Más que lo cierto y lo útil, a esta periodista le preocupa hoy, las fuentes a las que se acude para obtener información, un debate que no es nuevo ni reciente, de ahí que se torna más grave una tendencia de la que estamos más que advertidos.
Otra vez en la diana del análisis, Internet y sus redes sociales, con sus tantos afluentes de contenidos de todo tipo y mensajes en cadena que se replican, con muy pocas personas que, en el mejor de los escenarios, se cuestionan la veracidad y consultan con alguien o acuden a fuentes certeras.
Cuántas veces ha circulado en grupos de WhatsApp alertas caóticas sobre una nueva enfermedad letal que apareció en brote y un hospital de Artemisa o cualquier provincia de Cuba está lleno de casos.
Los audios se originan supuestamente en reuniones y circulares del Ministerio de Salud Pública, o en la voz de una doctora, una enfermera o una madre desesperada que es testigo de los hechos.
Muchas veces el prestigio de quien comparte con sus amigos o familiares es casi un aval para aseverar la legitimidad de la información. Ciertamente, hay personas muy profesionales, serias y coherentes que caen en el error ante la posibilidad de precaución y protección a tiempo de sus seres queridos.
En ocasiones ni nos fijamos en la ortografía, la carencia de sentido y de lógica de estos contenidos, falsos logotipos, desacertados nombres de instituciones, errores groseros de cualquier índole en la redacción o la presentación del mensaje.
La reacción más frecuente es correr a multiplicar o comentar, a generalizar el pavor o la especulación y en el mejor de los casos, la duda.
Pasa casi siempre con situaciones relativas a la salud o a hechos delictivos que ponen en peligro la tranquilidad ciudadana, pero ocurre también con la interpretación de los proyectos de leyes como el Código de las Familias o más recientemente la Ley de Migración.
Escuché a no pocos decir que en caso de emigrar de una manera u otra, correríamos los cubanos el riesgo de perder nuestra ciudadanía, aun cuando la ley contempla lo contrario y ni siquiera tendremos límites para mantener la residencia en la tierra donde nacimos.
Disposiciones arbitrarias que nos desfavorecen, accidentes, tragedias, calamidades, el morbo más acentuado día a día en nuestra realidad y por mucho que pinte poco seria cada noticia, la predisposición rara vez apunta a la sospecha. Desde donde se origina todo esto, se sabe jugar y muy bien con la psicología social, pues conocen el funcionamiento del imaginario popular y su axiomas. Basta por ejemplo, la reacción de “precaver”, porque, cuando el río suena…

Las anécdotas sobre la creencia a ciegas en lo que se comenta o circula en cualquier sitio de Internet, ya sea de redes sociales u otros, son viejas y muy variadas.
Impensable pero tristemente cierto, que un estudiante universitario, sugiera a un profesor actualizarse, porque según vio por Youtube, “el desayuno ya no es una de las comidas más importantes del día”, y si está en Youtube, es cierto.
Se han perdido los límites y el sentido común de una manera casi más catastrófica de lo que anuncian los mensajes en cadena sobre enfermedades letales.
Lamentable que un joven pierda una ansiada oportunidad de estudios superiores, cuando después de haber superado las fases más complejas de un examen, se equivoque en la etapa más sencilla, por citar algo que vio en Internet, pero no era el más correcto ni feliz de los ejemplos.
Todos nos exponemos a la atracción del mundo virtual y las pantallas. Me pregunto cuántos todavía se afanan por leerle o sugerirle los mejores libros a sus hijos, o si estudiar y hacerlo por fuentes confiables, sigue siendo prioridad. Si el conocimiento y la lógica tendrán aún, valor para la mayoría.
Esta periodista no tiene, ni pretende tener toda la verdad, solo pide que la busquemos mejor, que evitemos irnos con la bola mala y analicemos primero, antes de culpar a otros por el conteo.