Aunque a veces creamos lo contrario, existe una explicación para todo, incluso para lo que pareciera estar en lo más profundo del silencio. ¿Por qué unos arriesgan sus vidas por otros, pese a la alta posibilidad de infectarse con la COVID-19? ¿Cómo poner a un lado pensamientos negativos y asumir lógicas y procederes de salvación?
Puede que el altruismo haya o no llegado a nuestras vidas en distintas situaciones, no siempre ha de ser en medio de lo espinoso. Ayudar a los demás, aun cuando no reciben nada tangible a cambio, es la esencia de médicos, enfermeras, microbiólogos y personal de apoyo que extrema la bondad.
De “hacer por el otro” sabemos mucho los cubanos; lo dicen nuestras acciones diarias en barrios, guaguas o instituciones donde también curan el alma.
Así procuro entender el coraje de la doctora artemiseña Yunierkys Riverón Acosta, especialista de primer grado en anestesiología y reanimación… una joven, madre, hija y servidora que por tercera vez conforma la nómina de “valientes combatiendo el coronavirus”, en el hospital naval Doctor Luis Díaz Soto de la capital cubana.
Vuelve a alejarse de los suyos sin reproches, pero inconsolable. No teme a las circunstancias fuera del hogar, porque reconoce que su especialidad dispone de pocos graduados en el país, y ahora es su frente más importante.
“Desde que nos hacemos médicos, especialmente al entrar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, nos preparan para situaciones de epidemia, pandemia o guerra. Los toques de aviso nos mantienen preparados para el traslado en 24 horas hacia el lugar definido”, cuenta Yunierkys.
“Nos llevan a un centro de aislamiento donde explican la tarea y nos realizan el PCR. Soy anestesióloga y no pierdo la tensión, ni con la seguridad que garantizan los medios, pues en Cuba no hemos tenido situaciones similares de alto riesgo y transmisión. Entonces, nos ayudamos unos a otros, pese a no vernos o identificarnos.
“Participé en una urgencia quirúrgica de dos pacientes positivos, uno de ellos médico. Nos pusimos nerviosos: traían afecciones respiratorias y es difícil colocar anestesia general, porque conlleva un ventilador mecánico que se adecua al paciente cuando se le hace la entubación endotraqueal. Fue un reto tremendo, pero lo logramos con éxito en la recuperación.
“Hay que entender cuán difícil es ponerse y quitarse el traje. Sumémosle el calor de las salas, pues no pueden tener aire acondicionado… y el llamado de mi pequeña triste, llorando porque mamá no dormía a su lado. Nuestra solidaridad, dentro o fuera de fronteras, no tiene nombre.
“No trabajamos por premios, más bien por mantener sentimientos que desde hace mucho defendemos los médicos cubanos. Aquí estamos bajo nuestro consentimiento. Cuando no tengo pacientes estoy como médico general en el cuerpo de guardia, y siempre van a contar conmigo; lo saben”.
Yunierkys Riverón regresó a la pelea. Pone en peligro su vida para aliviar la de los demás. Cree en la amabilidad; serlo confirma su visión del mundo, afectado cruelmente por un virus que no la verá darse por vencida. Sabe que un día su gesto volverá a ella, tierno y humano.