportunidad de escoger otro lugar para hacer mi servicio social, pero mantuve mi preferencia por la abogacía y decidí pasarlo en este mismo bufete, en Artemisa. Ha sido este mi único centro de trabajo. En septiembre cumpliré aquí 34 años de vida laboral”, enfatiza con un orgullo imposible de disimular.
En su amplio expediente profesional se dejan ver sus inicios como abogada de bufete durante 20 años, dos y medio años más, como jefa de equipo en la oficina de Artemisa y otros 12 en las funciones que hoy desempeña como directora de la Unidad de Bufetes de Artemisa.
Para Tere, este es un momento de la profesión al que ha llegado luego de sobrepasar peldaños nece- sarios en el trabajo y de acumular conocimientos suficientes como para sacar cuentas y decir que va por el camino correcto.
Acerca de las tantas experiencias en sus años como abogada penal, afirma que son muchas, agradables algunas, otras no tanto. Me cuenta sobre un caso que defendió en Camagüey, otro de tránsito que defendió en Villa Clara y reconoce la preferencia por los casos de tránsito, porque “son siempre de confrontación y exigen del profesional lucir sus mejores galas mostrando la causa más eficiente en favor de su defendido”.
A propósito de mi curiosidad sobre causas donde debió asumir la defensa en casos de delitos confesos, en los cuales la naturaleza del delito, por su agresividad, perjuicios o daños provocados, pudo haber generado opiniones en su contra, llegando hasta el rechazo popular; afirmó Tere, alto y claro:
“Todo ciudadano, sin importar la gravedad del delito cometido, tiene el derecho constitucional de ser defendido y el abogado el deber defenderlo, ahondar siempre en los móviles que lo llevaron a delinquir y buscar todas las atenuantes posibles para que la condena no sea severa. La verdadera profesionalidad está en trabajar con ese fin; no hacerlo va contra la profesión”.
Ahora no ejerce directamente como abogada de bufete. Pero no es espectadora pasiva. Sabe muy bien que el cargo de directora de la Unidad de Bufetes Colectivos de Artemisa, que asume desde 2013, entraña mayores compromisos, más estudio y consagración.
“Estoy obligada a moverme hacia los otros cuatro municipios, encargándome de monitorear controlar, verificar y supervisar todos los asuntos; despachar con los jefes de equipo, aprobar la terminación de los procesos que ejecutan otros 37 abogados, cuatro jefes de equipo y un responsable de bufete”.
Como la gran abogada que es, Tere es consciente del encargo que tiene en sus manos. No defiende ahora casos en particular. Todos los de los abogados que se le subordinan, son suyos. Hacer toda la justicia, depende ahora de su capacidad para ayudar a que los procesos que le conciernen, cierren con mejor calidad.
Esa es para ella la mejor manera de honrar la profesión del derecho y dar un fundamento cada vez más sólido, al reconocimiento que se le hizo por su trayectoria en el duro trabajo de la abogacía