Cuando en marzo de 1998 echó a andar la Fábrica de Vinos Fantinel S.A, en San Cristóbal, Cuba se convirtió en la primera nación caribeña productora de la bebida.
La empresa mixta por asociación de capitales, entre Coral S.A (Cuba) y Mario Fantinel S.R.L (Italia), erigió en un área de tres kilómetros cuadrados, exactamente en Chirigota, al oeste del municipio, una manufactura cuya inversión ascendió a más de cuatro millones de dólares.
Equipada con avanzada tecnología VirMauri, de fama mundial, constituyó la quinta empresa con capital italiano creada en el país dentro de la industria alimentaria.
A la vera italiana
En los años iniciales, la fábrica produjo las líneas Soroa-Isla, Soroa-Orquídea, San Cristóbal y Castillo del Morro, cada una con diversas marcas, según la variedad del mosto de uvas, importado desde la península europea.
“Existían tres gamas: una alta, de vinos de más calidad; una media; y otra económica, el Soroa; el último con mayores volúmenes de producción y más vendido, destinado fundamentalmente al Ministerio de Comercio Interior (Mincin) y a la cadena de tiendas recaudadoras de divisas. San Cristóbal y Castillo del Morro se dirigían sobre todo al turismo y las exportaciones”, rememora David Reyes Pérez, único fundador que permanece en el centro y actual Jefe de Producción.
Asegura que los representantes del país europeo cumplieron a cabalidad lo pactado en un contrato por cinco años. “Entre esto, el desarrollo de varias hectáreas de uva en Bermejales, lugar cercano a la fábrica. Distribuyeron diferentes variedades con clones traídos de Italia que. según estudios, serían resistentes al clima tropical”.
Si bien la industria llegó a producir vino a partir de frutas cosechadas en Cuba, la combinación de las altas temperaturas y la humedad, propició la proliferación de microorganismos, haciendo difícil y costoso mantener los viñedos.
Sobrevivir sin el socio extranjero
Cumplido el término del contrato, Fantinel se retiró y la fábrica quedó como una empresa mercantil cubana con el nombre Bodegas San Cristóbal. Después, alcanzaría su estatus actual como unidad empresarial de base perteneciente a la Corporación Cuba Ron.
Hasta entonces, los italianos garantizaban suministros estables y diversos: mostos de diferentes variedades, los productos enológicos para el proceso fabril, diversidad de botellas, corchos, etiquetas, contraetiquetas, cápsulas.
“Tuvimos que ceñirnos a una logística más viable: desaparecieron los vinos varietales porque era muy complejo tener diversidad de mostos de acuerdo a la cepa de la uva, comenzamos a hacer solo el Soroa envasado en botellas bordelesas, a usar una cápsula y etiqueta única, que diferenciaba solo si el licor era blanco, tinto o rosado”, explica el fundador.
Durante un período dejaron incluso de procesar mostos, pues los precios de esos productos se incrementaron y la situación financiera era compleja. La importación del vino resultó más económica y se dedicaron solo a enfrascarlo.
Cuando el escenario en el mercado internacional lo permitió, volvieron a su objeto social inicial, no solo para aprovechar la capacidad industrial instalada, sino porque la actividad respaldaba financieramente la importación de otras materias primas e insumos necesarios.
“En vez de mostos frescos comenzamos a adquirirlos concentrados. Realizamos su fermentación y el resto de los procesos rutinarios para la obtención de la bebida”, manifiesta Ulises Carmona López, director del centro.
Nuevos aires
En 2018, un contrato con Nelson Services, empresa también italiana, abrió nuevos horizontes. La tecnología, bien conservada, mejoraría con la inserción de máquinas más modernas: un filtro tangencial, una capsuladora de ocho cabezas y un tribloque (comprende enjuagadora, llenadora y tapadora).
Mario Luis Vidal Leyva, joven cantinero ya casi con dos años de trabajo en Bodegas San Cristóbal, manifiesta sentirse a gusto. Le interesa el mundo vinícola y se siente a gusto con el colectivo. “Hago filtraciones, trasiego, limpio los tanques. Este filtro tangencial es un buen equipo, automático, ahora mismo está filtrando a razón de 2 006 litros por hora, o sea, 20 hectolitros en una hora aproximadamente”.

El convenio, aún vigente, reanimó a Bodegas San Cristóbal. Incluye asistencia técnica y permite la adquisición de las principales materias primas.
Y llegó la Covid-19
Todo parecía ir “viento en popa” cuando se desató la pandemia de covid que trastocó el escenario pro- ductivo a nivel mundial. Al colectivo de una fábrica que por dos décadas se dedicó a la producción de vinos a base de uva, la amenaza económica le obligó a asumir nuevos desafíos.
“La crisis nos planteó la necesidad de orientarnos hacia nuevos productos. Hemos hecho vinos de diferentes formulaciones: Viña 95, Dulce de Pasa, Seco Natural y Seco condimentado, y mantenemos los tintos Soroa”, expone Reyes Pérez.
Si bien Iyolexis Proveyer y Mayelín Báez, especialistas en Gestión de la Calidad, se centraba antes en los análisis en la línea de Vinos Soroa, debieron añadir a sus evaluaciones los nuevos surtidos, cada uno con un manual específico de buenas prácticas de laboratorio.

La elaboración de embotellados se estancó por la carencia de ese frasco. Como alternativa, Reyes Pérez, explica que envasaron las producciones por el sistema bag in box (bolsa en caja), pues contaban con la máquina para ello. “Comenzamos a envasar el Soroa en bolsas de tres litros, procedentes de Italia. Su importación es más económica”
Han reservado la botella importada y el corcho para envasar el Vino San Cristóbal, un surtido que empieza a comercializarse en el Turismo y a través de algunas plataformas online. Los ingresos por esta vía permiten luego la adquisición de las materias primas e insumos.
“Hicimos contratos con empresas cubanas como la Ernesto Che Guevara, de Villa Clara, para adquirir pomos plásticos de diferentes formatos. En ellos hemos envasado el Vino Dulce de Pasa, el Seco y el Viña”, detalla el Jefe de Producción.
La Corporación Cuba Ron comercializa todos los surtidos de Bodegas San Cristóbal, con dos destinos: los ministerios de Comercio Interior y del Turismo. Solo el vino seco condimentado, a granel, lo han vendido directamente, previo contrato con empresas.
Durante 26 años el colectivo de la fábrica de vinos ha sorteado las adversidades. Sus trabajadores han sabido enfrentarse y superar las crisis sin renunciar jamás a un estándar de calidad bastante exigente. Sus deseos de hacer y aportar han ganado varias batallas y seguramente lo seguirán haciendo.