Un pueblo nacido a las orillas de un río por el lejano 1794, precisa de cariños y ternuras, y no serán imposibles si quienes lo habitan tiene el don de sacar el arte de recónditas certezas, pues… “la cultura de una nación reside en los corazones y en el alma de su gente”, según Mahatma Gandhi, el dirigente más destacado en la lucha por la independencia de la India.
Cuba, Artemisa, vivieron la Jornada por la Cultura Cubana del 10 al 20 de octubre, y en la avenida 45, entre 74 y 76, en San Antonio de los Baños, decenas de lugareños se dieron cita para corear cuánto seduce el arte, más si lleva las emociones y los saberes de una a otra generación.
Barro sin berro, el proyecto de cerámica utilitaria de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas, es paradigma en eso. ¡En no quedarse inmóvil!
Al mismo tiempo que crean un modelo u otro de tazas, con sugerentes diseños, unen cojines a sus propuestas o vuelven a redecorar el espacio donde reciben a los clientes, tatúan la mente de los más pequeños con talleres de verano, espacio que por segunda ocasión, deja en una de las paredes de San Antonio, una obra colectiva, con amor individual.
Esta vez, (el pasado agosto) la anfitriona Maday Acosta Posada, recreó la imaginación de unos 30 discípulos en fachadas; tal vez, las mismas que cada uno sueña rescatar un día, dado el deterioro de su ciudad, creada por inmigrantes canarios casi tres siglos atrás. Y unas y otras manitos, moldearon el barro a su antojo. En unos días, todos juntos fueron escuela y diversión, enseñanza y aprendizaje. Más que un verano, y una fachada, ahora serán todas las estaciones del año en una pared con tonos de alegría y triunfo.
Cuenta Maday que crearon 80 piezas entre 26 niños, la mayoría de los mismos que desandan esas calles a diario. Cuenta también cómo la armonía de cada obra, para animar un pueblo común, estuvo bajo la responsabilidad de Lexey, Adrian, Lizandra y Rafa, todos del Departamento de Decoración, de la familia de Barro sin Berro.
“Una bicicleta, un parquecito infantil, el sol, las nubes, las antenas de televisión que se vislumbran en el Ariguanabo, algunos gaticos, globos, más mucho azul… todo con un toque infantil, para hacer de este mural su pared de hoy, de mañana, de siempre.
El proceso de secado de cada pieza demandó unas semanas. No obstante, en solo tres días, la competencia de aquel equipo preparó la pared y dispuso las fachadas, creando un pueblo ideal, junto al cual se escucharon sonrisas, asombros, halagos, deditos mostrando su mejor obra; quizás la primera de otras tantas, pues el taller pudo ser la arrancada de muchos hacia el mundo del arte.
No se equivocó Mahatma Gandhi. A unos 15 000 kilómetros de distancia de Cuba, y casi dos siglos después, su pensamiento revivió en la Jornada de la Cultura Cubana. Una familia del Ariguanabo lo lleva dentro: “La cultura de una nación reside en los corazones y en el alma de su gente”.