Cuando todo comenzó fue preciso reforzar brigadas, diseñar nuevas estrategias, posponer alegrías, evitar amigos, crear capacidades y ocultar rostros. Por el SARS-CoV-2, toda medida parecía poca ante la amenaza. Mínimas cifras devinieron alarmas y ya hoy, a casi un año, la realidad –tristemente- es otra.
Estudios publicados semanas atrás determinan que los niños infectados sufren formas más leves de la enfermedad, sin embargo, más de medio millón de infantes en nuestra región componen hasta la fecha la lista de contagios que va en aumento. Es entonces cuando a padres o familiares toca replantearse bajo qué condiciones están expuestos, cómo prevenir, cuándo acudir al médico, e incluso de qué maneras retomar la vida si uno de los nuestros es parte de la adversidad.
Desde que el 21 de marzo de 2020 Cuba reportara el primer paciente pediátrico positivo a la COVID-19 el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) estableció un robusto protocolo de actuación con una atención médica personalizada acorde a las necesidades de cada niño.
Las lesiones secundarias relacionadas con las infecciones requerían un trabajo minucioso, pues la niñez está concebida para crecer en sanidad física y biológica como tantas veces lo ha manifestado la doctora Lissette del Rosario López, jefa del Grupo Nacional de Pediatría del MINSAP. De ahí la decisión de activar protocolos desde los territorios, supervisados en un primer momento por especialistas nacionales.
Antes del reciente rebrote la dirección del hospital pediátrico provincial José Ramón Martínez Álvarez, ubicado en Guanajay, determinó establecer una sala para la vigilancia y el control de pacientes sospechosos. De allí salieron varios de nuestros niños a centros hospitalarios de la capital cubana luego de su diagnóstico positivo, pero ahora, con el alza, surgieron nuevas condiciones para tratar a los enfermos de bajo riesgo.
“Muchas madres pidieron en redes sociales que cerraran las escuelas por el peligro. Ya interrumpieron el proceso docente, pero es alarmante la cantidad de niños que a diario aparecen entre los contagiados. Todavía muchos juegan con otros en la calle, o los adultos salimos, no cumplimos las medidas y atentamos contra su bienestar”, la doctora Yandira Hernández Alemán, especialista en MGI y pediatría, en el pediátrico provincial.
“A veces no nos gusta inducir pánico en la población, pero los padres deben saber, por ejemplo, que el 80 % de los niños cursan la enfermedad de manera asintomática o presentan manifestaciones clínicas leves, apenas perceptibles como son fiebre, dolor de garganta, decaimiento, dolores musculares, congestión y secreción nasal. Hay pacientes con riesgo, dígase los prematuros, menores de un año, los que presentan malformaciones o mal nutrición, con enfermedades crónicas e insuficiencia renal.
“Las secuelas más vistas en el país son cardiovasculares y respiratorias. En las primeras frecuentan la miocarditis (inflamación del músculo cardíaco) y la pericarditis (inflamación de la membrana que cubre el corazón), en ocasiones no existe relación entre la aparición de estas con las complicaciones. Según un estudio realizado en Villa Clara en un grupo de pacientes sin síntomas, se detectaron tales daños.

“Dentro de las respiratorias aparece fibrosis pulmonar (cicatriz producida en el pulmón para toda la vida) fundamentalmente en aquellos pacientes que requirieron ventilación mecánica por neumonías. No obstante, a mi parecer, las más importantes son las secuelas psicológicas que incluyen a niños en aislamiento.
“Muchos crean situaciones de ansiedad, angustia, y exceso del uso de la tecnología. Por ello recomendamos limitar la sobreinformación: no es culpar al bichito que anda cerca si no hacer y cumplir lo establecido. Está bien poner nombres y apellidos al virus, pero todo a la medida, con más autocuidado”, aconsejó.
Zonas rojas: el milagro de la vida
Un continuo ajetreo caracteriza las salas donde se atienden a niños positivos en el hospital pediátrico provincial. Reajustar consultas, accesos y turnos es común desde el otro lado, luego de asumir el cuidado y atención de infectados bajo riesgo y sospechosos de alto riesgo. Médicos, enfermeras y personal de apoyo asumen dicha tarea con un compromiso extraordinario en los tiempos actuales, garantía de nuevas ilusiones.
Los doctores Yadira Díaz Hernández y Lázaro Sergio Álvarez Mesa, ambos especialistas de primer grado en pediatría tienen incontables historias dentro de la zona roja de dicha institución. Confiesan que el orgullo mayor está en prestar servicio en la Patria y ver salir sonrientes a los pequeños después de transcurrida la etapa de combate.

“El servicio de pacientes positivos se inauguró hace más de un mes teniendo en cuenta el incremento de los casos. Prácticamente se creó de forma urgente. Tiene criterios específicos de ingreso: mayores de un año y menores de 15 sin pronósticos de complicaciones”, refiere Álvarez Mesa.
“A esta altura y teniendo en cuenta las condiciones epidemiológicas, comprobamos que aún no existe percepción del riesgo por parte de los familiares adultos, hay poca sensibilidad e irresponsabilidad. Hemos tenido a padres positivos acompañando a sus hijos y ello nos ha obligado a extremar los protocolos de bioseguridad después de atenderlos.”
De acuerdo a la doctora Yadira aplican el Interferón Alfa-2b liofilizado (no disuelto) y el Alfa-2b recombinante humano de forma subcutánea, tres veces por semana hasta que el niño tenga su PCR negativo.
“Por lo general no son el grupo de más complicaciones, pero rápidamente egresan, gracias al esfuerzo de los profesionales médicos. En los acompañantes negativos se utiliza factor de transferencia para mejorar su estado inmunológico y en los positivos sin síntomas o enfermedades asociadas, otros medicamentos.
“Soy madre de una princesa de tres años de edad. Ella va todos los días a su círculo infantil, la dejo en los brazos de las personas que mejor la cuidarán y el resto de las horas se encarga mi mamá. Gracias a su apoyo puedo entrar a zona roja y salvar la vida de muchos pequeños.
“Cada niño lo ves reflejado en tu hijo. Cuando le dimos el acta al primer ingresado de un añito se me estrujó el corazón. Traspasé mis circunstancias, y me puse en la piel de aquella madre feliz que abrazaba a su pequeño negativo. Literalmente te quedas sin palabras, algo muy fuerte vibra dentro. Vamos a cuidarlos más, a ellos les hace falta.”
Y es así como la sonrisa salva de extremo a extremo. Cuba vela y protege a los más pequeños, no obstante, gran responsabilidad recae en padres o tutores que -al parecer- todavía no perciben las consecuencias del descuido. Vaciemos las calles, pensemos en nuevas maneras de hacerles feliz desde el hogar y cuidemos esta imprescindible etapa que tanto aportará al futuro.
Entreguemos menos inocencia a la COVID-19; juntemos el esfuerzo para enseñarles a no temer al cambio pues nuevas experiencias nos traerá la vida continuamente. Eliminemos al bicho colmados de gozo; amando y educando. Apostemos por borrar la amargura de un año escondiendo la felicidad.
