Cuando el automovilista argentino Juan Manuel Fangio llegó a Europa, dijo: “¡Si pudiera ganar una sola vez…!” Y no ganó uno sino cinco campeonatos mundiales de Fórmula 1 y los corazones de muchos, al punto de considerarlo uno de los mejores de todos los tiempos.
Triunfó en 24 carreras de Fórmula 1, de las 51 consideradas hoy carreras oficiales que disputó. ¡Mantiene el promedio más alto de la historia de la F1! Y es el único campeón con cuatro marcas distintas, tanto Alfa Romeo como Maserati, Ferrari y Mercedes-Benz.
Acaparó 35 podios, 29 pole positions y 23 vueltas rápidas. Su marca de cinco títulos permaneció vigente hasta 2003, cuando la superó el alemán Michael Schumacher (corrió el doble de años). Sin embargo, su asombrosa efectividad del 47 % (carreras ganadas sobre partidas efectuadas), entraña un récord casi imposible de igualar.
Del mismo modo, la relación de podios/partidas y de pole/partidas tampoco ha sido empatada.
Fangio se convirtió en el piloto campeón más longevo de la historia, a los 46 años y 41 días. Tras vencer en 1951, 1954, 1955 y 1956, en 1957 el Viejo Diablo sumó la corona más memorable: el famoso Gran Prix alemán, una pista de 23 kilómetros y 166 curvas, con subidas y bajadas.
Ese día tripulaba una liviana Maserati 250F, sufrió un percance en el reabastecimiento, tuvo que venir corriendo de atrás y quedó a 48 segundos de los punteros.
Nunca antes se había arriesgado así. En vez de usar la cuarta marcha, cambió a la quinta y empujó más fuerte, mediante los engranajes más largos. “Pensé que hacerlo una vez estaba bien, que podía tomar una curva igual (con una velocidad mayor a lo normal), pero sería una locura hacer eso en dos”, relató después.
“Tomé la decisión correcta. Si en una curva estaba usando la segunda marcha, pasé a tercera. Cuando era tercera, usé cuarta, y el auto iba mejor en las curvas. Entonces había un mayor riesgo, porque era mucho menos seguro, pero iba más rápido.
“Hice cosas que nunca había hecho en mi vida, conduciendo de un lado del circuito al otro, usando las máximas revoluciones. Y así es como los alcancé. Hice récord de vuelta en los últimos diez giros”.
El mítico corredor había sido víctima de un grave accidente en 1952. Estuvo dos temporadas alejado de los autódromos. Una vez recuperado, hilvanó esa cadena de éxitos que asombró al mundo. Corría a unos 300 kilómetros por hora, en un monoplaza sin la seguridad y fortaleza de los de hoy.
Por si no bastara, también acaparó la atención del planeta cuando fue secuestrado en La Habana, el 23 de febrero de 1958, por jóvenes del Movimiento 26 de Julio. Ellos se disculparon con Fangio y le explicaron: no podían permitir que la imagen de Cuba ante el mundo fuera de paz y tranquilidad, mientras ocurrían tantos crímenes y abusos.
El dictador Fulgencio Batista concibió el Segundo Gran Premio de automovilismo de La Habana, a fin de aparentar una tranquilidad inexistente. El estelar piloto había triunfado en la primera edición, y de nuevo era favorito.
No obstante, la Operación Fangio ayudó a develar la verdad. La competencia resultó breve, debido a un accidente que causó seis muertes y 40 heridos. “Yo podría haber estado en ese choque, así que mis secuestradores me salvaron la vida”, aseguró tras su liberación.
En 1999, el director argentino Alberto Lecchi llevó esta historia al cine, en la película Operación Fangio.
Pese a la llegada de otros grandes al automovilismo, como Michael Schumacher, Lewis Hamilton o Max Verstappen, los seguidores de este deporte mantienen en su memoria al audaz sudamericano, al Chueco de Balcarce, al Maestro, al Viejo Diablo, al autor de esa frase de “los cobardes ven la muerte muchas veces; los valientes, solo una”.