El de Fortún Díaz Azcuy es uno de los rostros más conocidos en el Campismo Popular Jardín de Aspiro, fundador de la instalación en 1981. Tiene tantas memorias sobre los días y acontecimientos vividos en ese lugar, para el disfrute al contacto con la naturaleza, que da gusto encontrárselo a él, a su amabilidad y a sus historias.
Actualmente está a cargo de la seguridad y protección del campismo. Muchas veces es la primera persona que recibe al visitante en la puerta, pero este hombre tiene un vínculo antiguo con el sitio, que le ha marcado la vida.
“Este campismo se fundó a inicios de los 80. Entonces era yo cuadro de la Juventud provincial y se materializó aquí la idea del Comandante en Jefe de crear el Campismo Popular. Yo lo propuse porque soy de aquí y vivo en esta zona. Di la idea de que había un monte, un bosque muy bonito donde hacerlo, con un río cerca y otras características propicias. Además, yo en la Juventud provincial estaba en el grupo que tenía que ver con el campismo. Al dar la idea vino una comisión y decidió que sí, que se iba a hacer aquí, y me pusieron de director por vivir en este mismo lugar.
“Esto era un bosque silvestre; entramos limpiando y armando las primeras construcciones, que eran muy rústicas, con pino, sin paredes, ni nada, tipo varaentierra. Los campistas se quedaban en casas de campaña, que las había de distintas capacidades, desde dos personas hasta otras grandísimas que parecían albergues y cabía una familia completa.
“La casa, usted la cogía, tenía piso y todo, de lona, con un zípper, abría y entraba por ahí. Se les alquilaban las balsas, le echaban aire, las ponían y a dormir todo el mundo arriba de las balsas. Entonces se alquilaban también los farolitos carreteros.
“Después de eso se hicieron cabañas de madera; luego pasó un ciclón y las desbarató casi todas. Entonces se hicieron de mampostería, pero el huracán Gustav, en 2008, dañó casi todo otra vez. Después recuperamos 15 y poco a poco fuimos rehaciendo hasta llegar a las 36 que tenemos ahora”.
Fortún rememora aquellos días de gloria en los que llegaron a recibir hasta a 1 000 personas de la Universidad dela Habana yvenir 37 guaguas Girónunviernes para irse un domingo. “Esto se llena en todos los planes vacacionales; tenemos una piscina (que este verano no funcionó) y una poceta natural de agua muy fría, le encanta a los vacacionistas en este tiempo; usted se mete ahí y se percibe que el agua sale de un manantial, es la misma que se consume aquí. Es agua potable, no hay que echarle cloro, porque sale por debajo de una montaña y sale purificada. Eso no tiene contaminación con nada y está certificada.
“Tenemos muchas cuevas también, en una por aquí cabe media Habana; yo he entrado varias veces. Una entrada un poquito estrecha, pero cuando entras hay un salón en el que caben entre 100 y 400 personas, y así hay dos o tres.
“Otro lugar muy bonito es la cueva del Altar, hay un río que viene y entonces por un tramo se sumerge bajo la tierra y sale como dos kilómetros después, ahí por donde sale es una cueva, el río corre pero usted mira la pared de piedra por donde sale y es una virgen lo que ve, natural, la mira bien y es la forma de la Virgen de la Caridad, por eso se le dice la cueva del Altar y a la gente le gusta mucho ir a verla, tirarle fotos.
“Yo no me escondo para decirle al que llega y habla conmigo que fui fundador aquí, que fui director. Hace poco vino gente de La Habana y yo estaba de guardia y los recibí, una pareja, se pasaron aquí dos días y después de la semana vinieron y trajeron como a cuatro o cinco más con ellos, entonces se sentó conmigo uno a conversar y me dijo: si donde quiera que se llega, el que está en la puerta, que es el primero que lo recibe a uno, fuera como usted, estos lugares estarían llenos de personas.
“Así es el tratamiento que damos, la atención ante cualquier preocupación que tiene el campista. Estoy de guardia y cuando el visitante a las 11 de la noche o a las 12 terminó la actividad recreativa, le digo: yo voy a estar en tal lugar, por si me necesita.
“Esta es mi vida, a mí me gusta mucho, por eso regresé, porque me place trabajar aquí. Le dediqué un tiempo muy bueno y no la pasé mal, cuando empezamos los salarios eran muy bajos, pero se vivía, yo era director aquí y ganaba 280 pesos y con eso resolvíamos.
“De verdad que el Campismo siempre me ha gustado, vivo cerca y a veces, aunque no esté trabajando si tengo chance me acerco, si hay algún familiar mío que reserva una cabaña vengo con él, me paso un día con ellos, porque me place estar aquí, no me aburro”.