El 2030 no está a la vuelta de la esquina, como para cifrar en él todas las esperanzas de que Cuba pueda llegar a producir más del 80% de las 700 000 toneladas de arroz anuales que demandan la canasta básica y el consumo social, cuando alcanza hasta la fecha el 22%.
Al menos son esos los estimados de Lázaro Díaz Rodríguez, director de la División Tecnológica de Arroz del Grupo Empresarial Agrícola del Ministerio de la Agricultura, publicadas por el periódico Granma en junio de 2020.
La escasez de fertilizantes, maquinarias y combustible golpean el anhelo de acortar plazos, pues la mesa nacional lo necesita de manera urgente. Sin embargo, cruzarse de brazos en espera de estos casi nueve años tampoco es opción: se impone hincar rodilla en tierra, concretar los sueños, “escoger” senderos fructíferos, trabajar…
Por esos derroteros andan en la UEB Servicios Técnicos Semillas, perteneciente a la Empresa Agroindustrial de Granos José Martí y ubicada en el consejo popular Corojal, en el municipio cabecera.
“Aquí sembramos semilla certificada para comercializar a los productores individuales, y prestamos servicios de arreglo y alquiler de maquinarias”, explicó Reinaldo Moreno Hevia, el director.

Con un área productiva total de 896 hectáreas, fueron sembradas 198 durante la campaña de frío, 64 más que las usuales en el período. Además, por primera vez incorporan 50 hectáreas de arroz consumo de la variedad Selección 1, listas para cortar después de la segunda quincena de mayo. Y de cara al inicio de la campaña de primavera, en marzo, preparan 215 hectáreas.
“Tenemos sembradas las variedades LP 5 y LP 7, Selección 1 y la IA* CUBA 31 (esta última la incorporó el director de la Empresa). Todas son resistentes al salitre, plagas, sequías, enfermedades, y aportan rendimientos superiores a cinco toneladas por hectárea”.
En aras de mejorar pronósticos, el Proyecto de Colaboración Cuba-Vietnam les facilitó una cosechadora, tres máquinas trasplantadoras y una refinadora láser para nivelar el terreno, mejorar el riego y el aprovechamiento de los fertilizantes, entre otros equipos empleados en la preparación de la tierra.
Lo anterior permite empeños superiores, como “mejores resultados en la trasplantación de arroz semilla e incremento de áreas sembradas”, para lo cual construyen un sifón invertido, obra hidráulica imprescindible en el futuro del Programa Arrocero.
Cuando el agua regresa… al arroz
Si antes tardaban 20 días en regar estos campos de tres kilómetros de extensión, al concluir la inversión el tiempo debe reducirse a una semana, tras la implementación también del sistema de riego por microcampos, afirma Jesús Meneses Peralta, ingeniero en riego y drenaje del Instituto de Investigaciones de Granos.
El experto asesora a la UEB en estos trabajos, en la producción y obtención de semillas de calidad, el control de plagas, la instalación de equipos para regular y medir el agua, entre otras acciones.

Se trata de un sifón invertido o conducto cerrado, que trabaja a presión y se utiliza para conducir agua en el cruce de un canal con una depresión topográfica.
El de la UEB artemiseña llevará el agua desde varios pozos, a 440 metros, hasta el canal principal de riego. Eso permitirá suplir el déficit de la presa frente al incremento del área de siembra, que puede aumentar en más de 200 hectáreas a las actuales.
El sifón invertido constará de un canal de tierra por el cual circulen 300 litros de agua por segundo. La estructura posee cuatro tubos de 20 centímetros de diámetro cada uno, y se ubica a 40 del fondo del canal, de modo que la tierra arrastrada en el trayecto se deposite antes de entrar al registro… y no obstruya la circulación por los tubos.
La obra, valorada en 90 000 pesos, debe concluir en abril con la participación de profesionales del Instituto y los propios obreros de la UEB.
Según Jorge Montano Farto, jefe de producción de la UEB, “el caudal de la presa Laguna de Piedra no basta para extender los sembrados, mucho menos en época de sequía”.
El embalse acumula seis millones de metros cúbicos, frente a los más de 20 que pudiera almacenar La Turbera, aguas abajo de los campos.
La presa lleva más de dos décadas sin explotar. Está incluida en el plan de preparación de obras del presente año, con el propósito de recuperarla para diversos fines.
Carlos Manuel Antela, director técnico de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico en el territorio, refirió que debe transitar por un análisis de factibilidad económica, de conjunto con la Empresa de Proyectos, durante el cual se determinará el monto necesario para su rescate.
El agua que derrama la consideran un gasto sanitario; recarga el manto freático, pero muy bien pudiera contribuir al fortalecimiento del Programa Arrocero.
Garantizar la maquinaria
Para elevar el rendimiento de 4,5 toneladas por hectárea en 2020, también se precisan máquinas eficientes en la UEB, cuya disponibilidad han de garantizar operadores, mecánicos y ayudantes de taller.
Al concluir la campaña arrocera a finales de enero, todos los equipos entraron en un proceso de conservación y mantenimiento, señala Juan José Palacios Orraca, jefe del taller de Maquinado. Con tal de no detener labores, reparan cosechadoras, cortadoras, trasplantadoras, tractores… e innovan partes y piezas como rodamientos y sistemas de trilla, entre otros.
El jovencito Yan Emmanuel Frenes, mecánico de implementos, fue de los involucrados en la adaptación de un motor de camión a una combinada cosechadora, capaz de recoger, en óptimas condiciones, 20 toneladas en una jornada laboral.

La invención permitió recuperar el equipo, luego de varios años de trabajo y dos cambios anteriores, lo que augura más productividad, humanización del trabajo y rendimientos.
La existencia y calidad del arroz criollo depende de mucha gente y se proyecta a diario en el campo. Disímiles mecanismos han de engranarse aún para allanar la trayectoria, hasta el menú de los cubanos, de un cereal delicioso e indispensable, que aporta energía, vitaminas, minerales y sosiego en nuestros hogares.
- Las iniciales LP y IA significan Los Palacios e Instituto Artemisa