Un buen día un entrenador le cambió la vida. Ella estudiaba en Mártires de Kent. Quizás hubiera sido agrónoma o botánica, pero fueron a su secundaria a realizar captaciones para baloncesto, y quedaron prendados de su altura y corpulencia, apenas con 15 años. Entonces, el destino le tenía preparado un pase bombeado al podio.
Así, un domingo de 1975, llegó uno de sus entrenadores a la casa humilde de María del Carmen de los Santos Iglesias y su familia, y la llevó al Centro de Entrenamiento de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín, en La Habana.
“En la casa todos quedaron entre felices y preocupados. Nunca me había planteado ser deportista; en mi familia nadie lo fue. Era la sexta de siete hermanos, y me iba de la casa a emprender un sueño que desconocía tener”, cuenta.
“A mi entrenador Rigoberto Chávez Honora lo recuerdo con mucho cariño; gracias a él, entré en la preselección nacional en 1977. En la escuela nos enseñaban, sobre todo, a ser disciplinadas y constantes para obtener los mejores resultados y, justamente eso, nos hizo ponerle siempre tesón a cuanto hacíamos.
“Muchas veces teníamos entrenamiento de doble sesión. Los entrenadores eran muy fuertes y también topábamos mucho”, recuerda.
María del Carmen viajó con apenas 17 años a México por 21 días. “Llegué a la casa y dije ‘mañana me voy de viaje’. Mi madre quedó estupefacta. ¡Yo nunca había salido de la casa y, en menos de dos años, ya me iba a un tope internacional! La verdad, siempre estuvieron muy orgullosos de mí y me apoyaron en todo”.
Después de ese despegue vinieron muchos, a otros países de Latinoamérica y, esencialmente, a Europa. “Las europeas tenían equipos fuertes, la preparación era mejor y por eso disfrutábamos visitar y medir el nivel alcanzado”.
Su posición era centro. Entre los miles de partidos jugados, recuerda uno de manera muy especial. “Fue la competencia de las Universidades Mundiales en 1979. Discutíamos el pase a la final con el equipo soviético, quien perdiera iba al quinto escaño.
“Ese día el entrenador nos habló diferente y cambió nuestra estrategia de juego: solíamos correr mucho y esa vez estuvimos más quietas. Hicimos los tiempos justo cómo lo planificamos y cuando nos dimos cuenta estábamos empatadas.
“Las soviéticas eran muy buenas, pero ese día fuimos mejores. Cuando ganamos estuvimos tanto rato abrazadas en el terreno, llorando, saltando de la alegría que ni nos dimos cuenta cuando ellas se fueron; solo quedábamos nosotras y el público haciendo vítores. Luego discutimos la final con Estados Unidos y quedamos subcampeonas”.
“Fui también campeona centroamericana y quinto lugar olímpico, pero siempre hay recuerdos más relevantes que otros. A mí me encantaban las competencias universitarias”.
Con sus casi dos metros de alto, María ha tenido tanta precisión en el juego como en palmear la vida. Después de 1983, dedica sus días a entrenar nuevos atletas, a la crianza de sus hijos, repite a la gente del barrio algunos consejos para mantenerse en forma, disfruta cuidar sus plantas y espera ansiosa tener nietos, auparlos y mostrarles las fotos de aquellos días.
“Me gustan mucho los niños. Cuando estuve de misión en África, en la República Eritrea, disfrutábamos ir a las comunidades de pobreza extrema a regalarles un día diferente entre juegos y pelotas a los chiquillos de allí. Jugaban hasta descalzos, y al marcharnos nunca olvido sus caritas y manitos diciendo adiós”.
En Venezuela y Brasil la misión también abarcó el trabajo con entrenadores y atletas. De cada sitio guarda memorias especiales, sobre todo porque los equipos tutorados alcanzaron resultados de excelencia como nunca antes.
Aunque sus 61 años apenas se divisan entre la robustez de su estirpe y la calma que emana, ya casi piensa en el retiro y le sabe amargo. “El trabajo en la escuela es muy rico, pese a no tener los resultados añorados. Varias veces las muchachas ingresan a la escuela con un nivel muy básico, pero poco a poco avanzamos.
“Haber sido atleta depara convertirse en un entrenador diferente. Siempre les hablo como quisiera que lo hubiesen hecho conmigo; por eso la comunicación fluye bien”.
¿Quejas? Algunas, sobre todo relacionadas con la atención a los atletas y el funcionamiento del movimiento deportivo a nivel primario para captar alumnos talentosos. Pero la fe no le falta, está segura de que “irá mejorando cuando la provincia logre consolidarse”.
Haber usado la camiseta de Cuba y ser una gloria del deporte no le han cambiado la sencillez de la mirada. María del Carmen lleva consigo la modestia y tranquilidad de quien cumplió su encargo en la vida, y no aspira más que transferir todos sus conocimientos para hacer su mejor canasta:forjar futuras campeonas.