La Casa de Abuelos de Candelaria funciona al ritmo del estado de satisfacción de cada adulto mayor en ese sitio pequeño, pero de buenos resultados en la gestión. Un equipo de trabajo unido por más de 17 años adora a esos abuelitos, y ello se nota en expresiones verbales, faciales y hasta inconscientes en el trato cotidiano. A decir de Martín Álvarez Rivero, allí los atienden muy bien.
“Yo estoy operado de la vista, soy uno de los más nuevos, pero me he sentido muy bien. Se ocupan mucho de nosotros, todo ha sido correcto. Siempre cantamos el himno, hacemos otras actividades por la mañana, y damos las noticias de lo que pasa en el mundo y vemos en la televisión. Yo no puedo verlo, pero lo escucho y si no, otro me lee para que no me quede sin saber”.
Por su parte, Hilda Aguirre del Cabo, asegura que: “en los 14 años que llevo en la institución me he sentido mejor que en mi casa, porque aquí no me regañan cuando me tienen que llamar la atención. Me la llaman bien, no hay problema ninguno, enseguida entiendo. Yo digo que otro lugar como este no hay. Ya tengo incluso un poquito de dolor en una rodilla y hoy mi hijo no quería que viniera, pero yo insistí y vine. Aquí hacemos deportes, jugamos dominó, actividades culturales”.
“En cuanto a la alimentación, al menos yo me siento satisfecha, la elaboración es buena y balanceada”.
Otra abuela, María Jesús Abreu, ahonda en la atención: “Nos sentimos muy bien atendidos. Tenemos buena alimentación y podemos también jugar; invertimos el tiempo con entretenimiento sano y actividades recreativas. Hacemos ejercicio físico los lunes, miércoles y viernes. Tenemos matutinos, actividades culturales y nos sacan a pasear muchas veces, al parque, a la playa… Y tenemos asistencia médica, con la visita sistemática del médico, la enfermera y la geriatra”.
Por eso no duda en darle promoción a este lugar. “Siempre que veo en la calle a un abuelito que lo necesita lo exhorto a venir aquí. Ayer pasamos por una parada y empezaron a decirle a mi esposo: mira como ha engordado y yo dije: sí, mira que bien está, por la comida que nos dan en la casa de los abuelos”.
“Me casé aquí, me hicieron una boda y hasta tuve luna de miel, una semana en San Pedro. Aquí estamos muy bien, en familia; tenemos muchas veces lo que nos falta en la casa”. Humberto Ligüeño, el esposo, asegura que lleva aquí unos ocho años. “Hace seis que nos casamos. El más majadero soy yo; hoy llegué un poco alterado y me dieron un cocimiento. Cualquier problema aquí me lo resuelven. Me conocen bien, están al tanto, enseguida me preguntaron: ¿qué te pasa?, ¿estás triste? Porque yo siempre me meto aquí con todo el mundo y al estar serio pensaron que algo me pasaba, pero mira ahora, ya estoy hablando”.
-¿Vas a decir una poesía, Juana? sabemos que tú te sientes mal en estos días pero declama algo-, le solicitan a otra de las abuelitas, y ella accede:
“Bella dama encantadora, / preciosísima mujer, / que alivia mi padecer, / que yo soy quien fiel te adora.
/ Eres prenda que atesoras / el sello de la honradez. / Conozco tu validez, / tu nobleza, tu cultura. / Tú eres santa, noble pura / y laboriosa a la vez.
Aplaudimos y sin que acabara el entusiasmo de todos por elogiar las bondades de la Casa de los Abuelos, llegó la hora de almorzar, un proceso que nunca se violenta.
Yusmey Millán Ramos, terapista ocupacional, explica que la casa cuenta con 30 capacidades y tiene carácter diurno. “Vienen a las 8:00 a.m. y regresan a las 5:00 p.m. a sus viviendas. Tienen seis horarios de comida y realizan actividades variadas. Tenemos convenios con el Inder, Cultura, el cine, además de todo lo que nosotros le preparamos aquí. Hacemos muchos talleres de artesanía”.
“Sus problemas son los nuestros, ahora mismo la trabajadora social está en la farmacia, comprándoles los medicamentos. Atendemos sus necesidades individuales, somos pocos, pero ellos nos ven como si fuéramos los hijos. Un día vamos al cine, otras veces nos pasamos semanas con ellos en playas, campismos. El Día de la Ancianidad hicimos un carnaval de adultos mayores para motivarlos, esto es un centro de rehabilitación y cada seis meses hay que retornarlos a su casa y darle la oportunidad a otros abuelos para que vengan”.
Aunque es rotativo, hay una de las abuelitas con casi 30 años allí. “Tiene 90 años y es un caso diferente porque, está totalmente sola y no hay demanda tampoco; se han ido otros abuelos y algunos han enfermado. Los casos sociales pueden permanecer según la situación, porque si tienen familia responsable, se retornan a sus medios”, explica.
Remodelar la casa de abuelos tiene una prioridad dentro del plan de inversiones de Salud Pública, pues el comedor es muy pequeño y tiene barreras arquitectónicas. Ya se presentó un proyecto que espera aprobación de la provincia, según declaraciones de Idalys de Armas Romero, directora municipal de Salud.
Estas historias tienen réplica en otros sitios de la Isla, algunos quizás, perdieron ya un poco su esencia. Apostemos por la utilidad de la virtud y por el sentido común de apoyar, con la posibilidad de mejor confort, tanto amor y buena voluntad.